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Erik Urano, rap para un apocalipsis

El rapero publica “Neovalladolor” un diso que iba a ser distópico pero que encaja con la realidad de la pandemia
Juan Carlos Quindós de la Fuente

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Esta entrevista se llevó a cabo el 11 de marzo, cuando el estado de alarma no había sido declarado, pero las noticias no dejaban de avisar de la que se venía encima. Erik Urano estaba a punto de publicar “Neovalladolor” (Sonido Muchacho), un disco de rap infrecuente en España, de tintes futuristas y robóticos, que exuda alienación, pero ni siquiera nos imaginábamos que la realidad se iba a volver tan excepcional que pondría de moda una palabra descatalogada: cuarentena. “Neovalladolor” es también una canción de amor y odio a su propia ciudad, como siente todo el mundo aunque en algunos lugares más que en otros. A Valladolid, cuando la quieren vilipendiar, la llaman “fachadolid”. “Lo de valladolor es más local, lo decimos los de allí. Y esto ha sido una especie de dos punto cero de ese amor odio. De presenciar cómo no se ha cumplido el futuro que te habían prometido y qué banda sonora tendría eso”, explica el músico
Para estos días raros, un disco extraño, como admite Erik. “La verdad es que creo que he dado un paso más en rareza”, reconoce el artista, que cuando escuchó su propio disco por primera vez, se dijo “Madre mía, ¿qué he hecho? Llegué a tener un punto de inseguridad muy fuerte. Pensé que el tiro me había salido por la culata, que era un experimento fallido. Pero al acabarlo completamente me convencí de que lo había logrado”, cuenta sobre un álbum arriesgado que define como “una roca” y que está lejos de, por ejemplo, la colaboración sexy con Novedades Carminha en “Atlántico”. “Quería un disco que funcionara en conjunto, como roca y también por separado. Tiene su narrativa, su concepto y su hilo narrativo”.
Beats y bases industriales, sonidos mecánicos que persiguen las rimas del rapero más que propulsarlas. Escuchar “Neovalladolor” es como huir de enemigos invisibles por las calles de una ciudad que es imposible de vivir. “Se suponía que era un disco futurista y parece una crónica de la actualidad”, ríe Erik sobre el contexto y eso que aún era pre-confinamiento. Pero acepta la comparación. “Se mueve en esas líneas electrónicas e industriales, de fábrica. No es un futuro cómodo sino más bien al contrario. Parece que la sociedad ha avanzado pero choca con un paisaje que demuestra que no es cierto. En Valladolid, digamos que hay algo de gran ciudad, pero te vas 20 kilómetros y la gente está doblando el lomo para arar la tierra”. Por eso, en el disco de Erik Urano vuelan drones y gorriones y los robots perrean en la pista como humanos siguiendo un reguetón industrial como en “Molecular”.
“Yo no percibo la tecnología como algo negativo, como si fuera esto un capítulo de ''Black Mirror''. Depende del uso que le demos a la herramienta, esa es la responsabilidad. Y para la música y la cultura ha sido muy positivo. Se han democratizado el acceso. Las redes han traído un millón de posibilidades para desarrollarse pero hay que saber enfocarlo. Lo peor es la deshumanización a la que se puede llegar. Vivimos en consumo rápido y te puedes deshumanizar. La primera vez que vi un vídeo de alguien siendo decapitado, aluciné. Ahora ni te inmutas. Eso genera una costra como supervivencia para no deprimirte. Creo que al final se consumen los sentimientos y las emociones de una forma tan rápida que se acaba superficializando todo”, dice el rapero.

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