La desescalada en gastronomía
El monopolio de las terrazas
La historia de una restauración condicionada se escribirá en el epílogo del invierno solo con la métrica de las terrazas
La llamada hoja de ruta de la desescalada tiene un primer líder en la figura de las terrazas. En el prólogo de la tímida reapertura su presencia se convierte en una bendición para endulzar la realidad asfixiante. En los primeros compases adquirirán todo el protagonismo mientras clientes y profesionales dedicarán toda su energía a justificar su presencia en plazas y calles.
La historia de una restauración condicionada se escribirá en el epílogo del invierno con la métrica de la terrazas como dueñas del destino de los clientes. En esta etapa por la que atravesamos de vaivenes y aperturas limitadas su renacimiento puede suponer una bocanada ante los acantilados de restricciones a los que todavía se enfrenta la restauración durante la pandemia.
Volveremos a la casilla de salida, sin alejarnos en exceso, pero cargando la mayor parte del peso sobre las terrazas favoritas. De modo que por la fuerza de las evidencias es tiempo de volver a escenificar el ritual que galvanizará el gusto vitalicio.
Terrazas con abono, como vía rápida de acceso a almuerzos con royalties comprometidos, cafés, aperitivos y comidas remasterizadas, todo sin acortar las distancias recomendadas para que estas vuelvan a cotizar al alza mientras el interior de los restaurantes sigue en concurso de acreedores sin pulso.
Aunque los voceros y agitadores de las terrazas apuesten solo por su protagonismo y permanezcan sentados con el brazo levantado, mientras el camarero es superado por la marabunta de clientes, nada será igual. El terraceo se convertirá en un imperio en el que el sol se pone a las 18.00 horas. El mañana será distinto al ahora de manera transitoria, pero no será suficiente mientras el interior de los restaurantes permanece desmantelado. No es cuestión de querencias es orfandad que destila eres, ertes y fustraciones de manera continua.
Esperemos que el inicio del regreso mediatizado sea el reflejo de un pronóstico mil veces deseado. Las terrazas tienen rostro, múltiples caras que prometen experiencias ya conocidas. Hay una impresión inequívoca, la terraza competirá consigo misma durante esta primera fase de la desescalada mientras los clientes se transforman en «headhunters» en busca de novedades.
Con la paciencia de un cliente sin reloj y la voluntad planeada visitaremos las terrazas de apariencia tranquila como un desafío permanente. Ellas volverán a tomar las riendas del consumo. La felicidad estará fuera pero también dentro de cada uno de los clientes.Y esta es una buena noticia, salvando el abismo que supone mantener el cierre del interior de los restaurantes.
El efecto invernadero que sufrían las mesas y sillas escondidas se ha diluido, la deforestación de las aceras ha concluido mientras el frío paisaje de las plazas se evaporará. La radiación de clientes resurgirá en plena calle con vocación de aliviar tristezas.
Las calles se convertirán en un tablero de ajedrez formado por múltiples terrazas donde bares y restaurantes, los que puedan, dirimirán sus diferencias al compás del gusto de los clientes. No será difícil rastrear su influencia ya que se convertirán en lugares de peregrinación. La gran dama de la calle hostelera se propone – y lo conseguirá – encender la mecha de la futura recuperación. Más que razones hay sensaciones de verlas como tabla de salvación puntual con los horarios marcados.
De cómo evolucionen las condiciones de la maldita pandemia, de cómo se plateen esas querencias, de cómo se respeten las normas y se asuman las responsabilidades dependerá el porvenir de la primavera que nos permita arribar al cabo de buena esperanza gastronómica.
El axioma principal de nuestras protagonistas es el pluralismo. Habitan hoy las emociones compulsadas por un ejército de clientes, en cuarentena hasta mañana, que comenzarán una operación salida con un claro destino hacia el monopolio de las terrazas.
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