Así es la primera caricatura de Mahoma del siglo XII
Todavía con el atentado de «Charlie Hebdo» de 2015 en la retina tras publicarse unos dibujos sobre el Profeta, la Historia nos demuestra que las sátiras sobre su figura no son cosa del siglo XXI, sino que ya se pudieron ver en algunos ejemplares del XII
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En octubre de 2014 la revista «Charlie Hebdo» publicaba una portada en la que se refería a los sanguinarios métodos del grupo terrorista del Estado Islámico: bajo el título «Si Mahoma volviese...» representaron al Profeta de rodillas a punto de ser decapitado por un extremista. Las consecuencias son por todos conocidas: el 7 de enero de 2015 los hermanos Chérif y Saïd Kouachi irrumpieron en la sede parisina de la revista y comenzaron a disparar durante 109 segundos a los redactores, cobrándose varias víctimas mortales. La publicación más irreverente y crítica del país quedó diezmada; Francia quedó tocada por el temor a las actuaciones del extremismo islamista y la libertad de expresión puesta en jaque. En ese momento las caricaturas de Mahoma saltaron a la arena de la opinión pública como emblemas de la libertad de expresión y de los valores democráticos occidentales. Sin embargo, las sátiras del Profeta no son una representación exclusiva del siglo XXI, pudiendo encontrar los primeros ejemplos en el siglo XII. A diferencia de las contemporáneas, su difusión y conocimiento se reducían a los cultos círculos de producción libraria en los que se elaboraban los manuscritos, sin tener un verdadero impacto social ni respuesta fuera de la discusión teológica.
La primera caricatura satírica de Mahoma de manos occidentales aparece en el folio 11 del manuscrito latino 1162 de la Biblioteca del Arsenal. Este es el códice más antiguo del Corpus Islamolatino, colección de textos árabes que mandó traducir del árabe al latín Pedro el Venerable, abad de Cluny, entre 1142 y 1143 durante su viaje a la Península Ibérica para visitar las posesiones cluniacenses invitado por Alfonso VII. La imagen ilustra la traducción latina de una obra árabe relativa a la vida y genealogía de Mahoma, De generatione Mahometi, y que posiblemente fue copiada en el scriptorium del monasterio de Cluny, el centro monástico más importante de Francia desde donde se impulsó la Reforma Gregoriana. Cómo llega el manuscrito al Arsenal es una cuestión compleja, pues el fondo actual integra la colección del marqués de Palmy, Antoine René d’Argenson, propietario del edificio y coleccionista de manuscritos, incunables y libros impresos, que ponía a disposición de los eruditos en los salones de su domicilio. En 1790 la casa parisina de Palmy fue confiscada y convertida en biblioteca pública al mismo tiempo que se desmantelaba biblioteca del Monasterio de Cluny, sin que sepamos con exactitud si el manuscrito llegó a la colección antes o después de la Revolución. En 1934 la colección y el edificio constituyen una de las sedes de la Biblioteca Nacional de Francia, estando actualmente accesible dicha obra en sala y en línea.
No se tiene certeza quién fue el autor de la caricatura, posiblemente un copista o el mismo Pedro de Poitiers, secretario personal de Pedro el Venerable, encargado de editar y organizar la colección de traducciones. La biblioteca del monasterio tendría un «scriptorium» bien dotado, ya que era uno de los monasterios más ricos de Europa donde trabajaban copistas con diferentes funciones: calígrafos encargados de copiar los textos, ilustradores que decoraban las letras capitales de los párrafos principales, miniaturistas y encuadernadores que creaban el libro cosiendo las diferentes páginas de pergamino.
El texto elaborado en Cluny sería una copia casi coetánea al manuscrito de la traducción original encargada por Pedro el Venerable en Nájera donde conoció a dos extranjeros: el teólogo inglés Robert Ketton, y Hermann de Carintia, el Dálmata, que llevados por sus aficiones astrológicas habían venido a la península Ibérica a estudiar la ciencia de los árabes. Ambos, junto con Pedro de Toledo, fueron contratados por el abad para hacer la traducción de diversos textos árabes que le diesen una buena información sobre el Islam. Encarga a Robert Ketton la primera traducción del Corán en Occidente con el objetivo de adquirir un conocimiento profundo sobre libro sagrado ismaelita para poder así establecer un combate argumental que refute su falsa doctrina.
Junto con el Corán, mandó traducir otros libros, como por ejemplo un texto relativo a la vida de Mahoma, inspirado en un una narración árabe de su genealogía y predestinación como Profeta, relato muy conocido en la península Ibérica y que contó con una larga tradición, desde el siglo XII hasta el XVI, cuando los moriscos siguen utilizándolo. En esta ocasión, el traductor del texto sería Hermann el Dálmata, que solía trabajar en León. Las traducciones estuvieron listas al año siguiente, ya que a finales de 1143 o principios de 1144 Pedro el Venerable escribió a Bernardo de Claraval informándole de la existencia de las mismas.
Se crea así una colección documental sobre el mundo islámico sin precedentes, que ha llamado atención de varios grupos de investigación, como el financiado por la UE y dirigido por John Tolan (Universidad de Nantes) y Mercedes García Arenal (CSIC, Madrid), «El Corán Europeo: el estudio el texto sagrado del islam a través de la cultura y religión Europea», en el que se analiza la traducción, recepción y percepción del Corán en Occidente. La caricatura que aporta el ilustrador en De generatione Mohometi expresa una percepción negativa y la agresividad que representaba la figura de Mahoma para los cristianos del siglo XII, un momento en el que el Islam es el «Otro esencial» en la mentalidad de la época, los enemigos a abatir, tanto en los Santos Lugares como en la Península Ibérica donde ya se habían instalado los almorávides. Se representa al Profeta como una figura demoniaca y monstruosa, un ser híbrido con cabeza humana, cuello de caballo y cola de pez, que maneja al diablo a voluntad para alejar a los cristianos de la salvación. Los artistas medievales usan el monstruo como un símbolo que expresa la noción de alteridad presente en un ser tan maligno y perturbador. Ahora bien ¿por qué elige el copista los características del caballo y del pez para la identificación de Mahoma? El ilustrador expresa en imágenes conceptos e ideas que conoce perfectamente, basadas en textos y conocimientos que en nuestros días no forman parte de nuestra mentalidad colectiva, pero sí del imaginario cluniacense.
La imagen se encuentra inspirada en las palabras escritas por Pedro el Venerable en su Compendio de todas las herejías y sectas diabólicas de los sarracenos: «también de ese mismo modo Mahoma, como algo por todas partes monstruoso, reúne, en palabras de aquel famoso poeta, un cuerpo de caballo y plumas de aves con una cabeza humana». Esta descripción refleja la construcción mental del abad de Cluny inspirada en una imagen satírica del Ars Poetica de Horacio, donde se habla de un ser híbrido con cabeza masculina barbada, cuello de caballo y forma de pez emplumado que no puede provocar otra cosa más que la hilaridad. La figura de Mahoma se asocia, para Pedro el Venerable, a la doble moral de su conducta: lujuriosa y sensual tal como describe Juan Damasceno, apologeta sirio del siglo VIII, en su obra Diálogo entre un sarraceno y un cristiano; a la par que piadosa al exigir la limosna y la oración diaria.
No fue la única vez que aparece esta representación del Profeta como un monstruo híbrido en un manuscrito occidental, puesto que en las copias posteriores del Corpus Islamolatino se representa la misma imagen conservada en diversos códices del siglo XIII: el manuscrito 3668 de la Biblioteca Nacional de Francia y el 184 del College del Corpus Christi en Oxford.
La caricatura expresa las percepciones del Islam en el pensamiento eclesiástico del siglo XII, un peligro que no solo se materializa en el debate dialéctico de los manuscritos, sino que también se esculpe en piedra y que Pedro, abad de Cluny, vería en su periplo ibérico. Posiblemente en su estancia en León observaría con recelo la imagen de Ismael, el hijo de Agar, un arquero en piedra que apuntaba con su flecha a la base del Cordero místico de la portada de la Colegiata de san Isidoro, enlazando con sus preocupaciones: era necesario conocer los textos del Islam para para poder refutar con conocimiento de causa las teorías de «los enemigos de la Cristiandad».