
Gastronomía
Antología del maridaje como estímulo revitalizante
Casa Rocher, el paraíso de las anguilas y los vinos atlánticos de Eladio Piñeiro se convierten en una oda al maridaje

La tan gastada palabra maridaje, que, a veces pierde cierto significado, se reanima y fortalece gracias a los gestos de gente como los socios de la asociación gastro-enológica «El Gran Colpet», el restaurante Casa Rocher y un bodeguero como Eladio Piñeiro. La garantía de su éxito, sin duda, se basa en la división de los poderes, gastrónomo & sumiller y su equilibrio.
Los préstamos entre la gastronomía y la enología tienen doble dirección. Hay influencias mutuas que duran y enriquecen a ambas partes. Como es el caso de la anguila y los vinos atlánticos gastronómicamente musculados para sobremesas con retornos gustativos. Para quienes nacimos un poco curiosos hacia los universos del vino y la anguila, los maridajes con identidad pueden tener un disfrute muy distinto al imaginado, como esta jornada con poniente gustativo donde la satisfacción sopla desde el interior de los paladares
Un maridaje de relevancia culinaria mediterránea y pauta vinícola gallega.
La excelencia de Casa Rocher (Carretera, Avinguda Nazaret-Oliva, 18, en Mareny de Sant Llorenc), como el paraíso de la anguila y los vinos armoniosos y gastronómicos de Eladio Piñeiro. Aunque no hace falta aleccionarlos, la mayoría de los presentes atesoran una acreditada experiencia en materia de sumisión al albariño, la presencia del bodeguero gallego desde Villagarcía de Arosa hace el resto al depositar su caudal de conocimiento y criterio.
La anguila maresa al horno centra todas las miradas. Máxima solemnidad y expectación ante su llegada. Controlamos los ímpetus, mientras se inicia el culto. Una profecía que se impone con rotundidad, este plato tiene a favor todas las voces autorizadas y forma un perfecto prólogo a lo que nos aguarda.
La suntuosa puesta en escena del clásico «all i pebre» es algo más que un acontecimiento. Su llegada provoca la sugestión habitual al ver un símbolo totémico culinario. Aunque es difícil exagerar la importancia del caldo para algunos comensales, este invita a una inmersión para ver los fondos que producen la perfecta cocción de la patata y la anguila.
Confianza ciega en los vinos presentados. La frase más sugestiva del padrenuestro es «no nos dejes caer en la tentación». Para cada uno de nosotros hay dos tentaciones irresistibles, de la que no podríamos librarnos al probar «Envidia Cochina», albariño de crianza y «Amodiño Finis Terrae», albariño de crianza con lías de tres añadas que rescata sabores y aromas de los vinos antiguos y los traslada al presente. «La Ola, origen azul», albariño equilibrado, largo y complejo llega como algo justificado, como una interrupción pertinente entre las dos referencias anteriores.

El remate final con «Frore de Carme, reserva doble lías», un albariño en homenaje a su mujer, que suscita satisfacción reverencial y desborda la escala. Es el rey de la bodega al que no se puede destronar. Con poco más de cuatro vinos, descubrimos la osamenta motivacional de un maridaje singular.
Eladio Piñero
Eladio Piñeiro toca todas las teclas del proceso, prefiere el todo de la singularidad a las partes, controla todo los tiempos, su pasión por el vino se desnuda totalmente al escucharlo. Nuestro protagonista accedió a los penetrales del vino como distribuidor cuando otros a su edad, garabateaban sueños juveniles. El tiempo, que tanto destruye, no ha podido borrar de nuestro acervo vinícola el nombre de su primera aventura «Mar de Frades».
La conversación se recrea en un minucioso anecdotario, cuando se cumplen cuarenta años de su fundación. Ahuyenta la nostalgia sin condiciones, cuando recuerda por qué vendió la primigenia bodega, una grave enfermedad de su mujer, ya recuperada, para iniciar otra aventura, más singular todavía, años después.
Quienes ocupamos, puntualmente, espacios en los diarios deberíamos tener la obligación de confesar nuestras preferencias por estos maridajes con identidad propia. Y a eso voy en mi justificado optimismo. La unanimidad de los participantes viene al pelo para poner de manifiesto algunos detalles sobre el encuentro. El primero, que no es cosa extraña convertirse en devoto admirador de un bodeguero a quien conoces personalmente desde hace 24 horas. Es lo que hay.
Nada se puede añadir a lo publicado, salvo que a veces el mundo del vino acierta al desprenderse de su coraza mercantil y es capaz de hacer posible conocer al héroe bodeguero, cercano y con duende, categoría poco habitual. Mi conclusión, después de darle vueltas al asunto es que hasta los gastrónomos en perpetua perplejidad se entregan como estímulo revitalizante a la antología del maridaje, créanme hay más que motivo.
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