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La nueva normalidad de Edmundo Bal: «Si puedo elegir un héroe, quiero ser spiderman»

El portavoz de Ciudadanos en el Congreso confiesa que no podría ser otra cosa más que "servidor público"
Alberto R. RoldánLa Razon

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Motero, corredor de fondo, abogado del Estado. De abuelos y padre funcionarios, confiesa que no podría ser otra cosa más que «servidor público». Es el «mediador», lo ejerce y se ofrece para ello en la política y también en su casa. «Autopista», de Loquillo, es su canción. Tocar la guitarra eléctrica y aprender programación informática, sus sueños por cumplir. Asegura que «en mi vida nunca he hecho cosas que no quisiera hacer».
¿Cómo es su nueva normalidad?
La «nueva normalidad» es una expresión que no me gusta. En mí y en el partido es la sensación de preocupación por lo mal que lo está pasando la gente y por lo que pueda pasar a partir de septiembre.
¿Y cómo lo vivió a título personal?
Como todo el mundo, con mucho miedo. Quedábamos con los amigos a hacer un Zoom para ver cómo estábamos, con familiares y negociando mucho con el Gobierno para lograr acuerdos.
Si se encontrara en un hotel de vacaciones con Seoane -Abogada del Estado que le sustituyó en el juicio del procés- ¿Qué haría?
Nos llevamos bien, de hecho me la he encontrado por la calle. Sigo teniendo contacto con mis compañeros de la abogacía del Estado y me la he encontrado muchas veces tras el juicio del procés –que preparé en un verano quedándome sin vacaciones–. No tengo nada contra ella. Y si me llamara mañana pidiéndome consejo o información sobre alguno de los pleitos que yo hubiera llevado, se la daría.
Le hemos visto hablando a solas con Rufián. ¿Le da clases particulares de Derecho Penal?
No le vendrían mal las clases particulares. Desde la tribuna del Congreso le he dado alguna. En la Cámara tenemos ideas enfrentadas, pero humanamente, entre los parlamentarios hay gente estupenda. Somos compañeros de trabajo, aunque discrepemos en todo, como Rufián y yo. Pero nunca me ha pedido consejo.
¿Cuánto tiene de veleta?
Esto es un partido de centro. Me lo decía mi padre, que era simpatizante de la UCD; ser de centro es coger lo mejor de la derecha y de la izquierda: liberal y reformista. Me sorprendo de que la gente se sorprenda de las decisiones que toma este partido. Yo me metí hace 15 meses y tenía muy claro lo que era el centro.
¿Se puede servir a Dios y al diablo a la vez?
Yo es que en materia de religión suelo ser muy respetuoso y no suelo hablar de Dios o el diablo. Es difícil la postura que tiene Cs; exige mucho trabajo porque los que tenemos a los lados son reticentes a llegar a acuerdos.
¿Le preocupa que Cs acabe siendo zumo?
¿Zumo? (risas) Sería de naranja, en cualquier caso. Cs se ha convertido ahora en un partido imprescindible para la gobernabilidad de España. Ciudadanos hoy es caviar.
Le llaman «héroe enmascarado». ¿Es el nuevo Batman político?
Si puedo elegir un héroe yo quiero ser Spiderman, porque la mejor frase del mundo es la que yo le dije a Sánchez: «Un gran poder entraña una gran responsabilidad», de Spiderman. Y se lo dije y, además, es que lo creo. Por eso estoy pidiéndole todo el día su responsabilidad de invertir bien los fondos europeos. Le podría haber citado de nuevo a Spiderman...
Edmundo (Dantes) era el nombre del Conde de Montecristo. ¿Cuál sería su venganza?
(Risas). No conozco la venganza, es un sentimiento que no he tenido nunca jamás y que te destruye por dentro y acabas contaminando todo tu círculo y te lleva a la infelicidad. Cuando me cesaron, me causó un disgusto muy grande, pero ese disgusto duró dos semanas. Luego dije: se ha terminado, porque contaminas todo tu ambiente.
Corre maratones. ¿Dónde está su meta?
Me encanta correr. En la última maratón, que fue la de Valencia, con 49 años, conseguí bajar de 4 horas los 42 km y 125 m. Pero me tuve que operar del menisco y ahora tengo que bajar. He retado a Teo (García Egea) a salir los dos a correr a ver quién gana.
Dicen que le gusta trastear con sistemas operativos. ¿Podría haber leído la SIM de Dilma?
Soy un forofo de Linux, del sistema operativo. Me gusta mucho la informática. En casa de mi padre no había ordenadores y empecé muy pronto a trastear con Windows. Todo de manera autodidacta. En mi casa suelo comprar los ordenadores por piezas y los monto yo. Pero esas tarjetas de memoria, cuando se me rompió una a mí, no fui capaz de arreglarla. Y si la empresa ésta de Gales dice que no ha podido hacerlo, mejor que ellos, no será nadie.
¿Es de los que recurre a la musicología?
Yo tenía un tío abuelo, Jesús Bal, que se fue al exilio después de la guerra, y era amigo de Dalí. Se casó con la tía Rosita; la única mujer que Manuel de Falla admitió en su estudio. Luego volvió del exilio en los años 80 y él era musicólogo. Mi primo Javier Arias Bal también lo es, además de compositor. Y en mi casa, y en la de mis tíos, siempre terminábamos cantando. Soy un enamorado del karaoke, aunque canto muy mal.
¿Se atreve con una de Malú en el karaoke?
Malú es la cantante preferida de mi hija. Cuando se supo lo de Malú y Albert me decía: «Quiero un autógrafo» –no lo pedí–. Yo cantaría Loquillo.

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