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Lenguaje

Contra la hegemonía del inglés

«Iberofonía y paniberismo» de Frigdiano Álvaro reclama la potencia económica y cultural que representa este espacio de 800 millones de hablantes, para crecer en el futuro

Tratado de Tordesillas, que muestra la potencia que ya fueron el español y el portugués en el pasado
Tratado de Tordesillas, que muestra la potencia que ya fueron el español y el portugués en el pasadoHOREUTERS

Solo hay que atender a las cifras: 800 millones de personas y 30 países que reúnen la décima parte de la población mundial y la quinta de la superficie del planeta. Este espacio es el que corresponde al mundo ibérico, que es justo la materia que ocupa el libro «Iberofonía y paniberismo», de Frigdiano Álvaro Durántez Prados, doctor de la Universidad Complutense, que subraya la potencia que supone la unión de ambas lenguas, además de lo que ya suman por sí mismas y lo que aportan el legado cultural, histórico, geopolítico y cooperativo de estas naciones. En la obra, el autor afirma que «en el peso y la proyección demolingüística de los idiomas ibéricos cabe destacar la extraordinaria dimensión de la iberofonía al aunar el español –segunda lengua materna y de comunicación internacional, hablada por más de 570 millones de personas– y el portugués –segunda lengua ibérica y latina, con más de 230 millones de hablantes». Debido al enorme prestigio y peso económico que puede proporcionar la relación entre estos dos bloques, que a lo largo de la historia han estado permanentemente en contacto (España y Portugal llegaron, incluso, a repartirse el mundo en el siglo XVI), Álvaro Durántez anima a que «las instituciones –gobiernos y organismos internacionales– deben ser proactivos en este proceso de aproximación natural panibérica, que ha sido impulsada desde la sociedad civil y que viene alcanzando hitos concretos en los últimos lustros. Se trata de una oportunidad histórica que no puede ser desaprovechada». Sobre todo, si se tiene en cuenta cómo el futuro se plantea en el área idiomática y también en la política. El castellano va instalándose en EE. UU, cuyo futuro parece ser el bilingüismo, y está destinada a ser la segunda lengua de comunicación después del inglés. También hay que tener en cuenta que las áreas económicas estarán, en el futuro, determinadas por bloques, y que los países del mundo ibérico ofrece impresionantes recursos para apoyarse y potenciarse mutuamente. De hecho, el autor sostiene que «La plena articulación del Mundo Ibérico aportará influencia y visibilidad a los países iberohablantes, y favorecerá esquemas de cooperación horizontal y triangular entre sociedades de distintas regiones. Al mismo tiempo, beneficiará la mayor diversidad cultural y lingüística en el conjunto de la Comunidad Internacional estableciendo una potente Iberofonía mundial como contrapeso y equilibrio de la actual hegemonía angloparlante».

Sobre todo, si se tiene en cuenta que también cuenta con países iberófonos en África, aparte de Filipinas y Timor Oriental en Asia. A esto hay que sumar la comunidad sefardí, que desde hace tiempo cuenta ya con una Academia bajo la tutela de la Real Academia Española. Precisamente esta institución, junto al Instituto Cervantes, siempre ha abogado por la potencia económica del español y han querido subrayar la gran oportunidad que nos ofrece este recurso para crecer.