Paleobotánica

¿Qué podemos aprender del árbol más viejo del mundo?

Tiene unos 5.400 años y se encuentra en el sur de Chile. En su interior podría guardar los secretos del pasado de la Tierra.

Alerce
Un alerce en Chile. Se han contratado más guardaparques para proteger al Bisabuelo de los turistas. Eduardo SchmedaEduardo Schmeda

Unos 5400 años atrás, cuando los humanos estaban inventando la escritura, un alerce (Fitzroya cupressoides) comenzó a crecer en las montañas costeras de lo que hoy es Chile. Logró sobrevivir a incendios, talas indiscriminadas y heladas y creció hasta convertirse en un gigante canoso de más de 4 metros de ancho y casi 30 metros de altura. Gran parte del tronco murió, parte de la copa se cayó y el árbol está invadido por musgos, líquenes e incluso otros árboles que echaron raíces en sus grietas. Actualmente se lo conoce como el Alerce Milenario o Gran Abuelo y de él podríamos aprender mucho.

Utilizando una combinación de modelos informáticos y métodos tradicionales para calcular la edad de los árboles, Jonathan Barichivich, científico ambiental del Laboratorio de Ciencias Ambientales y del Clima en París, estimó que el Alerce Milenario tiene probablemente más de 5000 años. Eso lo haría al menos 1 siglo mayor que el actual poseedor del récord: Matusalén, un pino bristlecone de California que tiene 4853 años. Si esto se demuestra, el árbol chileno sería el individuo vivo más antiguo de la Tierra.

En 2020, justo antes de que llegara la pandemia, Barichivich extrajo parte del Alerce Milenario con un barrenador incremental, un taladro en forma de T que los científicos usan para cortar cilindros angostos de madera sin dañar el árbol. El taco de madera produjo aproximadamente 2400 anillos de crecimiento estrechamente espaciados, pero como el barrenador no pudo alcanzar el centro del árbol, Barichivich recurrió a modelos estadísticos para determinar su edad completa. Usó núcleos completos de otros alerces e información sobre cómo los factores ambientales y la variación aleatoria afectan el crecimiento del árbol para calibrar un modelo que simulaba un rango de edades posibles, junto con un probabilidad para cada edad. El método arrojó una estimación de edad general de 5484 años, con un 80% de probabilidad de que el árbol haya vivido durante más de 5000 años.

Los análisis de Barichivich han creado entusiasmo dentro de la comunidad científica dado que la dendrocronología, el método para fechar los anillos de los árboles cuando se formaron, es menos preciso cuando se trata de árboles más viejos, ya que muchos tienen un núcleo podrido. Sin embargo, se trata de algo más que una competencia para ingresar a los libros de récords, ya que el Bisabuelo es una fuente de información valiosa.

“Hay muchas otras razones que le dan valor y sentido a este árbol y la necesidad de protegerlo – señala Antonio Lara, investigador de la Universidad Austral – .Los árboles milenarios tienen genes y una historia muy especial porque son símbolos de resistencia y adaptación. Son los mejores atletas de la naturaleza. Son como un libro abierto y nosotros somos como los lectores que leemos cada uno de sus anillos. Si estos árboles desaparecen, también desaparecerá una clave importante sobre cómo la vida se adapta a los cambios en el planeta”.

Esas páginas muestran años secos y lluviosos, dependiendo del ancho de los anillos. En los anillos del Bisabuelo se registran incendios y terremotos, como el temblor más poderoso de la historia que azotó esta zona en 1960. Este árbol, en muchos sentidos, es una cápsula del tiempo que puede ofrecer una ventana al pasado, cómo se adaptó al cambio climático, con qué especies convivió, sus estrategias para enfrentar el fuego, la sequía y las lluvias torrenciales. Los sorprendente es cómo se aferra a la vida, teniendo en cuenta que su tronco está casi muerte y el único lugar donde aún se detecta actividad es en las raíces.

El hallazgo destaca cómo algunos árboles pueden vivir mucho más que la mayoría de otros ejemplares de su especie, por razones que los científicos no entienden completamente: “algunas especies hacen cosas que creemos que deberían ser imposibles – concluye Lara –. Todavía hay misterios en el bosque".