Física

El misterio del color rosa: La ilusión que engaña a nuestro cerebro

La luz se descompone revelando los colores del arco iris. Sin embargo, el rosa no se encuentra entre ellos

Estudios científicos han demostrado que la percepción del color rosa varía en función de una persona a otra
Estudios científicos han demostrado que la percepción del color rosa varía en función de una persona a otraRalphPixabay

La percepción de la realidad es un fenómeno complejo, que incorpora tanto los elementos físicos de nuestro entorno como nuestra interpretación subjetiva de estos elementos. O sea, que nuestra percepción de la realidad no se genera únicamente a partir de los estímulos sensoriales que recibimos, sino que también se ve fuertemente influenciada por la forma en que interpretamos y comprendemos dichos estímulos. Un buen ejemplo de esto lo podemos encontrar en el mundo de los colores. Concretamente, en el caso del color rosa.

A pesar de que percibimos el color rosa en nuestro día a día… porque está en todas partes, lo cierto es que podría decirse que no es algo real, porque no se encuentra en el espectro de luz visible que nuestros ojos son capaces de detectar. En realidad, el rosa es una creación de nuestro cerebro, una interpretación subjetiva de la combinación de varias longitudes de onda.

Pink Lady, una polifacética cantante, tiene toda su casa decorada de color rosa
Pink Lady, una polifacética cantante, tiene toda su casa decorada de color rosaImdbImdb

¿Por qué vemos un color que no existe?

Los ojos humanos son unos órganos sumamente complejos. No solo captan la luz, sino que además la transforman en impulsos eléctricos que nuestro cerebro descifra en formas, colores, sombras y profundidad. Este proceso nos dota con el sentido de la visión y nos ayuda enormemente a relacionarnos con el entorno. En la retina, la parte posterior del ojo, trabajan aproximadamente unos 130 millones de bastones que nos permiten observar la luz de nuestro alrededor… y 7 millones de conos que nos permiten separarla en colores.

La luz que percibimos con nuestros ojos es una combinación de todas las longitudes de onda de la luz visible, cada una de las cuales percibimos como un color diferente del arco iris. Sin embargo, el color rosa no se encuentra entre ellos. Cuando la luz incide en un objeto, algunas longitudes de onda son absorbidas por el objeto, mientras que otras son reflejadas. Las longitudes de onda reflejadas llegan a nuestros ojos y nuestro cerebro las interpreta como un color específico.

Los receptores de color en la retina humana, llamados conos, están especializados en detectar las longitudes de onda de la luz azul, verde y roja, pero no las de la luz rosa. Los objetos que percibimos como rosados no reflejan una longitud de onda correspondiente al color rosa. En su lugar, reflejan una combinación de frecuencias de luz. Concretamente, las frecuencias rojas y azules.

Dibujo de cómo se refractan las diferentes longitudes de onda que componen la luz blanca a medida que atraviesan un prisma.
Dibujo de cómo se refractan las diferentes longitudes de onda que componen la luz blanca a medida que atraviesan un prisma.Lucas VieiraCreative Commons

Nuestros ojos detectan estas frecuencias de luz y las transmiten a nuestro cerebro. Y el cerebro, por su parte, interpreta esta mezcla como un color nuevo, el color rosa. Es decir, los objetos que vemos como rosas absorben las longitudes de onda centrales y reflejan conjuntamente las frecuencias más extremas del espectro, que son las que se corresponden con rojo y con azul; permitiendo que nuestros ojos las combinen para crear el color rosa. En otras palabras, nuestro cerebro es capaz de crear un "color nuevo" que no existe por sí mismo en la naturaleza al combinar las longitudes de onda que vemos.