Gastronomía

Anfitriones ejemplares, sobremesas con mayúsculas

El reconocimiento de la élite gastronómica mundial sobre la restauración de Valencia es rotundo

El equipo del restaurante Central capitaneado por Virgilio Martínez, coronado como el restaurante número 1 del mundo y la plantilla de Rausell después de la cena celebrada en su establecimiento
El equipo del restaurante Central capitaneado por Virgilio Martínez, coronado como el restaurante número 1 del mundo y la plantilla de Rausell después de la cena celebrada en su establecimientoLa Razón

Hay momentos de la realidad que no permiten salirse de ella. Quizá usted haya escuchado recientemente hablar de la celebración de la gala ‘The World’s 50 Best Restaurantsdonde el restaurante Central, ubicado en Lima, del chef peruano Virgilio Martínez se coronó en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, como el mejor restaurante del mundo, seguido de los españoles ‘Disfrutar’ y ‘DiverXO’. Pero hoy no toca hablar de eso.

El zapping sobrevenido con las visitas de prestigiosos chefs, críticos, medios de comunicación y profesionales del sector a los restaurantes locales confirma que la experiencia se ha escrito con la métrica del éxito. La frase del título nos aproxima y nos comisiona para analizar lo que supone una semana como la pasada para la imagen de Valencia y su restauración mientras nos refugiamos, literalmente, bajo el palio del regreso a la normalidad.

Todas las predicciones se han cumplido al pie de la letra. La legitimidad de cualquier valoración requiere de una premisa previa innegociable, el respeto a una realidad que describe el reconocimiento de la élite gastronómica mundial al salto cualitativo que ha experimentado la restauración valenciana.

La palabra «anfitrión» evoca al instante agradecimiento. Dicen que rendir homenaje es una prueba de gratitud. Por eso nunca es mala decisión recordar la satisfacción que ha provocado a las grandes estrellas de la gastronomía mundialvisitar una ciudad bajo el paraguas de modélicos cicerones culinarios.

La tan gastada palabra anfitrión, que, a veces pierde cierto significado, se reanima y fortalece gracias al trabajo de restaurantes pensados para alcanzar el absoluto bienestar gustativo. Su cercana empatía culinaria, como guardianes de las esencias de la gastronomía del producto de proximidad los convierte en el elemento agitador de cualquier sobremesa difícil de olvidar.

El mundo del presente tiene su futuro limitado, pero el de la nostalgia de la última edición de los the World’ 50 será ilimitado. Viajar hacia los días vividos recientemente en Valencia engrandece el espíritu al recordar a los anfitriones con nombre propio que han hecho disfrutar del encuentro a chefs, periodistas y críticos. Porque fundamentalmente el destino que anhelaban estaba en las experiencias vividas.

Nuestros cicerones gastronómicos imprimen su carácter para acentuar la satisfacción de las visitas recibidas, tienen animosa empatía en las venas y una pasión anfitriona desbordante. Su capacidad de influencia es inmediata. Siempre cumplen mientras transmiten la querencia hacia su ciudad, Valencia, con naturalidad. Son capaces de cambiar el itinerario emocional de cualquier encuentro.

Nada se puede añadir a lo publicado, ya es de sobra conocido, que nuestros grandes embajadores culinarios, Quique Dacosta y Ricard Camarena están entre los mejores del mundo. El primero en el puesto número 20 donde la creatividad y elegancia de sus propuestas le ha permitido subir 22 posiciones respecto a la lista de 2022. Ni del gran momento de la cocina latinoamericana donde brilla con identidad propia la peruana.

Hoy hay que hablar también de los otros anfitriones más anónimos que han colaborado en este pasacalle gourmet en que se convirtió Valencia. Profesionales de la hostelería, de la restauración, de la coctelería, dotados de un carácter antifatiga ante cualquier cliente especial que desafía las meras expectativas, que han desarrollado una acentuada oratoria, con un disco duro ilimitado, a tiempo completo, adaptado a todos los caracteres que han poblado el universo de los visitantes vips mientras permanecían atentos para solucionar cualquier cuestión, sin aguijonear conciencias gourmet ni romper solemnidades. Siempre en su justa medida. Las bases para que culminara felizmente cualquier sobremesa estaban echadas.

El reconocimiento es algo que debería ser materia obligatoria. Los detalles recibidos son una fuerza movilizadora que vivirá de forma omnipresente en la mente de los ilustres visitantes para volver a reencontrarse con una restauración valenciana donde la adrenalina anfitriona se dispara de manera cotidiana.

Cuando afrontamos la ronda de consultas con profesionales referentes sobre lo que ha supuesto esta última semana para Valencia todos coinciden. «Uno se da cuenta», me dice un conocido restaurador con lecturas y sabiduría, «al cabo del tiempo, que algunos encuentros dejan una huella indeleble y detalles que nunca se olvidan». La segunda respuesta que acude es obvia, «no se debe esquivar la oportunidad de volver a organizar actos similares».

Es evidente que el encuentro tenía algo especial. Reencontrarse con una Valencia donde la restauración brilla más que nunca por los esfuerzos desplegados. El nivel ha subido mucho y las exigencias, aún más. Los detalles y piropos singulares recibidos en forma de artículos y entrevistas por parte de los periodistas extranjeros, críticos especializados y chefs reconocidos que han visitado Valencia merecen la extensión escrita del reconocimiento, hay más que motivo. Anfitriones ejemplares, sobremesas con mayúsculas.