Un año de la dana de Valencia

Mazón, un año de resistencia y con el objetivo de agotar la legislatura

El presidente de la Generalitat valenciana ultima otra renovación de su Consell con un partido que ha cerrado filas en torno a su relevo

El presidente Carlos Mazón durante un acto en el Palau de la Generalitat
El presidente Carlos Mazón durante un acto en el Palau de la GeneralitatRober Solsona/ EP

De esperar a que en cualquier momento se produjese el anuncio de su dimisión a que se especule con que el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, pueda ser candidato en 2027. Esta es la evolución que ha experimentado la situación política del jefe del Consell desde que en octubre de 2024 una dana arrasase la provincia de Valencia. La magnitud de la tragedia puso en el punto de mira su gestión y las miradas se dirigieron hacia Mazón cuando se confirmó que, tras acabar una reunión con los sindicatos y la patronal, se dirigió a un restaurante cercano al Palau de la Generalitat a compartir almuerzo con la periodista Maribel Vilaplana.

Meses de especulaciones y de explicaciones no han frenado el desgaste que esta decisión ha generado en su imagen convirtiéndolo en el blanco perfecto de la izquierda.

Mazón vinculó su propia continuidad al resultado de la reconstrucción. Lo hizo así desde aquel 15 de noviembre en el que compareció a petición propia en Les Corts. «Ha habido cosas que no se hicieron bien», admitió, pero repartió responsabilidades y señaló ya entonces a los cómplices de la tragedia: la Aemet y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) para mantener con fuerza una afirmación: «No se puede actuar si no se tiene información».

Desde la Generalitat todavía hoy se sigue señalando a Aemet por no haber advertido de que las lluvias serían de una magnitud nunca conocida. «Que avisase de que iba a llover 180 litros por metro cuadrado no es lo mismo que los 800 litros que finalmente se registraron». Aemet se defiende asegurando que siempre hablan de umbrales y que, por tanto, esa cifra podía superarse, pero también reconoce que, para casos como el de la dana, habría que establecer una «alerta negra».

Por lo que respecta a la CHJ, Mazón insiste en que su presidente, Miguel Polo, presente en el Cecopi, no avisó de la crecida del barranco del Poyo, pues toda la atención estaba puesta en que la presa de Forata pudiera romperse.

Ninguno de estos argumentos le sirve a la izquierda. Aquel 15 de noviembre ya pidieron su dimisión por falta de previsión y por no estar al frente de la gestión del temporal y, fundamentalmente, porque la Generalitat envío la alerta a la población cuando, según ya ha determinado la jueza en su auto, se habían producido la mayoría de las muertes.

Tanto PSPV y Compromís insisten diariamente en su dimisión. Durante un año la fiscalización a la labor del Consell ha quedado prácticamente reducida a esta cuestión. Con todo, la firmeza con la que reclaman su dimisión es inversamente proporcional a los deseos de que esto se produzca pues, en términos electorales saben que la hipotética candidatura del presidente en las próximas elecciones les beneficiaría. A día de hoy, las encuestas publicadas dan ganador al bloque de la derecha. Mazón pierde votos, pero el PP mantiene la Generalitat con un Vox que ha encontrado en su apoyo al presidente la mejor manera de sumar votantes en la Comunidad Valenciana.

Compromís también se mueve con escasas dificultades en la fiscalización de la tragedia. Su portavoz en Les Corts, Joan Baldoví, no solo señala a Mazón como el presidente autonómico favorito por el líder de Vox, Santiago Abascal, sino que se permite poner en duda las cuestiones que no ve claras del Gobierno. Un asunto que se ha convertido en el centro del discurso de Vox, que culpa al Ejecutivo de Sánchez de haber olvidado a los valencianos y también de abanderar un ecologismo que impidió ejecutar las obras hidráulicas que habrían evitado la catástrofe.

Los socialistas valencianos presumen sin complejos del compromiso del Gobierno de Pedro Sánchez pese a que este ha rechazado cualquier trato directo con Mazón. Las peticiones de este último no han obtenido respuesta y no ha habido ni una sola reunión entre ambos para abordar las urgencias de la reconstrucción.

Silencio ante su propio futuro

Mientras, Mazón rechaza en público hacer cualquier manifestación que tenga que ver con su futuro político. Desde su entorno siempre se pone de manifiesto una cuestión. «Tendrá que decidir si personalmente puede seguir al frente», pues ha asumido que mantener la Presidencia implica vivir en la cuerda floja y estar expuesto al rechazo social en sus apariciones públicas. Su familia y su círculo más próximo ha sufrido mucha esta situación. En su resistencia va la penitencia y, a menos que cambie su situación judicial se da por hecho que acabará la legislatura.

El PPCV ha cerrado filas. En privado no se niega que la gestión de la emergencia fue manifiestamente mejorable y se critica que Mazón no normalizara desde el primer día su presencia en la zona cero. Solo el ex presidente de la Generalitat, Francisco Camps, ha salido a postularse como candidato a presidir el partido, pero ni ha recibido el apoyo de Génova ni hay prisa por celebrar un congreso. Ni siquiera hay previsión de que se celebre en 2026.

En este escenario, y pese a su insistencia en que su lugar está en la Alcaldía de Valencia, María José Catalá, sigue siendo la candidata mejor valorada. Nadie duda de su capacidad.

Mazón está librando la carrera de fondo más compleja de su vida. Sus objetivos son dos: acometer una reconstrucción ejemplar sin descuidar el programa de Gobierno con el que convenció a los valencianos en 2023. Con la destitución de la ex consejera Salomé Pradas, armó un Consell con un vicepresidente segundo, Francisco José Gan Pampols, que debía conseguir devolver la normalidad a la provincia de Valencia en un tiempo récord.

El teniente general ha puesto fecha al fin de su misión. El 4 de noviembre abandonará el Consell y Mazón volverá a mover fichas para conformar un nuevo Gobierno y seguir en esprint hasta el final de legislatura.

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