
Arqueología
El hallazgo de 5.500 años que revela el secreto para sobrevivir a un colapso climático y social
En mitad del desierto jordano y sobre las cenizas de una civilización perdida, un hallazgo arqueológico revela cómo las comunidades de la Edad del Bronce usaron monumentos y rituales para forjar una nueva identidad común

Ante el abismo de un colapso social, cuando las estructuras de poder se desvanecen, las comunidades buscan nuevos anclajes para no desintegrarse. Y a veces, la respuesta se encuentra en la piedra. Un extraordinario complejo ceremonial de 5.500 años de antigüedad, desenterrado recientemente en la región jordana de Murayghat, se erige como un poderoso testimonio de esta resiliencia humana, revelando cómo nuestros antepasados se sobrepusieron a una crisis de envergadura reconstruyendo su mundo desde los cimientos.
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De hecho, este centro sagrado no surgió en una época de esplendor, sino todo lo contrario. Su construcción coincide con un periodo de profundos cambios, justo después del hundimiento de la cultura Calcolítica precedente. Los expertos atribuyen aquel declive a una tormenta perfecta de alteraciones climáticas e inestabilidad social que hizo añicos el orden establecido, dejando a los pueblos de la zona sin una autoridad centralizada fuerte y obligándolos a reorganizarse para sobrevivir. Esta necesidad de adaptación frente a condiciones adversas es una constante en la historia humana, como demuestra el hallazgo de la comunidad ártica más antigua que sobrevivió durante 75.000 años en un entorno igualmente desafiante.
En este escenario de vacío de poder, los monumentos de Murayghat se convirtieron en el pegamento que unía a las comunidades dispersas. Los arqueólogos, según informa el medio SciTechDaily, han documentado hasta la fecha más de 95 imponentes dólmenes, tumbas megalíticas levantadas con grandes losas de piedra que, junto a recintos amurallados y piedras verticales, marcaban el paisaje y le conferían un carácter sagrado a un territorio compartido. Estas tumbas megalíticas son una fuente de información clave, de la misma manera que los avances científicos en otros campos nos permiten descubrir los secretos que guarda el ADN de los antiguos egipcios y otras culturas coetáneas.
Un punto de encuentro para reconstruir la sociedad
Asimismo, los artefactos recuperados en el yacimiento sugieren que el lugar no era un simple cementerio, sino un vibrante centro de reunión. El hallazgo de cuencos de uso colectivo y restos de cuernos de animales apunta directamente a la celebración de grandes festines rituales, eventos que probablemente servían para reforzar los lazos del grupo y compartir recursos en tiempos de escasez. Estos hallazgos demuestran la importancia de las ceremonias para las sociedades antiguas, un fenómeno también observado en otros descubrimientos, como el de una estatua de 3.000 años que todavía conserva las huellas de los rituales de sus creyentes.
Por otro lado, el propio diseño del complejo y su notable visibilidad en el paisaje indican que su función iba más allá de un único clan. Todo apunta a que fue concebido como un espacio neutral para diferentes grupos, un lugar seguro donde interactuar, intercambiar bienes y, sobre todo, forjar alianzas cruciales en una época de enorme incertidumbre.
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