Fallece por coronavirus el escritor Luis Sepúlveda
El autor ingresó al comienzo de esta pandemia y desde entonces su estado ha sido muy delicado
Luis Sepúlveda ha muerto hoy a los 70 años en el Hospital Universitario Central de Asturias de Oviedo, donde permanecía ingresado desde finales de febrero. Había contraído el coronavirus casi al principio de la eclosión de esa pandemia en España y desde el comienzo su pronóstico fue muy grave. Fue ingresado de urgencia al regreso del festival literario Correntes d’Escritas, que se celebra en Portugal. Aunque había nacido en Chile llevaba viviendo en Asturias, en Gijón en concreto.
A lo largo de su carrera escribió cultivó diferentes géneros, desde novelas, más una veintena, hasta libros de viajes, guiones y ensayos. Obtuvo el Premio Primavera de Novela en 2009 por “La sombra que fuimos”, aunque uno de sus títulos más conocidos fue “Un viejo que leía novelas de amor", que fue traducida a varios idiomas y se convirtió en un fenómeno. El éxito fu tan arrollador que se llegó a hacer una adaptación cinematográfica. El propio Sepúlveda firmó el guión. El escritor publicaba en la editorial Tusquets, donde sacó tículos como “Mundo fin del mundo”, “Nombre de torero”, donde se itnernaba por las aguas de la novela negra", “Patagonia Express”, una obra donde demostró su habilidad para cultivar el libro de viaje y varios volúmenes de cuentos. Su último título fue “El fin de la historia”, que supuso la recuperación de Juan Belmonte, el protagonista que dio a conocer en “Nombre de torero y que lo encarrilaba de nuevo por las aguas policiacas.
Fue escritor, cineasta, ambientalista, estuvo preso durante la dictadura militar y vivió en una decena de países, pero la experiencia que más le marcó fue su estadía en el Amazonas con los indígenas shuar, de la que nació su gran obra: “Un viejo que leía novelas de amor”. Nacido el 4 de octubre de 1949 en la ciudad de Ovalle, a 400 kilómetros al norte de la capital chilena, y fallecido este jueves, Sepúlveda estuvo desde joven fascinado por las artes y la política y solía decir que le habían concebido “rojo, profundamente rojo”.
Hijo de un militante comunista y de una enfermera mapuche, el autor se crió en Santiago y estudió en el emblemático y combativo Instituto Nacional, bastión de la educación pública chilena y por cuyas aulas han pasado numerosos presidentes, ministros, intelectuales, empresarios, artistas y escritores. Allí comenzó a escribir inspirado por una profesora de Historia y a los 17 años publicó su primer poemario. Tras superar la secundaria, ingresó en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y se graduó como director.
Su militancia política comenzó pronto, cuando se afilió a La Jota, nombre popular con el que se conoce a las Juventudes Comunistas de Chile, de las que fue expulsado en 1968, teniéndose que adherir a una escisión del Partido Socialista. Profundo admirador del expresidente socialista Salvador Allende, Sepúlveda fue detenido por el régimen de Augusto Pinochet tras el golpe de Estado de septiembre de 1973.
Tras ser liberado, comprendió que debía rehacer su vida lejos de Chile y en 1977 abandonó el país rumbo a Buenos Aires. Pasó por Uruguay, Brasil, Paraguay y Perú, y en Ecuador conoció a los shuar, un pueblo indígena que vive en la selva amazónica. Su convivencia con los shuar le inspiró esa obra cumbre que publicó en 1988 y que tuvo un rotundo éxito internacional, con más de 18 millones de ejemplares vendidos, y fue traducida a más de 60 idiomas. La novela, que se alzó con el Premio Tigre Juan un año después de su publicación, narra la historia de Antonio José Bolívar Proaño, un indígena shuar que decide enfrentarse a la vejez y pasar las solitarias noches amazónicas leyendo las novelas de amor que dos veces al año le lleva un dentista.
Dejó la selva para viajar a Nicaragua y participar en la Revolución Sandinista que, en 1979, derrocó al exdictador Anastasio Somoza. Después, se trasladó a Hamburgo, en la que vivió más de quince años y se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Heidelberg. Fue aquí, en Alemania, donde se empezó a interesar por el ecologismo hasta el punto de que trabajó varios años para la Greenpeace y se embarcó en una de sus naves para luchar contra la caza de ballenas.
A mediados de la década de 1990, se instaló en Asturias, donde vivió juntos a su mujer, la poeta Carmen Yáñez, y hasta hoy. Pese a estar a más de 14.000 kilómetros de distancia, desde el norte de España siguió de cerca la ola de protestas sociales contra la desigualdad que estallaron en Chile el pasado octubre y en una de sus últimas columnas tildó al presidente Sebastián Piñera de “fantoche inepto y de reconocido prontuario delictual”.