Tecnología

Inventan una ropa de calamar que se adapta a cualquier temperatura: la solución al entretiempo

Las islas de cobre funcionan como los poros de la piel de los calamares, pero en lugar de retener luz visible retienen calor

Una sepia y su reflejo
Una sepia y su reflejo Merve EkmekciPexels

Llega el entretiempo. Tan pronto te tuestas bajo el sol del mediodía como se te pone la piel de gallina con un soplo helado. Para algunos humanos esto no supone un gran problema, no tienen ropa de verano o de invierno, solo tienen ropa, sin apellidos. Pueden elegir su atuendo cerrando los ojos y extendiendo el brazo dentro de su armario, sin preocuparse lo más mínimo por el mundo exterior. Sin embargo, la mayoría de las personas no son así y tienen que desarrollar toda una estrategia por capas para vestirse. Seamos sinceros, puede que no sea una de las cuestiones más graves a las que nos enfrentamos como civilización, pero tampoco es agradable, así que un grupo de investigadores han buscado una solución y la han encontrado en los calamares.

Ropa de calamar, podríamos decir, y aunque sea tentador imaginarse gabardinas llenas de tentáculos cimbreando con el viento, la solución es mucho menos pringosa. La clave estaba en una propiedad concreta de la piel de estos cefalópodos. Una característica que los investigadores de California han conseguido imitar con la ayuda del cobre. Concretamente, con su última publicación, este equipo ha demostrado que su tecnología no solo logra regular a voluntad cuánta temperatura deja escapar el tejido, sino que puede asociarse a otras capas indispensables para desarrollar prendas de vestir funcionales.

La piel del calamar

La mayoría de las personas nunca ha visto un calamar vivo y, aparte de lo evidente, hay una gran diferencia entre ellos y los que hay en las pescaderías. En cuanto un calamar muere su piel cambia de color, es algo instantáneo. Esos tonos que hemos visto en los supermercados no son los que tiene en vida. La mayoría de los cefalópodos son una suerte de camaleones marinos, capaces de cambiar su color a voluntad para camuflarse y transmitir emociones. Una propiedad que, evidentemente, pierden al morir.

Este efecto lo logran gracias a unos poros de pigmento que hay en su piel llamados cromatóforos. Cuando el calamar contrae estos cromatóforos, los poros se cierran, convirtiendo la mancha de color en una mota prácticamente invisible. Así es como logran formar patrones complejos, contrayendo a voluntad poros de diferentes colores a lo largo y ancho de su piel. Cuando están abiertos, la luz visible que choca con el calamar queda retenida por ellos (al menos las de determinados colores) y, cuando están cerrados, rebota libremente en su superficie. Ahora bien… ¿podría hacerse lo mismo con la temperatura?

El esquema muestra cómo el calamar cambia de color con cromatóforos, y cómo un material compuesto inspirado en su piel utiliza islas metálicas en una matriz de polímero para modificar propiedades termorreguladoras al aplicar tensión.
El esquema muestra cómo el calamar cambia de color con cromatóforos, y cómo un material compuesto inspirado en su piel utiliza islas metálicas en una matriz de polímero para modificar propiedades termorreguladoras al aplicar tensión.Lee et al.Eurekalert

Islas de cobre

Resulta que los colores son luz visible, pero hay otros tipos de luz y una está especialmente relacionada con la temperatura: la infrarroja. Sin en lugar de poros de pigmento que cambian de tamaño para regular el paso de la luz visible utilizáramos estructuras que regularan el paso de la luz infrarroja, podríamos controlar la temperatura que deja escapar el tejido, haciendo que sea más aislante cuanto más lo necesitemos. Y, para eso, en lugar de un pigmento, los investigadores decidieron utilizar islas de cobre, que bien podría ser el título de una canción de Sabina.

El material, en concreto, consiste en un polímero (plástico podríamos decir), cubierto por estas islas que, al ser estiradas se separan y dejan pasar más luz infrarroja entre ellas. Todos los cuerpos con temperatura emiten luz infrarroja, así es como disipan su calor, así que, si logramos retener el nuestro, nos enfriaremos menos y, si queremos refrigerarnos, tendremos que darle la posibilidad de escapar. Precisamente por eso, los exertos han tenido que desarrollar un sistema de capas que permita dar cierta resistencia a estas islas de cobre y, a la vez, que no las aísle totalmente del exterior.

A hacer agujeros

En resumen, el equipo colocó una película delgada sobre el compuesto para facilitar su lavado y aumentar su resistencia, porque nadie quiere una prenda que se desmorone al primer lavado. No obstante, como ya adelantábamos, esto habría hecho poco transpirable el tejido, reteniendo el sudor y estropeando sus propiedades termorreguladoras. Había que encontrar una solución que permitiera aislarlo y, a la vez, evacuar el sudor. Y podría haber sido más sofisticado, sin duda, pero los investigadores encontraron otra solución: perforaron la capa aislante con multitud de microagujeros que dejaran escapar la humedad.

Finalmente, los expertos añadieron una última capa textil para facilitar su colocación sobre la ropa. Por ahora es solo un experimento y, aunque ha demostrado su rendimiento en experimentos, falta mucho para que veamos esta tecnología en el mercado. Así que, por si acaso, no nos deshagamos todavía de nuestro armario de entretiempo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Para que este producto sea viable para el gran público hará falta que supere dos grandes retos más. Uno es abaratar sus costes y el otro asegurar que el control de la temperatura no oscila solo en rangos muy estrechos. De cualquier otro modo, su interés se limitará a personas muy aficionadas a la tecnología y con suficiente dinero como para permitirse un capricho caro.

REFERENCIAS (MLA):

  • Lee, Sanghoon, et al. "Manufacturing of Breathable, Washable, and Fabric-Integrated Squid Skin-Inspired Thermoregulatory Materials." APL Bioengineering, vol. 8, no. 4, 1 Oct. 2024, doi:10.1063/5.0169558.