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Moby: «Tuve fama, alcohol y drogas y nada resolvió mis problemas»

Richard Melville Hall tomó su nombre artístico de «Moby Dick», la obra maestra que escribió su bisabuelo, Herman Melville. Fue una megaestrella de la electrónica y se enfrentó a su propia ballena blanca: las drogas y el alcohol. Ahora lo ha dejado todo, hasta las giras. Publica un disco con el que no espera «ningún resultado comercial»

Moby: «Tuve fama, alcohol y drogas y nada resolvió mis problemas»
Moby: «Tuve fama, alcohol y drogas y nada resolvió mis problemas»larazon

Fue una megaestrella de la electrónica y se enfrentó a su propia ballena blanca: las drogas y el alcohol. Ahora lo ha dejado todo, hasta las giras.

Sí, su bisabuelo era el gran escritor, pero hay poco que hablar de su familia. El padre de Richard Melville Hall, descendiente directo del autor de «Moby Dick», se mató en un accidente de tráfico cuando el futuro músico apenas tenía dos años. Su madre, también descendiente de una acaudalada familia de Wall Street, se hizo cargo (de mala manera) de su crianza y el chico terminó creciendo con otros familiares. Lo que sabíamos de él eran sus asépticas canciones sirviendo en centenares de anuncios de televisión y en las secuencias melosas de comedias románticas. Del hartazgo que provocaron los temas de «Play» hasta Eminem fue portavoz –le dijo la sartén al cazo– y asesinó una efigie calva del músico en uno de sus videoclips. «Estás viejo y ya nadie escucha techno», cantaba el rapero sin la menor dote de visionario. Moby era un muermo por consenso hasta que publicó su autobiografía este mismo año (está a punto de aparecer en castellano) culminando un proceso de desintoxicación. En sus páginas, el músico se despierta en casas desconocidas rodeado de siete u ocho extraños desnudos y cuenta su lucha contra el alcoholismo y las drogas hasta hacerse vegetariano cristiano. Ahora ha publicado un álbum grabado junto a The Void Pacific Choir, «These Systems Are Failing», una crítica a la esclavitud de la tecnología que, advierte, no piensa interpretar en directo.

–La gente estaba esperando un disco calmado o ambiental, pero el álbum es todo lo contrario. ¿Quería sorprender?

–Soy consciente de que estamos en 2016. Tengo 51 años y no salgo más de gira y no espero que la gente compre música, porque sé que no lo hace. Así que en este punto de mi vida no puedo ambicionar ninguna clase de consecuencias comerciales. Grabo un disco, sinceramente, por el amor de hacerlo. Y entiendo que quien sólo conozca la música más introspectiva que he escrito en el pasado se sorprenda, pero crecí tocando en bandas de punk rock y también escuchando música energética como los Clash o The Damned. Así que para mí tiene mucho sentido.

–Ya no gira, ¿por qué?

–Por la sencilla razón de que no me gusta. Adoro tocar, pero antes iría al salón de tu casa que ir de gira otra vez. La idea de vivir en hoteles y aeropuertos y comer comida asquerosa me espanta. Lo he hecho demasiadas veces. No me quejo y ningún músico de mediana edad debería hacerlo. Pero siento que todas las cosas que amo de estar vivo no se pueden hacer de gira. Ver a los amigos, disfrutar de la comida, dormir en mi cama, componer alguna canción o escribir libros, eso es lo que más me gusta en la vida. He tenido que renunciar a eso muchas veces. Además, es muy repetitivo. Por ejemplo, si voy ahora, la gente quiere escuchar las mismas canciones que tocaba hace 15 años. Y lo comprendo, porque si yo voy a ver a un músico mayor también quiero oír los hits. Lo entiendo, pero la repetición, esa repetición, es mortificante.

–Perdone que pregunte, pero entonces, ¿cómo se gana la vida?

–Ahm..., llevo una vida simple y he aprendido a ganar dinero invirtiendo. Empecé hace tiempo y la verdad es que soy bastante bueno en ello. No tengo que trabajar.

–Pero, cómo, ¿en Wall Street y eso?

–En muchas cosas. No soy un genio ni tampoco me puedo comprar un jet privado, un yate, o una isla. Pero consigo suficiente como para no tener que salir de gira. Y eso me salva.

–Imagino que en el pasado habrá tenido tiempo de sobra para salir de fiesta, pero en este disco hay mucha invitación a ello. ¿Le gusta salir?

–No, ya no. Fui un loco alcohólico y drogadicto durante mucho tiempo. Pero hace ocho años por fin me di cuenta de que eso me estaba matando y haciéndome un desgraciado. Así que, para bien o para mal, he dejado de beber y de consumir cualquier droga completamente. Ahora soy un tipo sobrio y aburrido que vive en California.

–¿Por qué cambió?

–Bueno, hay muchas cosas en la vida que me encantan. Por ejemplo... la tarta de chocolate. La adoro. Me apasiona. Pero sé que cuando me tomo una porción, estoy feliz y no necesito comerme diez. Sin embargo, cada vez que bebía necesitaba 15 copas. Y no me bastaba con una raya de cocaína. Quería 20. A medida que me hacía viejo cada vez se ponía la cosa peor y peor y peor. Hace ocho años tuve que parar.

–¿Estaba eso relacionado con un problema para digerir el éxito que obtuvo?

–Pues de alguna manera. También es un tema más amplio. Se trata de cómo mucha gente, entre la que me incluyo, pasa su vida desesperadamente buscando algo que vaya a arreglarlo todo. Que todos sus problemas se esfumen de una manera mágica. Algunos creen que eso es el dinero, el éxito profesional, la fama, las drogas, o incluso ser popular en Facebook. Pero nada soluciona todo milagrosamente, la vida es muy complicada. Yo encontré fama, drogas y alcohol y pensé que eso iba a resolver las cosas. Y mira, poco sorprendentemente, no lo hicieron.

–Pero ahora que, escuchándole, uno diría que ha encontrado su camino, en el disco canta que «está perdido en el mundo». ¿A qué se refiere?

–Pues el mundo también es complicado. Mi experiencia en él, con la clase de gente que me he encontrado y mis relaciones, el materialismo y la destrucción del medio ambiente... simplemente me pregunto por qué hacemos todo esto como especie. Por qué destruimos el planeta que nos da la vida y generamos miseria y enfermedades. Hacemos guerras que no benefician a nadie. Eso es a lo que me refiero.

–¿Es el mensaje que mueve el su nuevo disco?

–Sí, aunque es más complejo. Por un lado, trata sobre el sistema en sí mismo, y me interesa pensar que lo hemos creado nosotros, no es una imposición superior. Para encontrar la explicación de esos sistemas que causan tanta destrucción hay un aspecto político y otro económico, pero a mí me fascina más el antropológico, la evolución humana. Qué quiere decir que vayamos a destruir el único hogar que tenemos, eso es para mí la pregunta final.

–¿Diría que la música puede contestar a esa pregunta?

–Puede elevar la pregunta. Y una de las razones por las que sigo haciendo discos, aparte de disfrutarlo, es que podamos tener esta conversación tú y yo. No me importan tanto los discos como esta conversación.

–Claro, me estaba preguntando que, si no hace giras y apenas vende álbumes... ¿para qué promocionar con entrevistas nuevos trabajos?

–En los viejos tiempos, hacías entrevistas con la esperanza de que la gente supiera que habías puesto un álbum en el mercado, pero, hoy en día, en la mayor parte del mundo occidental nadie compra discos. Y no es una crítica, es que yo ni siquiera tengo un reproductor de CD. Me encanta tener esta entrevista, pero tiene que servir para algo más que convencer a la gente de comprar discos o entradas, porque mi vida ya no va de eso.

–Lucha a favor de los derechos de los animales. ¿Qué otras cosas le preocupan?

–La más importante es el cambio climático, porque todas las demás preocupaciones están basadas en un clima estable. Pero si el clima cambia, no habrá comida y la mayor parte de las ciudades costeras estarán bajo el agua, y además habrá millones de refugiados ambientales. Todas las demás preocupaciones desaparecen. La agricultura animal contribuye con un 50 por ciento al cambio climático. Es muy decepcionante que se hable de este problema y no se mencione la agricultura. La segunda es la resistencia a los antibióticos. No sé cuánto sabes acerca de las superbacterias, pero estamos llegando al escenario de que hay algunas en este planeta que no responden a los antibióticos y potencialmente nos enfrentamos a una nueva plaga que hemos creado nosotros. Es la única cuestión que pone de acuerdo a los demócratas y los republicanos. Así que sí, es muy terrorífico.

–¿Qué opina de la política americana? ¿Puede votar allí?

–Sí, soy un viejo amigo de Clinton y voté por ella con orgullo. Lo habría hecho también por Bernie Sanders. Espero decir que tendremos la primera mujer presidenta. Además, Donald Trump es el peor candidato que ha existido en la historia de EE UU. No es sólo que sea racista y misógino, es que no es inteligente y es probablemente un sociópata. Incluso un psicópata. Espero que gane Hillary porque el otro hombre pone en riesgo mucha de mi estabilidad emocional sólo de pensarlo...

–Nadie esperaba que Reino Unido saliera la UE y mire...

–Sí, pero en términos de encuestas, EE UU es mucho más sofisticado que Reino Unido. Cuando hablas del Brexit, pues sólo hubo opiniones, pero no hubo enormes maquinarias de opinión tratando de potenciarlo o de frenarlo. Una elección presidencial en EE UU mueve una maquinaria política extraordinaria. Si gana Trump, estaremos ante un Brexit en EE UU, porque lo que ocurrirá es que mucha gente como yo elegirá cualquier país de una lista de 20 democracias mundiales donde se puede vivir. No sé si me iré a Nueva Zelanda, Canadá, México, Portugal, España, Francia, Alemania o Dinamarca... hay muchos lugares a los que huir.

Memoria de porcelana

El próximo 21 de noviembre se edita en castellano «Porcelain. Mis memorias» (Sexto Piso), y está previso que el músico presente el volumen en Madrid, en Nakama Librería, el próximo 2 de diciembre. En el volumen, Moby se remonta al Nueva York pre 11-S, unos tiempos disfuncionales plagados de situaciones delirantes que el autor comparte con protagonistas esperados (Fatboy Slim, Chemical Brothers, Orbital ) e inesperados (Bowie, Jeff Buckley, Iggy Pop, James Brown...). El artista nacido en Harlem cuenta su vida entre 1989 y 1999, es decir, cuando pasó de recoger vidrio en la calle para conseguir algo de calderilla a la ominosa opulencia del éxito de «Play», que contenía el tema que da título al libro, el archiconocido «Porcelain». También narra cómo Nueva York pasó de ser una ciudad bizarra a difícilmente sobrevivible. Y describe el hedonismo de la cultura «rave» y la música underground. «Empiezo el libro como un cristiano sobrio en un ‘‘loft’’ diminuto y lo termino en un sitio muy diferente. No hay un narrador ‘‘cool’’ ni un antihéroe desafecto, sólo soy un ser humano perdido y aterrorizado que intenta comprender el extraño mundo en que se encontraba».