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Imagen de archivo de los combatientes en la Guerra Civil española

Guerra civil española, un campo de minas todavía por desactivar

Jean-Pierre Barou se adentra en la Guerra Civil con un ensayo que se apoya en los intelectuales que se alzaron contra esa contienda, en especial, Thomas Mann

Es evidente que las heridas de la Guerra Civil no han acabado de cicatrizar. Buena prueba de ello es la enorme cantidad de bibliografía, en muchas ocasiones superflua y repetitiva, que cada año llena las librerías. Lo difícil es decir algo nuevo y aportar una luz distinta en tan espinoso terreno, un campo de minas todavía por desactivar. Jean-Pierre Barou es uno de los nombres de referencia en el mundo de la edición francesa. Su mirada crítica, algo que demostró poniendo en marcha publicaciones como «Liberátion» o editando el celebérrimo y polémico panfleto «¡Indignaos!» de Stéphane Hessel, hace que merezca la pena prestar atención a sus textos. Si, además, se adentra en un terreno en ocasiones pantanoso como es el de la Guerra Civil, podemos estar seguros de que nos encontramos ante un trabajo interesante.

Miliciano tras la profanación de una Iglesia
Miliciano tras la profanación de una IglesiaLa Razón

En «La guerra de España: reconciliar a los vivos y los muertos» se centra en algo que le ha obsesionado desde que con 15 años cayó en sus manos un ensayo sobre el bombardeo de Guernica. Pese a que no acabó de entender muy bien el texto, una frase le llamó poderosamente la atención: «Nosotros somos el pueblo». Con ella se hacía referencia a las diferentes fuerzas que se unieron para combatir el franquismo, a veces con independencia de la ideología. Sin embargo, Barou no llegó a comprender el sentido de esa afirmación hasta que en 2001 acompañó a Hessel para promocionar «¡Indignaos!» en nuestro país. El responsable de una emisora de radio le dijo que «hacía décadas que esperábamos que llegase un mensaje como este desde Francia». El escritor y editor comprendió entonces aquel mensaje leído durante su juventud. «Esa unión entre contrarios en el País Vasco descansaba sobre una unidad de las conciencias», escribe en este ensayo.

No es un libro más

El autor se apoya en algunos de los intelectuales que apoyaron al bando republicano durante la contienda, con una especial atención al papel de Thomas Mann, aunque sin olvidar a nombres como Camus, Georges Bernanos o André Gide. La guía a través de Mann se basa en un texto que el ya por entonces Nobel redactó en 1936 titulado «España», unas cuartillas sorprendentes en un autor que hasta ese momento no se había interesado por un país que le quedaba lejos en todos los sentidos. Sin embargo, había empezado a ver las orejas al lobo del nazismo y observó que la guerra de España iba contra «las reivindicaciones de la conciencia». Mann es, de alguna manera, el hilo de Ariadna usado por Barou para construir un ensayo que también bebe de la tradición trágica española, desde los clásicos del Siglo de Oro hasta los dramas de Lorca. Precisamente el asesinato del poeta es uno de los temas analizados en el libro; es una lástima que Barou se haya dejado llevar por una mirada revisionista del crimen que lo dibuja como una disputa familiar pese a tratarse de un asesinato de odio político, un episodio más de la represión que se instaló en la ciudad de la Alhambra.

En este pasaje por el terror y por sus orígenes hace bien Barou en situarse en Casas Viejas, un pueblo de la Sierra de Cádiz donde en enero de 1933 tuvo lugar uno de los más trágicos episodios de la Segunda República, una matanza en la murieron 25 personas entre anarquistas y agentes de la Guardia Civil. Todo acabó desembocando en una importante crisis institucional que acabaría derribando al gobierno republicano-socialista de Azaña. Fue este suceso una de las primeras tomas de conciencia por parte de la intelectualidad del momento, además de establecer un interesante paralelismo entre aquel suceso y la «Fuenteovejuna» de Lope de Vega. En este sentido, es interesante que cite un pasaje de uno de los grandes ensayos sobre la Guerra Civil, el que escribió Hugh Thomas y donde se recuerda que «como sucedió en Fuenteovejuna y en la obra de Lope, fue imposible llevar a los culpables ante la ley, pues todo el pueblo era culpable».

Algunos afectados por la hambruna perdieron memoria y sufrieron alteraciones visuales
Algunos afectados por la hambruna perdieron memoria y sufrieron alteraciones visualesDavid Seymour "Chim"EFE

Probablemente, el capítulo más interesante sea «La suma de terrores», donde se ofrece una mirada sin complejos de la represión llevada a cabo por los dos bandos, sin olvidar los intereses económicos que hay en el extranjero respecto al tema, como si España fuera la ruleta en la que se podían hacer todo tipo de apuestas. En este sentido resulta pertinente una cita de Camus, rescatada por Barou y que sostiene que «toda la vida dirigida por el dinero tiende a la muerte», escrita por el autor francés a principios de ese nefasto 1936, mientras trabaja en su obra «Rebelión en Asturias». El ensayo se apoya también en los trabajos de una nueva generación de historiadores, pero sin olvidar a los que los precedieron. Todo bajo el manto de la palabra de Mann, uno de los primeros intelectuales que alzaron su voz contra esa guerra.