Covid-19
Rausell, el regreso deseado
La comida para llevar con pedigrí casero, donde el goce está garantizado, está servida. Su reapertura representa el derecho a ilusionarnos y el condimento ideal como preludio de vuelta a la normalidad
Anticipo que esta noticia va a gustarles, aunque los clientes rara vez son protagonistas de su propia historia, hay momentos en los que se produce esta situación. La reapertura de Rausell (C/Ángel Guimerá, 61), por el momento solo comida para llevar con pedigrí casero, donde el goce está garantizado, representa el derecho a ilusionarnos. La esperanza como condimento del futuro preludio de vuelta a la normalidad. Sin prisa pero sin pausa, un ejemplo a seguir en los tiempos que corren.
No recuerdo un piquete gastrónomo de bienvenida, tan fervoroso, como el que los clientes conceden a los hermanos Rausell. Expertos en hacer de la excelencia una discreta rutina y con un recetario cotidiano de gestos con los clientes. A todos les mueve la querencia como un mandamiento de lealtad, en ambas direcciones, lo que se conoce como el tercer ingrediente.
No es necesario buscarse coartadas para jerarquizar la visita a este establecimiento. La glotona incertidumbre llega a su fin. Todo lo que puedes pedirle a un establecimiento de comidas para llevar (y más), sin reserva obligada, lo encuentras en esta cocina infinita: arroces, frituras, guisos, tapas, pollos asados y postres.
No pretende ser la crónica de una apertura anunciada, pero los paladares ya parpadean de alegría tras dejar atrás su restaurante de cabecera el confinamiento. Las complicidades se tejen de manera natural mientras el instinto de supervivencia gastrónoma comparece en la fachada de Rausell en busca de comida para llevar, dónde mejor. Se masca la alegría, con distancia física, pero sin disimulos. Un banquete de vuelta a casa, desde un mostrador tan particular a mesa puesta como perfecta ecuación, con buen augurio para recuperar lo olvidado. Jugoso picoteo, que forma un listado bastante más extenso de concluyentes tapas y caprichos, antes de arrancar los motores con sus reconocidos arroces.
La puesta en escena de la reapertura tiende a ser algo más que un acontecimiento. Nos pueden tanto las razones del pasado como los avatares del presente para visitar este vademécun del takeaway patrio que volverá a prestar un auxilio imprescindible a los paladares hiperventilados y desbaratados que rara vez cocinan en su casa. Este hecho debe ser tratado de manera subsidiaria, no ventajista.
Los prolegómenos de la compra, mientras se observa el mostrador, sirven para calentar los variopintos y ajados paladares embelesados por los sabores que atruenan la nostalgia gustativa. Las miradas y conversaciones se superponen y se entrelazan entre los profesionales y los clientes. No quieren despertar de la ensoñación a la que son sometidos esta histórica jornada. Las legendarias patatas bravas se reivindican una vez más mientras las tentaciones triunfan con la llegada de las idolatradas frituras. No cabría mayor arrogancia que creerse uno inmune a este maravilloso reencuentro.
Ahora no toca abstenerse. Los paladares abrazados al mostrador brillan anclados al tsunami de deseos. Aunque el uso del pixelado emocional nos impide la identificación, hay clientes habituales que superan con dificultad la espera al sentir que el hoy es volver al ayer del ya lejano 13 de marzo. La prioridad no es abrir sino sobrevivir. Me apuntan.
Sus tapas, frituras, caprichos, arroces y pollos asados vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos y señores de nuestros paladares. Emoción y alegría mancomunadas. Dicho en plata, el gusto es nuestro. Nos quedamos con una certeza indiscutible, Rausell ha vuelto para quedarse, prepárense para lo mejor.
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