DANA en Valencia
El «renacer» de la pedanía valenciana de La Torre, la ‘zona cero’ de la solidaridad
Diez días después de la DANA, las calles no acumulan fango ni coches agolpados. «Vamos a resurgir»
Diez días después de la mayor catástrofe natural sufrida en España que devastó gran parte de la provincia de Valencia, todavía son visibles los estragos de una DANA que ha quedado marcada a fuego en el corazón de la ciudadanía. La planta baja de Manuel, un vecino de la pedanía valenciana de La Torre, todavía conserva los restos de la devastación, y sus rincones acumulan restos de lodo y barro. Mientras limpia con un cepillo la suciedad de la puerta, celebra que ya no hay fango en el interior, y tras asegurar que tardará varias semanas en «volver a la normalidad», agradece la ayuda de los cientos de voluntarios que han mostrado su solidaridad esta semana. «La Torre renacerá».
Esta pedanía fue una de las más afectadas por las inundaciones del pasado 29 de octubre, y aunque pertenece al término municipal de Valencia, se encuentra muy próxima a otros municipios como Alfafar, Benetússer o Paiporta. Es su cercanía a Valencia la que le ha permitido avanzar más rápidamente en las labores de limpieza, ya que el rápido acceso a esta zona facilitó la llegada de los voluntarios. En la memoria quedará para siempre la imagen de miles de personas cruzando el puente un día después de la riada, bautizado ahora como «puente de la solidaridad».
Los restos de la inundación todavía son visibles en cada rincón de la localidad. Las calles están teñidas de barro y en las paredes se puede contemplar la línea que marca el «hasta aquí llegó la riada». Pero si hace apenas cinco días esas mismas calles eran balsas de fango y los coches se acumulaban en las esquinas, actualmente se puede pasear por La Torre mientras las máquinas y los efectivos de limpieza avanzan en sus labores de desescombro.
«Gracias a todos los que han venido a echar una mano, La Torre puede resurgir», explica Eva, propietaria de un bajo comercial que quedó totalmente anegado. Ayer, por primera vez desde la inundación, pudo abrir la persiana y comenzar con las labores de extracción de agua y limpieza de lodo. La persiana, como tantas otras, estaba destrozada y no podían acceder al interior, pero con la ayuda de los efectivos desplazados y de su propia familia, ahora pueden empezar a vaciar el local. «Fue indignante que no viniera nadie durante las primeras horas de la riada. Ni el ejército, ni los bomberos, ni nadie a ayudarnos. Todo lo que tenemos se lo debemos a los voluntarios que al día siguiente estaban limpiando. Me da igual de quien sea la culpa, pero esto no puede volver a repetirse».
Pasear por las calles de La Torre se ha convertido en casi un «milagro» en comparación con el resto de municipios afectados. Pero aún queda mucho trabajo por hacer. En uno de los garajes se ha conseguido extraer todo el agua, pero en su interior todavía quedaba una quincena de vehículos que había que sacar con la ayuda de una grúa.
Paco, vecino de la finca, es trabajador del servicio de mantenimiento y limpieza de edificios SAV, y no puede evitar emocionarse al relatar cómo él mismo es uno de los supervivientes de la noche en la que la DANA desbordó barrancos y ramblas. «Apenas tengo recuerdos de esa noche, solo sé que estuve agarrado a un muro durante horas y horas, mientras todo el agua me arrastraba y tiraba de mi. Gracias a un vecino, que me tiró una cuerda, pude atármela alrededor y me salvó la vida. Podría decir que he cumplido nueve días de mi nueva vida».
[[H3:«Nos ha destrozado»]]
Pero aunque poco a poco pueda parecer que La Torre vuelve a la normalidad, todavía queda mucho por delante. Elvira, una vecina de 70 años, dedica sus días a limpiar el patio de su finca, así como los bajos y la escalera. Una vez que está la calle despejada, ella puede focalizar sus esfuerzos en recuperar la normalidad de puertas para adentro. Eso sí, no puede evitar derrumbarse al recordar todo lo vivido. «Esto nos ha destrozado».
Algo tan cotidiano como ir a hacer la compra es algo que tardará en repetirse, ya que los supermercados quedaron devastados y hasta que no acaben las tareas de desescombro y limpieza, no podrá iniciarse la recuperación de estos establecimientos y la reposición de los alimentos. Mientras tanto, reciben comida de los servicios del Ayuntamiento, de los voluntarios y de las asociaciones que reparten comida y bebida entre las familias afectadas.
Un colegio recién estrenado
De entre las miles de historias que deja la riada, también se encuentra la del CEIP Padre Manjón, un centro educativo que abrió sus puertas el pasado mes de septiembre y que se ha visto totalmente devastado por la inundación.
La propia Elvira, que actualmente está jubilada pero que trabajó en dicho centro durante 35 años, relata cómo debido a unos desprendimientos el colegio tuvo que cerrar y derivar a los alumnos a barracones provisionales. Este año, con el inicio de curso escolar, se estrenaban las nuevas instalaciones y, con ellas, la ilusión de los alumnos y familiares por tener un centro en buenas condiciones cerca de casa. Ahora, tras la devastación, muchos de los alumnos han tenido que ser derivados a colegios acogedores en municipios como Quart de Poblet, Silla, Manises, L’Eliana o Valencia, entre otros. Mientras tanto, entre todos, vecinos, servicios municipales, bomberos, policías y voluntarios, se continúa trabajando sin descanso para el renacer de La Torre.
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