Andrés Amorós: “Sin el castellano, los catalanes se autoconfinan en el patetismo”
El ensayista reúne en su nuevo libro a los 25 maestros que han marcado su trayectoria vital y académica: Cela, Fernán Gómez, Nieva, Gala, Espert, Buero...
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Haciendo caso a eso de «dime con quién andas y te diré quién eres», y aunque él mismo se empeñe en quitarse méritos, Amorós es un señor de mucho peso. A sus casi 80 años, los cumple en febrero –«estoy viejo, pero bien de salud»–, se ha permitido el lujo de sacar pecho en «Maestros y amigos. Semblanzas y recuerdos» (Fórcola) y presumir, con razón, de las buenísimas compañías que le han acompañado durante toda su vida. Se ruboriza al hablar de sus «colegas» porque, dicho sea, abruma cuando uno mira su propia agenda: «Me da mucha vergüenza, que no parezca vanidad». Camilo José Cela, Fernando Fernán Gómez, Nuria Espert, Francisco Nieva, Antonio Gala, Dámaso Alonso... Hasta 25 nombres que han marcado su vida y que tenían un denominador común, explica: «Su pasión por España y por el castellano». Hubo otros con los que le hubiera gustado conectar, pero «simplemente no se dio».
–No puede ser suerte conocer a estos personajes.
–Sí. Hay una parte de azar y otra de «afinidad electiva», que decía Goethe.
–¿Podría salir hoy una lista con nombres tan ilustres?
–Me temo que en el mundo de la cultura y de la universidad españolas no existe. Y no es una reflexión melancólica, sino que soy viejo y he tenido la fortuna de vivir una época en la que, pese a sus horrores, había gente magnífica que quería salir de la guerra y superar el franquismo. Personas con hambre de todo y que miraban a Europa sin complejo de inferioridad.
–¿Por qué hoy estamos más polarizados que entonces?
–No contamos muchas cosas porque no era el momento. Reabrir las heridas de la Guerra Civil ahora es una locura cuyo culpable es Zapatero, que lo hizo con una finalidad política, y el actual Gobierno trata de utilizarlo con actuaciones como la de la tumba de Franco. Ninguno de mis maestros, vinieran de donde vinieran, hubieran querido algo así.
–¿Se ha devaluado la palabra «maestro»?
–Muchísimo. El ejemplo es el señor Ábalos, que lo es, y cuando le preguntaron si tenía vocación pedagógica respondió que simplemente era lo más rápido para ganar dinero. Un buen maestro es fundamental. La sociedad ha perdido este tipo de héroes a los que querer imitar. Si otro quiere ser como una «celebrity» de la televisión peor para él, pero si a mí me preguntas, yo quiero escribir teatro como Shakespeare y novelas como Cervantes. No es lo mismo tener como referencia a Galdós o a Corín Tellado.
–¿Qué tendría de sus maestros el «ser perfecto»?
–La bondad de Lapesa; la genialidad como crítico de Américo Castro; Dominguín era un desastre en muchos aspectos, pero se quería comer el mundo; de Sopeña, esa apertura en el terreno espiritual sin condenar a nadie; la lucidez de Paco Ayala; el trabajo de Cela; la imaginación de Nieva; la naturalidad de María Jesús Valdés y Alfredo Landa; el humor de Torrente Ballester; la responsabilidad moral de Buero Vallejo...
–Solo hay dos mujeres, ¿es la muestra de otro tiempo?
–Tenían menos protagonismo, pero me hubiera encantado conocer a doña María Moliner.
–A pesar de todas las anécdotas, no muestra «escandalillos», asegura.
–De mi época como director general del Inaem podría haber escrito las miserias de muchas personas, pero no merece la pena.
–¿Qué opina de la propuesta de la Ley Celaá?
–Estoy horrorizado. Era difícil unir tantas barbaridades. Y el ministro de Universidades diciendo que «el español envenenaba al catalán en Cataluña»... Para mis maestros, independientemente de que fueran de derechas o de izquierdas, tanto España como su lengua eran indiscutibles. Todo esto me parece un suicidio cultural para los catalanes, se autoconfinan en un patetismo que no conduce a nada. Y un partido como el PSOE, con su responsabilidad histórica, no puede acceder a ello. Me deprime que se tolere porque la buena izquierda española no ha sido eso, ni PSOE ni PCE.
–¿Siente que corre peligro el español en Cataluña?
–Absolutamente. En el mundo, no, pero en Cataluña, sí. Una lengua no se aprende con la televisión o con la radio, hay que estudiarla bien. Está en grave peligro y ya se nota en muchos políticos catalanes que hablan mal el castellano. Ha habido magníficos maestros catalanes en lengua española y si no quieren eso se reducen a ser unos paletos. Por odio a España se privan de una lengua gigante.