Prehistoria
El skin care salvó al Homo sapiens hace 41.000 años según la Universidad de Michigan
El ocre, la ropa y las cuevas pudieron marcar la diferencia entre sapiens y neandertales
Somos el mono desnudo. Así tituló Desmond Morris uno de los libros más famosos de la historia de la antropología y aunque el texto ha envejecido mal, entre los grandes simios, seguimos siendo inquietantemente pelones. Una peculiaridad anatómica que nos hace especialmente sensibles al inclemente Sol, capaz de dañarnos con su radiación ultravioleta, desencadenando quemaduras e, incluso, cánceres. Ahora, un estudio de la Universidad de Michigan ha descubierto que, posiblemente, nuestros antepasados de hace 41.000 años ya tomaban medidas para protegerse de rayos UVA del sol y que, de hecho, aquello pudo ser determinante para su supervivencia.
Y es que, aunque el Sol siempre entraña riesgos dermatológicos, hace 41.000 años tuvo lugar el conocido como “evento Laschamp” unos 700 años durante los cuales nuestro campo magnético se debilitó, dejando pasar mucha más radiación ionizante, esto es: la que tiene suficiente energía para dañar el ADN de nuestras células y producir mutaciones cancerígenas. Según el artículo que estos investigadores acaban de publicar en la revista de Science Advances, la protección frente a los rayos ultravioleta de estos siglos pudo ser suficiente para poner en jaque a algunas formas de vida y las técnicas para protegernos de ellas pudieron marcar la diferencia entre nosotros y nuestros parientes cercanos, los Neandertales, que se extinguieron hace precisamente 40.000 años. Sin embargo, esta última hipótesis es algo aventurada.
¿Por qué nos quemamos?
La luz del Sol no solo nos da calor y energía, también emite radiación ultravioleta, invisible, pero extremadamente energética. Esta radiación interactúa con nuestra piel provocando daños celulares. El cuerpo ha desarrollado una defensa: la melanina, el pigmento que da color a nuestra piel y que actúa como un escudo natural. Las más claras, al tener menos melanina, son más susceptibles a los efectos nocivos del sol, como quemaduras, envejecimiento prematuro o incluso cáncer.
La paradoja está en que esta capacidad de producir vitamina D también depende del Sol. Si la piel es muy oscura y se vive en una región con poca radiación solar, se reduce su síntesis, lo que puede causar problemas óseos o del sistema inmunológico. Por eso, los Homo sapiens que migraron a latitudes más altas evolucionaron hacia tonos de piel más claros. En un contexto de campo magnético debilitado como el del evento Laschamp, esta relación entre radiación solar, pigmentación y adaptación se volvió todavía más crítica. Pero… ¿qué pasó exactamente con el campo magnético?
¿Por qué se invierte el campo magnético?
El núcleo terrestre, compuesto de hierro fundido en constante movimiento, genera un campo magnético que envuelve la Tierra como un escudo. Sin embargo, este campo no es inmutable. Cada cierto tiempo se invierte o, como en el caso del evento Laschamps, pierden intensidad para reaparecer en otros lugares de nuestro planeta. Durante estos periodos, el campo se debilita, se fragmenta y permite que mayor cantidad de radiación cósmica y solar llegue a la superficie. En el caso del evento de Laschamp el campo magnético cayó a un 10% de su actual intensidad durante los primeros 250 años para, posteriormente, reaparecer debilitado en, aproximadamente, un 25% de su intensidad.
Hoy día contamos con tecnología dermatológica puntera para mitigar sus efectos y, aunque hace 41.000 años no, tampoco estábamos completamente desprotegidos. A juzgar por otros estudios analizando los yacimientos humanos de este periodo, los Homo sapiens aumentaron notablemente el uso de pigmentos como el ocre, con el que podían cubrirse la piel a modo de protector solar físico. Por otro lado, parece que aumentó también el uso de ropa, puede que, también, con el propósito de protegerse de la radiación ionizante. Finalmente, coincide con un momento de explosión del arte rupestre y, en general, donde encontramos más asentamientos en grutas, apuntando, tal vez, a un método para protegerse del Sol.
El uso de técnicas de protección solar entre nuestros antepasados de hace 41.000 años parece indiscutible. No hace falta que conocieran la radiación ultravioleta o las mutaciones en el ADN para comprender que, protegiéndose de la luz, su piel se quemaba menos. Sin embargo, otra cuestión muy diferente es si el ocre, la vida en grutas o la ropa respondían también a otras necesidades. O, mejor dicho, en qué medida lo hacían. No obstante podemos concluir que, en aquel mundo antiguo, donde nuestra historia todavía estaba por escribirse, sobrevivir implicaba adaptarse no solo a los depredadores, sino al mismísimo viento solar.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Para afirmar que los neandertales carecían de esta tecnología y que por ello se extinguieron es bastante controvertido. Entre otras cosas porque, por aquel entonces, sus poblaciones ya se habían cruzado con las nuestras y es de esperar que intercambiaran algo más que genes. Teniendo en cuenta que los hábitos de vida cavernarios y el uso de estas sustancias para protegerse del Sol está extendido incluso entre animales no primates, parece poco probable que la inversión del campo magnético explique la extinción de nuestra especie hermana.
REFERENCIAS (MLA):
- Mukhopadhyay, Agnit, et al. “Wandering of the Auroral Oval 41,000 Years Ago.” Science Advances, vol. 16, no. 4, 2025, doi:10.1126/sciadv.adq7275.