Artista imprescindible
La pintura de Borrassà y sus esclavos llega al Mnac
Una exposición permite conocer la producción de uno de los artistas más importantes del gótico catalán
Dentro del arte medieval, el románico fue esa etapa de autores de los que, con alguna excepción, no conocemos sus nombres. Sin embargo, con el gótico sí se empieza a conocer la identidad de muchos de sus artistas. Uno de ellos fue Lluís Borrassà y está considerado como uno de los indiscutibles grandes maestros pictóricos del gótico catalán. El Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) le dedica ahora una completísima exposición que tiene como punto de partida dos tablas realizadas por el maestro que forman parte de las colecciones del centro después de ser compradas por la Generalitat en 2020.
«Nuestro objetivo es poner en valor lo que tenemos a partir de nuevos relatos», explicó ayer Pepe Serra, director del Mnac, durante la presentación de la muestra. Para ello se ofrece una mirada a la producción de Borrassà en la catedral de Barcelona y que sirve para conocer algunas claves de la pintura de la Baja Edad Media, todo ello con el retablo como indiscutible clave.
En esta primera gran retrospectiva de Borrassà en el Mnac, comisariada por Cèsar Favà, se cuenta con préstamos importantes, siendo especialmente simbólica la pieza «Santo Domingo, Santa Marta y San Pedro Mártir» que fue adquirida en mayo de 2022 por el Museo del Prado y que llega a Barcelona antes de su presentación pública en la gran pinacoteca madrileña.
Pero el Mnac también tendrá algún nuevo Borrassà, como es el caso de «Ángel con los instrumentos de la Pasíon», un fragmento del retablo de San Andrés, hoy en colección privada barcelonesa y que, una vez concluya la exposición, quedará en el museo.
La muestra nos ayuda a conocer los cinco proyectos documentados del artista en Cataluña, aunque es probable que hubiera alguno más. La documentación de la época nos ayuda a saber cómo era el taller de Lluís Borrassà en el que trabajan esclavos, como es el caso de uno llamado Lluc, procedente de un taller de un carpintero mallorquín, quien hasta en dos ocasiones trató de huir del lado del pintor. Gracias al Arxiu Històric de Protocols podemos saber que Lluc costó 66 libras (15.840 dineros). De él se decía que procedía del país de los tártaros. Lluc no fue el único y se sabe que Borrassà, además de temas artísticos, también se dedicaba al tráfico de esclavos en su tiempo.
La catedral de Barcelona es uno de los grandes ejes de la carrera de Borrassà. En 1396 ya recibió un pago por la adquisición de pigmento azul y por haber policromado una parte del púlpito de madera del coro, elaborado por el escultor Pere Sanglada e iniciado en 1394. Pero la huella de Borrassà en la catedral barcelonesa se localiza en cuatro retablos, por desgracia hoy desmontados en la época moderna y conocidos gracias a los fragmentos dispersos que han llegado hasta nosotros. Los dos primeros se hicieron para la capilla de San Antonio Abad y para la girola de la capilla de San Andrés. Los otros dos, dedicados a tres santos y de estructura similar, fueron sufragados por dos miembros de la familia Despujol y los emplazaron, respectivamente, en las capillas de Santa Marta y de San Lorenzo de la nave.
En su objetivo de buscar nuevas lecturas sobre el pintor y la estela que dejó, resulta interesante que la exposición dedique un apartado a Josep Puiggarí. Este historiador de arte catalán fue el encargado de rescatar del olvido a Borrasssà. En 1860 publicó el primer artículo que dedicó al artista gótico. En él le atribuía una primera obra a Borrassà, aunque Puiggarí se movía, en este caso, más por intuición que por documentación para ese cometido. Se refería a una tabla conservada en la catedral de Barcelona. No se equivocó. Aparecido en «El Museo Universal» el 5 de febrero de 1860, en ese texto se abría una puerta que desemboca en la exposición que puede visitarse en el Mnac. Puiggarí legó sus archivos a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En ellos se pueden ver los estudios detallados que el especialista realizó de la iconografía del traje, copiada y dibujada por él mismo a partir de las obras que estudiaba, como es el caso de las de Lluís Borrassà.
Y una curiosidad. Antes de la adquisición realizada por la Generalitat que ha sido motor para esta muestra, el museo ya contaba con algún original de Borrassà. A este respecto llama la atención una crucifixión de San Andrés, fragmento del retablo dedicado a este santo para la catedral de Barcelona, realizado hacia 1400 y 1410. Su procedencia es curiosa porque es un depósito antiguo de la colección Bosch i Catarineu, de 1934. Tras el final de la guerra, las industrias y la colección de Bosch pasaron a manos del polémico empresario franquista Julio Muñoz Ramonet que la donó en 1950.
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