Delincuencia

Vídeo: auge de las patrullas vecinales por la inseguridad en municipios catalanes con ayuntamientos socialistas

Las peores situaciones están en barrios de L'Hospiatelt, Esplugues y Mataró

Protesta freciente por la criminalidad en el barrio de Bellvitge, en L'Hospitalet
Protesta freciente por la criminalidad en el barrio de Bellvitge, en L'HospitaletArchivo

Sigue la proliferación de zonas complicadas, casi inaccesibles para las fuerzas policiales, en Cataluña, y en municipios dirigidos por socialistas.

De esta manera, algunos barrios de la geografia catalana han sido tomados por bandes de criminales, casi todos extranjeros, que provocant graves molestias a los vecinos. Algunas situaciones parecen difíciles de poder revertirse.

Uno de los casos más evidentes es el barrio de La Florida, en L’Hospitalet de Llobregat. Lo que antes era una zona trabajadora, sufre una degradación profunda. Los vecinos denuncian robos, ocupaciones ilegales, peleas constantes y tráfico de drogas a plena luz del día en numerosos narcopisos. El alcalde, el socialista, David Quirós ha optado por minimizar la gravedad del problema y se dedica a anunciar planes urbanísticos que parecen cortines de humo.

En Barcelona, la Zona Franca vive una situación similar. Lo que nació como un polo industrial con barrios residenciales ahora se ha convertido en territorio de nadie por las noches. Las pandillas controlan partes del distrito y los servicios municipales apenas logran acceder sin escolta policial.

Mataró, otra ciudad gobernada por el PSC, también ha visto cómo uno de sus barrios, Rocafonda, se transforma en un enclave marcado por la inseguridad. Allí, la presencia policial es casi simbólica y muchos comerciantes han optado por cerrar sus negocios por miedo a represalias. Los episodios de violencia son frecuentes, con bandas que se disputan el control del territorio en plena vía pública. El alcalde socialista David Bote se ha limitado a reclamar más policías a la Generalitat, eludiendo su responsabilidad directa.

El patrón se repite en todos estos casos: barrios populares donde la falta de inversión, la inmigración descontrolada y la permisividad institucional han creado un caldo de cultivo perfecto para que prosperen estructuras delictivas. La dejadez de las administraciones ha hecho que muchos ciudadanos pierdan la confianza en la política local y recurran a la autodefensa o a asociaciones vecinales que tratan de suplir la falta de autoridad.

El barrio de Bellvitge del Hospitalet del Llobregat (Barcelona) se ha vuelto muy inseguro a causa de los robos. Se trata de una zona residencial con mucha gente anciana y eso los ladrones lo saben. Los jóvenes del barrio se han hartado de la inseguridad, y también muchos de los vecinos. Una situación similar ocurre en La Florida, en el mismo municipio.

El barrio recientemente ha vuelto a ser escenario de situacions de autodefensa. Varios vecinos formaron patrulles para vigilar las calles, sobre todo los fines de semana. La medida llegó tras meses de denuncias por robos, peleas y agresiones, atribuidas a grupos de jóvenes de origen extranjero.

La creación de patrullas no es un hecho aislado. Ya en primavera, los vecinos alertaron de la inseguridad creciente en Bellvitge. Mensajes compartidos en grupos de mensajería relataban cómo chicas jóvenes y ancianos eran las principales víctimas de los delitós, especialmente robos. Con tirón en pasos de peatones, atracos dentro de portales e incluso hurtos a personas mayores en plena calle, informa El Catalán.

El modus operandi se repite: grupos de hasta quince jóvenes, la mayoría en patinete, dan vueltas por el barrio en busca de víctimas fáciles. En algunos casos las seguían hasta sus domicilios para asaltarlas. Ante la falta de respuesta efectiva, varios residentes empezaron a coordinarse por WhatsApp para organizar turnos de vigilancia.

Así, centenares de vecinos salieron a la calle, bajo lemas como “Bellvitge no se vende, Bellvitge se defiende”, denunciaron la inseguridad y reclamaron medidas urgentes. Durante esa protesta ya se advirtió que, si la policía no reforzaba su presencia, serían los propios vecinos quienes protegerían el barrio.

Las nuevas patrullas confirmadas este fin de semana muestran que el malestar no ha remitido. “Los niños no pueden salir tranquilos a jugar”, explican los vecinos.