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Elisabeth Moss sufre la violencia más visible del mundo

La icónica actriz de “El cuento de la criada” protagoniza la nueva película de Leigh Whannell, «El hombre invisible», una revisión crítica con perspectiva de género de la obra de Wells
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Si Elisabeth Moss tuviese el privilegio –o la condena–de ser invisible por un día asegura de manera paradójica que se convertiría en «una especie de Robin Hood para poder robar a los que tienen mucho dinero y no lo están utilizando bien y dárselo a aquellos que lo necesitan de verdad. Solo me gustaría tener esta capacidad para hacer cosas buenas». Ese buenismo angelical e infantiloide desprendido de las palabras de la actriz estadounidense difiere ligeramente del carácter decidido, arrojado e impetuoso que muestra en la nueva película de Leigh Whannell, «El hombre invisible».
En esta relectura con perspectiva de género del clásico literario de H.G. Wells producida por Bloomhouse, –una de las referencias independientes más destacadas del cine de terror–, resulta interesante observar cómo la inofensiva imagen de unas gafas de sol y un sombrero orbitando alrededor del vacío queda sustituida por la aterradora presencia de un maltratador cuyo único objetivo es la persecución enferma y obsesiva de la que un día fuera su pareja. El director admite que fue en la fase de escritura del guión cuando empezó a tener claro el sesgo reivindicativo de la cinta: «Quería acercarme al punto de vista de la mujer, a la mirada de la víctima de una situación de maltrato, a pesar de no ser quizás –continúa– la voz más adecuada para hacerlo siendo un hombre».
Para la poderosa protagonista de «El cuento de la criada», meterse en la piel de Cecilia ha supuesto un trabajo interpretativo diferente al mostrado en la serie que la proyectó mundialmente: «Es probable que al final se parecieran un poco, pero quería hacer algo muy distinto a lo que practiqué con June. Cecilia es una mujer más abierta, vulnerable en determinadas circunstancias y tímida. No es una heroína, ni una líder. Una cosa en la que le hice mucho hincapié al director fue en la construcción del miedo de Cecilia. Que se mostrase atemorizada por todo y el exterior le supusiera un problema». Algo que, sin duda, Moss resuelve de manera sobresaliente siendo capaz de trasladar con cada uno de los gestos a los que la cámara se acerca de forma milimétrica, el pavor y sufrimiento de una mujer perseguida, acosada y socavada en términos psicológicos.
Un terror, el propiciado por las consecuencias de una situación histórica como la violencia machista que, lejos de ser invisible, se ve a tiempo completo y en cualquier lugar y que tal y como señala la actriz: «Me parece relevante el protagonismo de esta voz femenina y de estos perfiles que cada vez están cobrando mayor presencia en todos los ámbitos culturales. Los derechos de la mujer son una reivindicación cuyo sonido se oye en todo el mundo y también tiene que hacerlo en el cine». En «El hombre invisible» esa voz femenina, aunque de forma enmarañada y en ocasiones confusa, se oye, pero sobre todo se toca. Porque la materialidad del abuso sigue siendo, por desgracia, algo tremendamente palpable.