¿Qué pasó en Pompeya?
Con motivo de la muestra inaugurada por el Grand Palais parisino sobre los misterios insondables de Pompeya, hacemos un repaso por la historia de estas ruinas de la belleza romana
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No era verano cuando el rugido del Vesubio calcinó la ciudad napolitana de Pompeya y dejó a sus habitantes atrapados en el tiempo. Sino otoño. Levantada cerca de la playa, en el Golfo de Nápoles, esta leyenda empedrada de ritos y sueños catalogada como una de las más bellas de todo el Imperio Romano poseía entorno al siglo VIII a.C una zona portuaria cercana que servía de escala marítima. Primero ciudad griega y dependiente de Cumas, y más tarde conquistada por los samnitas, antiguas tribus itálicas, se conviritió en colonia romana en el 80 a.C. Durante la dominación romana, se construyeron los fascinantes templos de Venus, de Isis, de la Concordia Augusta, las nuevas termas y muchos edificios del Foro. La imponente ciudad del Vesubio, con sus 15.000 habitantes, había desarrollado una vida tranquila y provinciana antes de que el volcán abriera sus ojos.
Sus numerosos artesanos y su puerto mantenían la ciudad en lo que se conoce como “áurea mediócritas”, un punto intermedio entre la polarización de los extremos. Un estado equilibrado de bienestar. El 24 de octubre (y no de agosto como se pensaba), durante el imperio de Tito, la calota del Vesubio explotó y una llamarada de fuego coronó la cima. Las cenizas ennegrecieron el aire a plena luz del día y una lluvia de piedras acompañada de un mar de lava bajaron por las laderas cubiertas de viñedos y condenaron la ciudad a un silencio eterno.
Según el relato de que Plinio el Joven hizo de la catástrofe en una carta al historiador Tácito, hubo una serie de terremotos que se produjeron días antes del desastre, pero no lo suficientemente alarmantes como para preocuparse por las comunidades que vivían en las faldas del volcán. Los lugareños no entendían qué estaba pasando cuando se produjo la explosión. El volcán vomitó con la ferocidad de una naturaleza brava una nube de gas y piedras pómez que alcanzó los 32 km de altura. A la mañana siguiente, la ciudad fue invadida por unas nubes ardientes y un dragón hecho de gas que avanzaba a una velocidad de 100 metros por segundo. Los pisos superiores de las viviendas fueron destruidos y los habitantes que permanecían dentro fueron instantáneamente reducidos. La furia de los elementos de Pompeya había cambiado radicalmente su apariencia. Toda la ciudad estaba cubierta con un capa blanca.
Desde entonces Pompeya se ha convertido en un libro en el que siempre queda espacio para más páginas. Cada generación redescubre su historia y la interpreta a través de enfoques, métodos y contextos renovados. Estos últimos años se han llevado a cabo nuevas excavaciones que formaban parte de un gran proyecto para profundizar en la zona inexplorada de Pompeya. Recientemente un equipo de arqueólogos españoles, formado por especialistas de la Universidad de Granada y del Instituto Valenciano de Restauración, encontraron para asombro de muchos una de las perfumerías mejor conservadas de época romana. Al parecer el equipo encontró una oficina de producción de perfumes ubicada en la Casa de Ariadna, una domus que se localiza en el corazón neurálgico de esta ciudad romana. Gracias a este hallazgo, se ha podido analizar mejor la cadena de producción de ungüentos y perfumes romanos. Este es tan solo uno de los múltiples ejemplos de renovación constante a los que se ha sometido la historia de Pompeya y que ahora, gracias a la colaboración de la tecnología y la tradición y al empeño del Grand Palais de París por mostrar algo nunca antes visto, llegan al gran público para ser contemplados.
En esta exposición que abre sus puertas hasta el 27 de septiembre, todos los objetos expuestos son en parte el resultado de las nuevas investigaciones que se han ido llevando a cabo. Pinturas de una belleza inconmensurable como aquella en la que se puede ver a Venus erguida sobre unos elefantes cuyos extensos colmillos parecen revestidos con salpicaduras de pan de oro o grandes viviendas refinadas que han salido de la tierra como “La Casa en el Jardín”, decorada con frescos de alta calidad, la Casa de Leda, que debe su nombre a un fresco que representa el apareamiento de la reina con un cisne a través de una poderosa, sugerente y provocativa sensualidad o la “Casa Orión” en el que los arqueólogo han reconstruido un mosaico extraordinario relacionado con las estrellas. La muestra ofrece la oportunidad de presenciar la excavación más grande de Pompeya desde Segunda Guerra Mundial porque su encanto es intemporal y su leyenda inmortal.