Espacio

¿Agujeros de gusano para teletransportarnos por el universo?

La ciencia ficción lo tiene claro, pero ¿y la ciencia de verdad? ¿Podemos viajar así?

Agujero negro en el centro del cúmulo de Perseo | Fuente: NASA'S MARSHALL SPACE FLIGHT CEN
Agujero negro en el centro del cúmulo de PerseoNASA'S MARSHALL SPACE FLIGHT CENTERNASA'S MARSHALL SPACE FLIGHT CEN

La ciencia ficción ha implantado todo tipo de ideas en nuestra mente. Algunas de ellas, ingeniosas y totalmente brillantes, han sido las semillas de tecnologías de lo más vanguardistas. Otras, en cambio, aprovechan el complejo vocabulario científico para enredar nuestros pensamientos y dejarnos confusos, divagando sobre lo que nos acaban de decir. Estas últimas no suelen trascender la ficción.

No pasan del acto a la potencia, no se materializan en modo alguno. Son ideas peregrinas más fantasiosas que realizables. Por ejemplo, los ascensores espaciales parecen ser de estos últimos. Grandes cables colgados de un satélite por los que, como si fuéramos faquires, podríamos trepar hasta salir de la órbita. Ahora bien, ¿qué hay de la teletransportación?

Un clásico

Como con tantas otras preguntas, la respuesta, en este caso, es “depende”. Depende de a qué nos estemos refiriendo con teletransportar. Si hablamos de hacer que un objeto desaparezca y reaparezca en un lugar concreto del espacio como si lo copiáramos, eso (a falta de nueva física que nos sorprenda) parece completamente irrealizable. En este sentido podemos teletransportar partículas. O, mejor dicho, teleportar, ya que la idea es que no pase a través de nada, sino que viaje sin recorrer el espacio entre dos puntos.

Las tecnologías cuánticas nos han permitido aprovechar la teleportación cuántica, pero con elementos absolutamente diminutos. La cantidad de partículas subatómicas que componen nuestros cuerpos es como un puzle con infinidad de piezas. Si queremos destruir y reconstruir un cuerpo humano habremos de conocerlas a todas y la cantidad de información (y los errores esperables) serían demasiado altos como para llevarlo a cabo. Y, por supuesto, también habría que considerar el detalle filosófico de que, si destruimos y reconstruimos una persona, por mucho que su comportamiento y recuerdos sean los mismos… ¿es acaso la misma persona? ¿Hemos matado a alguien? Sin embargo, podría haber otra alternativa.

Agujeros negros

Otro clásico de la teletransportación en la ciencia ficción son los agujeros de gusano, túneles que doblan el espacio para viajar por él como si arrugáramos un mapa de carreteras y lo recorriéramos con un cochecito de juguete. Para entender por encima cómo se supone que funcionan, debemos recordar lo que es un agujero negro. Para comprenderlo de una forma simplificada, debemos pensar en un agujero negro como una región del espacio, no como un objeto en sí mismo. El motivo es que, cuando hablamos de él, tomamos por sus partes zonas del espacio donde no hay gran cosa más allá de deformaciones en el propio espacio-tiempo. Por eso hablamos de una región. En cualquier caso, la clave está en que, esa zona, cuenta con una densidad enorme. Ahora es cuando las cosas empiezan a ponerse raras.

Una gran masa concentrada en una pequeña parte del espacio. Aunque la situación es diferente, podemos imaginarlo como si nos tumbáramos sobre una cama elástica. Posiblemente se hunda un poco, deformando la tela, pero si nos ponemos de pie, concentrando nuestra masa sobre una superficie menor, como son nuestros pies, la deformación también aumentará, hundiéndonos más en la cama. Si olvidamos que la cama elástica es plana mientras que el espacio-tiempo tiene tres dimensiones espaciales y una temporal, podemos hacernos una idea de cómo la masa también deforma al espacio-tiempo en el que se encuentra. Lo importante, en cualquier caso, es intuir que la geometría del espacio-tiempo puede cambiar cuando interactúa con objetos muy densos.

Agujeros de gusano

Pues bien, si un agujero negro es capaz de doblar el espacio tiempo, ¿qué pasaría si lo doblara tanto que acabara uniéndose con otro punto del espacio tiempo? Como si fuera un globo en el que hundimos el dedo hasta chocar con el lado opuesto. Teóricamente (y salvando la infinidad de detalles que estamos omitiendo en esta explicación), podría formarse una suerte de conducto entre esas dos regiones del espacio-tiempo, un túnel al que llamamos “agujero de gusano”. Jamás hemos encontrado uno. Ni siquiera estamos seguros de que existan y mucho menos de que sean estables, pero los hemos visto en la ciencia ficción. Películas como Interstellar plantean la posibilidad de cruzarlos para recorrer distancias insalvables a través de esta especie de atajo.

Pensemos por un momento lo que esto supone. En el universo existe una velocidad límite por encima de la que nada puede acelerar: la velocidad de la luz en el vacío. Eso significa que, para viajar distancias muy largas, siempre estaremos limitados por esta: unos 300.000 km/s. Sin embargo, si pudiéramos hacer un túnel, podríamos recorrer la distancia entre dos puntos en menos tiempo sin, por ello, ir más rápido que la luz. Del mismo modo que los túneles nos permiten cruzar montañas en menos tiempo que si tuviéramos que rodearlas, incluso yendo a la misma velocidad.

La idea no suena del todo mal, pero hay un problema. O, mejor dicho, varios. El primero es que, como decíamos, no sabemos si estos agujeros de gusano son estables (en caso de existir). Es posible que duren fracciones de tiempo demasiado pequeñas y que, incluso si son estables, que un objeto los atraviese los termine desestabilizando. El otro problema tampoco es desdeñable. En principio, no podríamos utilizarlos a voluntad, tendríamos que aprovechar aquellos que ya estuvieran, como si navegáramos por ríos, claramente más rápidos que avanzar por tierra adentro, pero no hay un río que nos lleve de León a Sevilla. La alternativa sería construirlos, crear agujeros de gusano donde nos convenga, como hacían, una vez más, en Interstellar. Ahora bien… ¿cuánta energía necesitaríamos para algo así? No solo tendríamos que deformar el espacio tiempo de forma extrema, lo cual ya implica un gran consumo energético, sino que tendríamos que mantenerlo así mientras un objeto lo atraviesa.

Los problemas

En teoría, esta última opción podría ser posible, puede que incluso energéticamente más rentable que destruir y reconstruir un ser humano partícula a partícula, pero sigue lejísimos de cualquier tecnología actual. Y no solo falta la tecnología para generarlos, sino que no disponemos de la capacidad de producción energética como para permitirnos tal dispendio. Así que, aunque la teletransportación no es una ficción condenada a serlo para siempre, por ahora no hay una solución a la vista. Quién sabe qué puede depararnos el futuro. La tecnología no avanza siempre en línea recta, da acelerones cada vez que superamos una complicación y, en esos momentos, puede desviarse, explorando rutas que creíamos imposibles. Tal vez sea ese el futuro de la teletransportación, la papiroflexia del espacio-tiempo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Cuando hablamos del interior de los agujeros negros suele aparecer la palabra “singularidad”, describe un lugar en el cual no somos capaces de calcular lo que ocurre exactamente porque nuestras fórmulas fallan, arrojan valores infinitos. En los agujeros negros que no rotan las singularidades son puntos, en los que rotan serían toroidales (con forma de rosquilla) y podría haber varias. Sin embargo, como vemos, son incertidumbres, no objetos reales contra los que chocar. Necesitamos una mejor explicación matemática de cómo se comportan los agujeros negros para aclarar buena parte de las aparentes paradojas que ahora mismo nos acechan. Por eso hay tantas hipótesis altamente especulativas acerca de conexiones entre agujeros negros, viajes en el tiempo y otras historias que, por hora, solo son ciencia ficción.

REFERENCIAS (MLA):

  • Accretion from Winds of RGB Stars May Reveal the Supermassive Black Hole in Leo I The Astrophysical Journal Letters 10.3847/2041-8213/ac9b21