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Arte y Marketing

Banksy contra Banksy

El Círculo de Bellas Arte dedica dos plantas al artísta británico, que se pone en el centro del debate sobre la legitimidad de la obra de un hombre devorado por la mercadotecnia pese a luchar contra el capitalismo y el consumismo

Exposición de Bansky en el Circulo de las Bellas Artes de Madrid
Exposición de Bansky en el Circulo de las Bellas Artes de MadridCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Compro todo eso de que Banksy es muy “chulo”, “interesante”, “único”, bla, bla, bla y bla. Cada pieza de este supuesto británico despierta toda la admiración de los curiosos; incluso de aquellos que obvian el arte en todas sus expresiones. Lo cual es bastante meritorio en un país en el que difícilmente se encuentra a alguien que junte, por ejemplo, cinco nombres de la Generación del 27.

Pero es que este mito anónimo del suroeste de Inglaterra tiene esa parte callejera que gusta hasta a los ateos de la cultura. ¿Por qué? Probablemente por ese enigmático halo que le envuelve y esa especie de Robin Hood mal entendido en el que se ha convertido. Aquí Banksy no roba a nadie para dárselo a los pobres (salvo que estos se consideren pagados con un “selfie” junto a cualquiera de sus intervenciones), solo denuncia a la sociedad: de la religión, al consumismo, pero también el cambio climático, el capitalismo, las normas, los discursos hegemónicos, el mercado del arte... Todo aquello que sea digno de discusión.

Exposici—n
Exposici—nCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Aunque no hay nada más discutible que el propio Banksy, tan relevante, probablemente el artista “british” más influyente del momento, como contradictorio. ¿O acaso no es difícil de explicar eso de luchar contra el consumismo y haberse convertido en un verdadero icono pop de las tiendas de “souvenirs”? Quizá sea por ello por lo que no quiera dar la cara, para que no sea le vean los colores.

Suya es, o así se nos ha hecho creer dentro de todo su oscurantismo, la frase en la que se mete consigo mismo. Y no es para menos. “El mundo no cambiará hasta que el capitalismo no caiga”, afirmó el genio del grafiti antes de rematar la sentencia: “Y, mientras tanto, tenemos que consolarnos e irnos de compras”. Valoro la ironía de un hombre que seguramente se avergüence de hacia dónde ha ido su arte.

No hay más que mirar la última exposición, “Banksy. The Street is a Canvas” (“La calle es un lienzo”), dedicada a sus cuadros y, como otras tantas, no autorizada por él, pues dentro de su anonimato estas cosas se le escapan de las manos, igual que los derechos de autor de toda esa mercadotecnia que te recibe nada más llegar al Círculo de Bellas Artes. Lo primero, una vistosa caseta con todo tipo de camisetas y tazas “banskyanas”, y, ya luego, una exposición muy similar a la vista hace dos años en Ifema (a cargo de los mismos organizadores). Y, para terminar, esa misma tienda por si no la has visto a la llegada.