Festejos
La Tomatina de Buñol celebra su 75 edición por todo lo alto
El turismo nacional y europeo se vuelca en la primera “batalla” tras la pandemia
Los tomates han pasado tres años más tranquilos de lo normal en Buñol desde 2019, fecha de la última Tomatina, la tradicional fiesta en forma de batalla campal de este municipio valenciano donde la única munición son los tomates.
130.000 kilos de la variedad pera -carnosos y con la piel fina- se han utilizado en la última edición de este evento, que llegaba después de dos años de aplazamientos a causa de la pandemia. Cultivados en Chiches (Castellón) únicamente para este fin, son demasiado amargos para comérselos, pero perfectos como proyectiles.
A las doce en punto sonaban las carcasas pirotécnicas que dan inicio a la Tomatina: seis camiones cargados con miles de tomates han ido abriéndose paso lentamente entre la multitud que llenaba las calles del recorrido -unos 7.000 vecinos de Buñol y 8.000 extranjeros, principalmente europeos-, ataviada con camisetas blancas y gafas de buceo que protegen del ácido de las frutas.
“Puede que sea la Tomatina más buñolera y con menos extranjeros”, ha explicado la alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, puesto que en algunos países aún se mantienen las restricciones. Exceptuando ese año, la mayoría de los asistentes extranjeros a la Tomatina provienen de Asia.
A causa de la pandemia de coronavirus, en 2020 no se pudo celebrar el 75 aniversario de la celebración, que finalmente se ha desarrollado este año, bajo el lema “No te lo puedes perder”, y que supone unos ingresos económicos de unos dos millones de euros para la provincia de Valencia.
A la una del mediodía sonaba la segunda carcasa, que marca el final de la “batalla” y el inicio de las tareas de limpieza, facilitadas gracias a las grandes lonas de plástico que en los últimos años protegen las fachadas de las casas buñolenses. Las calzadas y las aceras terminan teñidas de rojo, ahogadas en un río de tomate que tardará un año en volver a inundar el municipio.
Un dispositivo especial ha velado por la seguridad de los participantes y ha facilitado el acceso a Buñol, localidad que ha comenzado el día con un pequeño susto, cuando un deslizamiento de tierra ha causado un socavón y ha obligado a desalojar a doce personas.
Pelea a tomatazos
El origen de la Tomatina, declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional hace dos décadas, hay que buscarlo en 1945, durante la celebración de un desfile de gigantes y cabezudos.
Un grupo de jóvenes buñolenses resistía, desde la barrera, el calor del último fin de semana de agosto, sin entender qué interés tenía la procesión. Para acabar con el sopor de la canícula, decidieron colarse en el desfile: así al menos lo verían desde otra perspectiva.
Quiso la fortuna que al entrar los jóvenes en la comitiva, uno de los participantes cayera al suelo. Enfurecido, empezó a arrojarse contra todo cuanto estaba a su paso, y a su paso había un puesto de venta de fruta y verdura.
Voló un tomate y la multitud, contagiada rápidamente, comenzó a lanzarlos a su vez. La Policía no tardó en disolver esta primera Tomatina espontánea, pero un año después el mismo grupo de jóvenes volvería a repetir la hazaña, esta vez intencionadamente: la Tomatina surgía del pueblo y para el pueblo quedaba, convirtiéndose con los años en uno de los mayores atractivos turísticos de esta localidad valenciana.
En 1957 la Tomatina fue prohibida, y los vecinos de Buñol “enterraron” el tomate, desfilando por la localidad cargados con un ataúd en el que habían metido un tomate de grandes dimensiones. En 1959 la fiesta volvió a permitirse gracias a la presión popular, y se celebró anualmente hasta el año 2020, a causa de la pandemia del coronavirus.
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