Gastronomía

La Reconquista de las terrazas

La historia de la restauración se escribirá este verano con la métrica de las terrazas como dueñas del destino de clientes necesitados de una mesa

El terraceo se ha convertido en un imperio en el que jamás se pone el sol: almuerzos, cafés, aperitivos, vermús, sobremesas, tardeo y cenas
El terraceo se ha convertido en un imperio en el que jamás se pone el sol: almuerzos, cafés, aperitivos, vermús, sobremesas, tardeo y cenasLa RazónTerrazas

La historia de la restauración se escribirá este verano con la métrica de las terrazas que viven una auténtica metamorfosis mientras nos refugiamos, literalmente, bajo el palio de sus sombrillas y toldos. Son el símbolo de la libertad, sin restricciones, con la obediencia debida de espacios, distancias y horarios reveladores.

Son una bendición que endulza la realidad asfixiante del interior de algunos establecimientos. Las terrazas como dueñas y señoras del destino de clientes necesitados de una mesa libre. Los barristas, entre los que se encuentra quien firma, aceptamos su soberanía por el momento.

Como es habitual no sabemos valorar algo hasta que se pierde. Resulta demasiado tentador, en el epílogo de la desescalada, el hecho de apostar como vocero y agitador del terraceo que estamos viviendo. Algo que no es solo patrimonio de unos pocos, pero que, en estas últimas semanas hemos practicado con especial frecuencia y un necesario descaro por obligación ante las restricciones en el interior de los bares.

Ocupamos el centro de un escenario rodeado de mesas, sillas y sombrillas mientras permanecemos sentados con el brazo levantado. El camarero, superado ante la marabunta de clientes ávidos del tardeo se demora, el público se lamenta, la ocupación se incrementa y algunos clientes impacientes parecen querer zarpar hasta otro islote hostelero cercano.

Otras terrazas tejidas durante su reapertura con cuidado, inteligencia y profesionalidad son capaces de soportar todo el peso que se le quiera poner encima.

Nunca ceden, siempre cumplen, ni en los peores momentos. Aunque los oráculos de la emergencia engrasados cotidianamente pretenden hacernos confundir churras con merinas, no todas son iguales, pero todas valen con tal de…sentarse.

Obsesionados con las causas justas de la restauración debemos reconocer, porque no decirlo, que en algún establecimiento conocido, pese a las medidas que lucía su currículum primigenio, impera la misma mediocridad tanto dentro como fuera.

Nos llevamos el dedo a la boca, pedimos silencio y paciencia al público «holigaan» que nos acompaña. No hay ninguna mesa en la terraza de al lado, la buena.

Costará unos minutos y cierto sacrificio, pero si la cerveza está fría quedaremos indemnes del encontronazo. El cojín de la necesidad impide que las quejas se instalen en la tertulia. Para eso mandamos, me dicen, entre risas, mientras contemplan el saldo del fondo.

Nos sitúan como avanzadilla, maldigo la responsabilidad del explorador accidental y sin vocación, en busca de lo imposible una mesa en plena hora punta. Sin crédito alguno es mejor sentarse que argumentar.

Los clientes habituales nos quieren prevenir contra el posible derrotismo al no encontrar sitio. Afrontamos la reserva tardía, para no caer en el catastrofismo de los tiempos de espera, alrededor de una lluvia de mensajes paliativos que nos señalan… «los próximos sois vosotros».

Las vulnerables resistencias se desvanecen al ver llegar las primeras cañas de cerveza. Los tambores de la feliz desescalada hacen el resto.

El apaciguamiento de los deseos a través del camarero desconocido… «tranquilos no os pongáis nerviosos, ahora os tomo nota» frente al deleitoso despliegue banaliza el momento.

En una situación excepcional la tentación de recurrir a la épica de brindar por la llegada de la fase 3 es difícil de resistir. Por su intermediación divina las terrazas anfitrionas se granjean un papel de liderazgo que se transforma en un brindis sin control, dónde de norte a sur de las mesas proliferan protegidos los «chin chin» a destajo.

El terraceo se ha convertido en un imperio en el que jamás se pone el sol: almuerzos, cafés, aperitivos, vermús, sobremesas, tardeo y cenas…. Algunas terrazas habían desaparecido para nunca más volver, versus ZAL, o eran mesas vertebradas en peligro de extinción. Un pasado reseñado en papel amarillento y quebradizo de denuncias pretéritas, nos demuestra que el ayer y el mañana serán distintos al ahora. La Reconquista de las Terrazas.