Guerra nuclear

El alimento que nos podría salvar en un invierno nuclear. Aunque no les gustaría todos

Cuando las temperaturas caigan, este vegetal podría alimentar a más de mil millones de personas, proporcionar el 50% de la producción actual de biocombustibles y el 10% de la alimentación animal.

En el caso de una guerra nuclear, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU aseguran que “tendría resultados devastadores"
El invierno nuclear provocaría cambios durante décadas en la agricultura larazon

El temor de una guerra nuclear ha tomado en los últimos años diferentes rostros. Desde simulaciones realizadas por universidades sobre las primeras horas, a dónde estar en tu casa si ocurre o simular una explosión en tu barrio. Pero… ¿Qué pasaría después? ¿De qué nos alimentaríamos? Un nuevo estudio, publicado en Earth's Future nos da la respuesta: algas marinas.

Una guerra nuclear hundiría a nuestro planeta en un profundo invierno nuclear. En el peor de los casos, un intercambio nuclear entre Estados Unidos y Rusia (que juntos poseen casi el 90% de las armas nucleares del mundo) podría expulsar hasta 165 millones de toneladas de ceniza a la atmósfera de la Tierra, reduciendo las temperaturas de la superficie 9ºC y haciendo que la producción global de alimentos caiga en picado hasta en un 90%.

En este escenario se situó un equipo liderado por Cheryl Harrison, descubrió que entre nueve y 14 meses después de una guerra nuclear, se podrían recolectar grandes cantidades de algas cultivadas en cuerdas en el Golfo de México y en toda la costa oriental, lo que ayudaría a mantener alimentados a hasta 1.200 millones de seres humanos.

En su máxima extensión, señala el estudio, las granjas de algas marinas reemplazarían el 15% de los alimentos que actualmente consumen los humanos, al mismo tiempo que proporcionarían el 50% de la producción actual de biocombustibles y el 10% de la alimentación animal.

"Más de 5 mil millones de personas estarían en peligro de morir de hambre después de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia – explica Harrison en un comunicado -. Por tanto, es necesario explorar alimentos alternativos. Las fuentes alternativas de alimentos, como las algas marinas, serán fundamentales para la seguridad alimentaria mundial y regional después de escenarios de reducción de la luz solar, como una guerra nuclear y grandes erupciones volcánicas. Es solo cuestión de tiempo que esto último suceda, por lo que debemos estar preparados. Como el océano no se enfría tan rápidamente como la tierra, la acuicultura marina es una muy buena opción”.

Los efectos más inmediatos de una guerra nuclear son la incineración seguida del envenenamiento por radiación de quienes se encuentran en las zonas circundantes. Sin embargo, el resultado potencialmente más letal incluso de una guerra nuclear a pequeña escala es el impacto que tendría en la agricultura. En el escenario apocalíptico del "invierno nuclear", el polvo y el humo radiactivos bloquearían una parte importante de la luz del sol. Esto provocaría que las temperaturas bajaran, sofocando muchos de los cultivos del mundo y probablemente creando una hambruna global que podría matar a miles de millones de personas.

En 2020, el equipo de Harrison analizó las consecuencias apocalípticas de una guerra nuclear. Ahora, para investigar cómo algunas personas podrían sobrevivir, los científicos han modelado el crecimiento de los cultivos en ambientes donde las temperaturas no caerían tan precipitadamente: los océanos tropicales.

"El océano, y el agua en general, tiene un calor específico más alto que la tierra, por lo que almacena más calor y es más difícil calentarlo y enfriarlo. Por eso los radiadores funcionan tan bien: almacenan calor y lo irradian con el tiempo añade Harrison -. Por lo tanto, el océano es un gran lugar para la producción de alimentos alternativos, a diferencia de los invernaderos en tierra firme, que necesitarían mucha calefacción en una época en la que el combustible tendría una gran demanda".

El modelo creado por Harrison reveló que las granjas de algas no solo sobrevivirían, sino que prosperarían y se expandirían a medida que bajaran las temperaturas de la superficie. Esto se debe a que el aire más frío obligaría al agua superficial a hundirse más, aumentando la circulación de agua rica en nutrientes desde las profundidades.

Como el yodo que se encuentra en las algas marinas puede ser tóxico para los humanos en grandes cantidades, los usos de las algas cultivadas en granjas serían principalmente indirectos, pero al utilizarlo para alimentar a los animales y producir biocombustibles, se liberaría la tierra cultivable superviviente para otros cultivos. Esto podría ayudar a los humanos a capear un invierno nuclear hasta que, décadas después, el clima comience a recuperarse.

Y las algas no solo están disponibles en caso de un invierno nuclear: también podrían ser un salvavidas después de otras perturbaciones en los sistemas alimentarios globales, como impactos masivos de asteroides o erupciones volcánicas gigantescas. Por ejemplo, la erupción del monte Tambora en Indonesia en 1816 provocó malas cosechas y escasez de alimentos en todo el hemisferio norte, lo que pasó a ser conocido como el "Año sin verano". Será cuestión de comenzar a habituarse a una dieta de algas, por si algo pasa,