Sant Jordi
Diario de una cuarentena con niños: Día 41
Especial Sant Jordi: Lo que leen los niños. (Nuestras recomendaciones para el día del libro)
-¿Qué hacéis fuera? ¡No se puede salir que hay coronavirus!-, grita Marc.
El hijo de cinco años habla con alguien que hay al otro lado de un teléfono de plástico rosa.
-¡Ah! Vale, si vais en una lancha motora, entonces podéis salir-, concluye.
Aunque meterse en conversaciones ajenas es de mala educación, la charla de Marc me tiene intrigada y le pregunto que quién ha salido a dar una vuelta en su lancha motora.
-Nico y su madre, Amanda-, me dice, -tienen una casa al lado del mar-.
-¡Qué suerte!-, pienso.
Marc sólo conoce a un Nico, su primo. Y su madre no se llama Amanda. Nico y Amanda resulta que son unos personajes de una serie de televisión que han descubierto navegando entre plataformas cuando su padre y yo estamos ausentes por culpa del trabajo.
En este experimento social, con centenares de millones de personas confinadas, en el que tú o yo también nos hemos convertido en ratones de un laboratorio a escala mundial, Marc y Bruna han incorporado a sus juegos a un montón de amigos nuevos. Hace cinco semanas, a la hora de los cuentos, éramos los de siempre: Marc, Bruna, la cabrita bonita, el señor reno, Cloe, Aniol y yo. Dos niños, dos peluches, dos muñecas y un adulto. Ayer, en mi cama, porque ahora los cuentos se explican allí, había, sin exagerar, más de veinte muñecos. La mudanza está justificada, toda la pandilla no cabe en una cama de metro ochenta. Aunque cuando se duermen, luego me paso una hora sacando peluches que se agarran a las sábanas.
Lo más fascinante es que todos los muñecos tienen un nombre. Que en la pandilla cada vez son más. Y que van juntos a todas partes. Para trasladarlos de la habitación a la cocina y de la cocina al salón utilizan una caja de cartón que en su mundo hace de coche, y en la que han pintarrojeado tres ventanas y un volante. La caja va arriba y abajo tan llena de personajes que si los parase la Guardia Civil se irían directos al cuartelillo por conducción temeraria.
Mientras los padres hemos estado ocupados, los niños han creado un universo con personajes sacados de series de Netflix, Disney+ y el planeta Youtube. Pese a que les insista una y mil veces que no pierdan el tiempo en Youtube, el reto está en desafiarme y tarde o temprano los pesco viendo los mejores goles de Leo Messi a ritmo de una música estridente. Hay veces que la cosa es peor: adultos que se han tragado un globo de helio para jugar con muñecos o niños que desenvuelven huevos kinder.
Cuando los pillo desafiándome, instintivamente, pego un grito. Pero luego me arrepiento, porque la culpa es mía por abandonarlos delante de la tele. Esta tarde, hemos vuelto a esconder el mando. Lo llevamos haciendo varios días y el resultado es maravilloso. Juegan con la pandilla, arriba y abajo, con Pat y Nico, de “Patatín y Patatón”, y otros tantos a matar fantasmas, como hacen “Los Cazafantasmas”. Yo quería hacer una rosa de Sant Jordi con tallarines y pintura, pero los he llamado 57 veces, no me han hecho ni caso y al final he asumido que este 23 de abril no tendré rosa.
Quien diga que la televisión es mala, es un negacionista. Porque también ayuda a inventar historias. Al fin y al cabo, sin películas como “Los Goonies”, “La Historia Interminable”, “It” o “E.T.” no tendríamos la serie de “Strangers Things” con la que millones de adultos hemos pasado momentos inolvidables. Y sin libros, como los de Roald Dalh, JK Rowling, George R.R. Martin o Michael Ende, no viviríamos noches memorables mirando la televisión. La imaginación es un pez que se muerde la cola. ¿Somos capaces de imaginar algo a partir de cosas que no hayamos visto antes?
Esta noche, para celebrar Sant Jordi, hemos elegido nuestros diez cuentos preferidos. En la cama nos espera toda la pandilla. Cenamos pronto para que no nos toquen las doce.
- Empezamos por una versión de “La llegenda de Sant Jordi”, con un vocabulario muy rico, de Màrius Serra y Cristina Losantos, editado por “Estrella Polar”.
- Seguimos con el maravillos “Estamos aquí”, (Ed. Andana), del ilustrador Oliver Jeffers, un manual que dibujó y escribió cuando nació su hijo Harland donde explica quienes somos y dónde vivimos. Adoro ese consejo: “Si necesitas saber algo más, pregunta. No estaré muy lejos. Y cuando no esté cerca, siempre puedes preguntar a otra persona”.
- Cambiamos la lectura un rato para jugar con el libro ilustrado “Mogollón”, de Mia Cassany y Miguel Bustos, editado por Mosquito Books. Les encanta acompañar a Lucas que ha salido a buscar una novia en lugares con mucha gente. Es un “Busca a Wally” reinventado, con más de 450 retos, juegos y preguntas.
- Del mismo estilo, también les gusta mucho “On és el drac”, de Magela Ronda, editado por Penguin Random House. En este libro, el dragón Ricard, que a diferencia del dragón de la leyenda de Sant Jordi solo devora libros, propone retos visuales en cuentos tradicionales.
- Para practicar las primeras lecturas, tenemos cuentos de la serie Cavall, editados por Combel. Los de “arri tatanet” son para los niños que aún no leen. Los del “trote”, para los que conocen ya algunas letras. Y los del “galope” para los que se acaban de iniciar en la lectura. Hay títulos clásicos e inéditos.
- Para trabajar las emociones, nos quedamos con el clásico de Anna Llenas, “El monstruo de los colores", (Cuentos Flamboyant) y ”¿Qué bigotes me pasa?", de María Leach y Olga de Dios, un cuento que es pura poesía, editado con tinta flúor por Baobab.
- Antes de la cuarentena, los sábados que nos quedábamos en la ciudad, solíamos ir a nuestra librería de cabecera, “Casa Usher”, a que nos contaran un cuento. De allí hemos sacado algunos de nuestros cuentos preferidos como el de “Nieve”, de Sam Usher, editado por Patio. ¿A quién no le gusta la nieve?
- “Cuando Max se puso su disfraz de lobo le entraron unas ganas irrefrenables de hacer travesuras, y entonces su madre le llamó «¡MONSTRUO!» y Max le contestó «¡TE VOY A COMER!». Y lo castigaron enviándolo a la cama sin cenar”. Entre nuestras lecturas, no podía faltar este clásico que Spike Jonze, Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak, (Alfaguara), una historia para leer y pensar, de niño y de adulto.
- Y para acabar, leemos algún verso o cuento de lo que Gloria Fuertes escribió y rimó, y sobre cómo se ganó un beso. “El libro de Gloria Fuertes”, de Blackie Books, empieza con esta dedicatoria: “Dediqué un libro a una niña de un año y le gustó tanto que se lo comió”. Y acaba con este poema: “Era un niño que no crecía/ porque no leía. / Un día su tía le regaló el Cuento de los Brujos, con muchos dibujos. / El niño se sentó a leer y empezó a crecer”. ¿A que san ganas de devorar lo que hay dentro de estas dos rebanadas literarias?
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