Paleontología
Revelan la trágica muerte de dos bebes pterosaurio hace 150 millones de años
Lucky I y Lucky II no fueron tan suertudos y la tormenta que acabó con ellos pudo haber devorado a miles de pterosaurios a finales del Jurásico
El pasado es caprichoso. De él nos llegan retazos, puntos desde los que intentamos reconstruir el dibujo completo. Y, cuanto más nos alejamos del presente, más escasos son esos puntos. Hace 65 millones de años, los dinosaurios no avianos desaparecieron tras casi 200 millones de años recorriendo el planeta, durante la Era Mesozoica. Nosotros conocemos el pequeño porcentaje que hemos podido desenterrar, de la ínfima parte que logró fosilizarse, sobreviviendo al tiempo. Los puntos a partir de los que reconstruimos el pasado no están repartidos de forma equitativa, se concentran en lugares con condiciones de fosilización privilegiadas y las especies grandes con huesos más robustos tenían más papeletas de llegar a nuestro presente. Esta es la historia de cómo han descubierto un punto inesperado a partir de dos ejemplares diminutos. Un punto del pasado que cambia el dibujo que habíamos podido intuir.
La historia comienza hace 150 millones de años, a finales del Jurásico en unas lagunas al sur de lo que ahora es Alemania. Hasta ahora, los expertos pensaban que aquel enclave era un paraíso para los pterosaurios, reptiles voladores que convivieron con los dinosaurios. En los yacimientos de Solnhofen, los paleontólogos han encontrado incontables restos de pterosaurios de pequeño tamaño y muy bien conservados. Algo realmente extraño tratándose de ejemplares pequeños y, en concreto, de especies con esqueletos frágiles que les permitían alzar el vuelo. ¿Dónde estaban los pterosaurios más grandes? ¿La laguna no tenía lugar para ellos? Sin embargo, el estudio que acaba de publicar la Universidad de Leicester en la revista Current Biology propone una interpretación totalmente diferente. El paraíso sería, más bien, un infierno lacustre.
Dos suertudos
Hace unos años, el paleontólogo Rab Smyth encontró la primera pista para resolver el misterio de Solnhofen: el fósil de una cría de pterodáctilo (la primera especie de pterosaurio conocido). Con apenas 20 centímetros de envergadura, la cría no solo estaba excepcionalmente preservada, sino que tenía un ala rota a la altura del húmero. Según estimaron los expertos, aquel “bebé” pterodáctilo tenía apenas unas semanas de vida (sino días) y, en un arrebato irónico, Rab Smyth decidió bautizarlo como Lucky que, en español, significa “suertudo”. El detalle con el que se había conservado el ejemplar y toda la información que podría ofrecer sobre los pterosaurios jóvenes lo convertían en uno de los hallazgos más interesantes de los últimos años, pero lo más interesante estaba todavía por llegar.
Un año después, Rab descubrió que Lucky no era un caso aislado. Encontró en Solnhofen otra cría de pterodáctilo con el ala rota. Si Lucky se había fracturado el húmero izquierdo, este se había partido el derecho. ¿A qué podía deberse? El segundo ejemplar fue inmediatamente bautizado como Lucky II y, a partir de ellos reconstruyeron una historia plausible. El tipo de rotura que presentaban encajaba con la que causaría una tormenta tropical, como las que esperaríamos encontrar en la “Alemania” de hace 150 millones de años. Eran fracturas por torsión, como si el viento hubiera retorcido sus alas, desgarrando el húmero y precipitando a Lucky I y Lucky II al agua.
Cientos de crías
Cabe esperar que, durante la tormenta, sus cuerpos se hundieran rápidamente en la laguna y que fueran cubiertos por material calcáreo, preservándolos en las increíbles condiciones que vemos hoy. Si esto es cierto, Lucky I y Lucky II pudieron ser solo dos de las infinitas víctimas que se cobraron aquellas tormentas. ¿Y si fueron ellas quienes derribaron a los cientos de pterosaurios que se han hallado en Solnhofen? ¿Y si buena parte de esos pequeños ejemplares eran las crías de especies de pterosaurios más corpulentas? Explicaría que los individuos más experimentados y con mayor envergadura sobrevivieran a las fuerzas de la tormenta y sus huesos resistieran las fuerzas de torsión.
Según indica el propio Rab Smyth en la nota de prensa: “Durante siglos, los científicos creyeron que los ecosistemas de la laguna de Solnhofen estaban dominados por pequeños pterosaurios. Pero ahora sabemos que esta visión está profundamente sesgada. Muchos de estos pterosaurios no eran nativos de la laguna en absoluto. La mayoría eran juveniles inexpertos que probablemente vivían en islas cercanas y que, desafortunadamente, fueron atrapados en tormentas poderosas.”
Lo cierto es que, probablemente, nunca podamos estar seguros de si la historia de Lucky I y Lucky II fue así y, mucho menos, de si fueron solo dos de los muchos pterosaurios devorados por las tormentas de Solnhofen. Sin embargo, la paleontología no puede buscar certezas, persigue construir las explicaciones más plausibles a partir de datos más precisos. Eso es lo que nos ofrece Rab Smyth, una historia que explica cuestiones que, hasta ahora, no entendíamos. La historia de una catástrofe en un mundo perdido.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Los pterosaurios no son dinosaurios, son reptiles voladores. Del mismo modo, los pterosaurios no eran necesariamente pterodáctilos, estos últimos eran una de las muchas especies de pterosaurios que habitaron el planeta.
REFERENCIAS (MLA):
- Smyth, Rab, and David Unwin. “Fatal Accidents in Neonatal Pterosaurs and Selective Sampling in the Solnhofen Fossil Assemblage.” Current Biology, vol. 35, no. 17, 5 Sept. 2025, doi:10.1016/j.cub.2025.08.006.