Epidemiología
No somos mucho más longevos que los antiguos griegos: el gran error de la esperanza da vida
La longevidad y la esperanza de vida son cosas diferentes y, comprendiendo en qué se distinguen, podemos entender que haya habido centenarios desde hace milenios
Que nuestra sociedad padece un serio problema de anumerismo es evidente. Las matemáticas espeluznan tanto a algunos que ha llegado a tipificarse la ansiedad matemática. Sea culpa de quien sea y asumiendo que la forma en que se enseñan tiene, posiblemente, algo que ver, cabe preguntarse qué podemos hacer para cambiarlo. Las matemáticas han sido una de las herramientas más potentes que la humanidad ha diseñado. Gracias a ellas hemos puesto robots en Marte, desarrollado la computación y revolucionado por completo toda la medicina que conocemos. Y, precisamente, de eso último va este artículo, de cómo la estadística nos ha dado la vida mientras que nosotros, hemos insistido en interpretar mal sus datos. Porque, en general, no tenemos la menor idea de lo que significa realmente “esperanza de vida”, a pesar de todas las veces que habremos usado el término.
Y es que, si somos curiosos de la historia, a poco que buceemos entre sus páginas, encontraremos que la mayoría de grandes figuras de la historia (mientras no hubieran sido asesinadas) llegaban a edades bastante razonables. Platón murió a los 80 años. Tito Livio murió a los 76 años y Galileo a los 77. Kant murió a los 79, y aunque evidentemente estamos seleccionando casos realmente longevos, no son los más extremos. Diógenes Laercio dejó escrito en el siglo III d.C., que Demócrito de Abdera vivió hasta los 109 años, falleciendo en el siglo IV a.C. Viendo esto, es normal que nos preguntemos qué está fallando. ¿No se supone que la esperanza de vida ha crecido a velocidades de vértigo durante las últimas décadas? ¿Cómo es posible que nuestros antiguos alcanzaran estas edades? La paradoja que parece presentarse, en realidad, no es tal paradoja, sino un fallo de conceptos puramente matemático: anumerismo.
Poca esperanza
Posiblemente hayas oído (tal vez incluso pensado) aquello de que como la esperanza de vida en la antigua Grecia era de 35 años, con 30 ya eras viejo. Lógicamente, esto confrontaría de pleno con los datos que hemos estado viendo antes, donde algunos individuos triplicaban este valor. El equivalente en nuestra época sería que hubiera personas de 250 años, lo cual sería unas tres veces la esperanza de vida de nuestro país en este siglo XXI. Todo se explica cuando nos paramos un segundo a preguntarnos qué significa realmente eso de “esperanza de vida”. La respuesta fácil sería algo como: son los años que esperamos que viva alguien, pero aquí faltan cosas que debemos ir completando. Por ejemplo, la esperanza de vida no habla de un individuo concreto, sino de un individuo abstracto de una población concreta, de un individuo estándar, de una persona media, podríamos decir. Y esa es la clave: media.
La media es el valor promedio de un conjunto de datos. La media de días que tiene un mes del año, por ejemplo, se calculará sumando todos los días de todos los meses del año (365) y dividiéndolos entre el número de meses (12). Un mes tiene, de media, 30,417 días. Es evidente que no nos referimos a un día concreto, sino a una abstracción, y eso mismo ocurre con la esperanza de vida, que ahora, bien podríamos redefinir como “los años que viven de media los individuos de una población concreta”. No obstante, hay otro pequeño detalle a tener en cuenta. ¿A qué individuos nos referimos? El cuerpo nos pide decir que, para que el dato sea significativo, deberemos incluirlos a todos, y estaremos en lo cierto, pero así es como nos damos de bruces con el problema que la mayor parte de personas pasa por alto. Incluir a todos, sin excepción, significa introducir en los cálculos a todos aquellos recién nacidos que mueren en el parto y a todos los niños que no sobreviven a los primeros años de vida.
Sensible a los extremos
Tal vez, ahora no sea un gran problema, porque tenemos la suerte de contar con una mortalidad infantil prácticamente nula. No obstante, en el pasado era un detalle que sí cambiaba las cosas, y además lo hacía de manera drástica. La media es una medida denostada entre quienes no entienden su importancia. Se dice, entre risas, que si yo me como dos pollos y tú ninguno, la media dirá que nos hemos comido 1 cada uno, y que eso claramente es mentira. Sin embargo, la media dice que nos habremos comido 1 cada uno DE MEDIA. Solo hay que entender ese matiz para comprender que el fallo no está en el dato, sino en quien no sabe interpretarlo. Conocer un valor medio, por ejemplo, permite estimar cuánto necesitamos de una materia prima para cubrir unas necesidades determinadas. También nos permite comparar, por ejemplo, las precipitaciones de dos ciudades diferentes, algo que sería absurdo realizar comparando cada día de una ciudad uno a uno con los 365 de la otra. En cualquier caso y habiendo defendido pertinentemente a la media, es hora de presentar uno de sus “defectos”.
A diferencia de otros valores de tendencia central, que así se llaman (como la mediana o la moda), la media es muy sensible a los valores extremos. Esto significa que, si tengo 8 personas que han vivido 70 años y dos de ellas muere al nacer, la media me dará una media de 56 años. Sin embargo, en nuestra población de juguete, si sobrevives a los momentos posteriores al parto, podrías vivir fácilmente hasta los 70, en ningún caso significaría eso que, por superar la esperanza de vida de 56 uno ya fuera viejo. Y eso es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia. El gran cambio que hay tras el aumento de la esperanza de vida es la medicina obstétrica y pediátrica, las vacunas que evitan la muerte entre los niños y otra serie de mejoras orientadas a los jóvenes. Gracias a ello, la esperanza de vida ha subido de forma astronómica. A su lado, aunque de forma infinitamente más modesta, la longevidad ha hecho lo propio, porque no podemos negar que los antibióticos, la cirugía y otra serie de avances han alargado la vida, incluso entre quienes sobrevivían los primeros años de la vida.
Así que, efectivamente, el problema no era otro que la falta de cultura matemática, un mal extendido globalmente y que, sin duda, deberíamos de estudiar para poder solucionarlo cuanto antes.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque es complicado calcular estas cosas por la falta de datos, parece que, en condiciones de salud, la vida humana podía prolongarse tanto como se prolonga ahora. Eso explicaba que hubiera casos excepcionales, como hay ahora, de personas que alcanzaban los 100 y pico años antes de que la muerte “natural” les sobreviniera.
REFERENCIAS (MLA):
- Rothman, Kenneth J. Modern Epidemiology With Access Code. Wolters Kluwer, 2018.
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