«Druk»: y llegará el momento en que todos nos iremos de copas
Thomas Vinterberg arrasa en la gala de los Premios del Cine Europeo con cuatro galardones (mejor película, director, actor y guion) por su oda al alcohol
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Dios me libre de citarle como ejemplo de filósofo de cabecera, pero, por esta vez, no le pondré remilgos a esa frase que recientemente pronunciaba Rafael Amargo a su salida de los calabozos. Después de tres días de rumorología, de titulares esperpénticos, de peleas con los agentes y del frío de los barrotes, el bailarín dejaba los juzgados como el que sale el viernes de la oficina y va directo al bar: «Hay que celebrar», defendía ante decenas de «alcachofas» y cámaras que esperaban la liberación.
Un día después, fue el propio Amargo el que contó que, si no le llegan a sujetar, hubiera estrenado «Yerma» esa misma noche, pero hay veces en las que tener a alguien con dos dedos de frente al lado no viene mal. En otras, qué bien sienta todo lo contrario. Dejarse llevar con la única precaución de cruzar los dedos para que lo que venga después, ya con la resaca, no tenga demasiadas consecuencias. Celebrar para desfogarse.
Eso mismo que, una vez se dé por finiquitada la pandemia, harán unos cuantos de los que queden. Cada uno a su manera, con la familia, con los amigos, en soledad o junto a la mascota; con mucho o poco alcohol; con abrazos, saltos o perreo; pero festejar por lo alto todo lo que nos hemos contenido en este maldito tiempo de (necesaria) reclusión y distanciamiento. Es indudable que hay ganas de farra. Y no de esas clandestinas y egoístas que vemos en telediarios y tuits. De una sin freno de mano. Tampoco será necesario arrastrarse a casa a las seis de la mañana. Puede ser a la una y media después de tres «Cola Caos». Simplemente, hasta que a uno le apetezca.
Quizá este mono estará superado cuando podamos ver «Druk (Another Round)» (en abril la tendremos en los cine) y los ojos no se abran como platos. Pasó en el Festival de San Sebastián, en el que las fiestas danesas de los paisanos de Thomas Vinterberg (creador y director de la obra) dejaron un sabor magnífico entre el público. También en el jurado, que le concedió la Concha de Plata a Mads Mikkelsen por su actuación. Ahora, el intérprete ha repetido reconocimiento en los Premios del Cine Europeo, aunque esta vez no fue el único de una producción que también sumó los de mejor película, dirección y guion. Pleno. Cuatro de los cuatro a los que optaba.
¿Su éxito? Además de ser una cinta más que decente, el buen rollo que transmite y, sobre todo, salirse de la norma, darle una patada a lo políticamente correcto. Vinterberg no se pone ñoño y decide colocar al alcohol en el centro de la vida occidental, casi imposible desligarse de él aunque no nos demos cuenta. No busca regates. Se abraza a las copas apoyado en un estudio que asegura que una cantidad determinada de alcohol, 0,05%, nos hace más dispuestos y creativos. El problema reside en saber cuál es el límite... y parar.