Javier Cercas: «Cuando la literatura se propone ser útil deja de ser literatura»
El escritor publica «Independencia», novela en la que retoma al personaje protagonista de «Terra Alta»
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Cercas no oculta que «Independencia» tiene en su título mucho de provocación. En la novela sigue las andanzas de su antihéroe Melchor Marín, el mosso d’esquadra protagonista de «Terra Alta», la obra con la que ganó el Premio Planeta. En esta ocasión, Melchor debe indagar sobre el chantaje al que se está sometiendo a la alcaldesa de Barcelona con un vídeo sexual.
–Regresa a Tusquets. ¿Cómo ha sido el retorno del hijo pródigo?
–Sin secreto y de manera absolutamente natural. Vuelvo al lugar en el que estaba. Mi editor es el mismo, las responsables de Prensa las mismas… Por otra parte, el mecanismo de la editorial es igual que en aquella época. Funciona como una pequeña que tiene el apoyo de una gran editorial.
–¿Es como volver a la casilla de inicio?
–El inicio no fue ese, sino Jaume Vallcorba. Tusquets es donde me di a conocer como escritor. Antes mis libros no existían, algo que no me parecía raro sino lo normal.
–Pero este retorno a Tusquets coincide con el vigésimo aniversario de «Soldados de Salamina».
–Un escritor no pertenece a una editorial. Eso ya pasó. Cuando se compra una compras la editorial, pero no a los autores. Es lo mismo que si me preguntan por qué me fui a Planeta. No es que yo escribiera un libro para ganar el Premio Planeta, que es lo que mucha gente interpretó porque piensan mal. Se equivocaron. Escribí uno en el que había un cambio de registro para no repetirme, para no convertirme en un imitador de mí mismo. También existieron motivos personales. Cuando lo acabé se lo llevé a mi agente y me dijo: «Este es uno distinto. ¿Qué te parece si lo llevamos al Planeta?» No se me pasó por la cabeza. Era una manera de empezar una etapa. Y ahora estar en Tusquets me parecía lo adecuado.
–¿Es «Independencia» su novela más política?
–Sí, si excluimos «Anatomía de un instante» que es una sin ficción. Sí, puede ser lo que dices. Hay un retrato sociológico de las élites de Barcelona y Cataluña. Así que probablemente sea así y la más política. Lo es más que «Terra Alta» y que la que estoy escribiendo ahora mismo. Yo soy consciente de que se puede hacer una lectura política de esta novela, y más con el título provocador que le he puesto.
–Pero no hay mucha alusión directa a la situación política en Cataluña, salvo referencias a nombres como Carles Puigdemont.
–Mi editor Juan Cerezo y yo decidimos eliminar cualquier alusión política en la contraportada. Prefiero que sea el lector quien lo lea como quiera. La novela ideal es para mi aquella que tolera infinidad de lecturas. Eso es lo que nos hace seguir leyendo «El Quijote», «Hamlet»... Pero no quería, sobre todo en este libro con título tan provocador, dárselo todo hecho al lector.
–¿Nunca tuvo la tentación de escribir una realmente sobre la independencia?
–No. Creo que es prematuro. Es la diferencia entre el periodista y el novelista. El primero cuenta la batalla mientras está ocurriendo, por eso yo no soy periodista, no soy el que toma nota en el fragor del combate para hacer la crónica. En cambio, los novelistas, cuando el polvo ha bajado, podemos contar los cadáveres y saber qué bajas tenemos, y entonces interpretar. Parte de la realidad para explicar otra realidad. Es demasiado pronto para eso hoy. No me lo planteado porque es un tema que me afecta mucho. Para mí ha sido un impacto porque tenías la sensación de que todo eso se iba a la mierda.
–Citando al historiador Josep Fontana, usted ha hablado de octubre de 2017 como de un ambiente prebélico en Cataluña.
–Sí, y estoy de acuerdo con él.
–Si no hubiera existido ese ambiente prebélico, ¿no habría cambiado de registro literario?
–Todavía no lo sé. Me lo sigo preguntando. Lo que puedo decir es que me vino bien porque a los escritores lo malo nos viene bien. Lo bueno no sirve para nada. Lo que ocurrió en 2017 fue el carburante para «Terra Alta». Yo cambié de repente y empecé a ver las cosas de otra manera. Los escritores somos animales carroñeros que vivimos de lo malo, del dolor, de la crisis, de la violencia, de la infelicidad... Nunca de lo bueno. Los mejores son los que transforman el horror en sentido. Cuando la literatura se propone ser útil deja de ser literatura.
–¿Qué tiene de Melchor Marín?
–Es demasiado bueno para mí. Nace de mi furia. Hay cosas que no puedo decir en un artículo, pero sí en una novela porque está para sacar esa parte maldita que no se puede decir de otra manera.
–¿Cree que la palabra «independencia» está secuestrada?
–Sí. El secesionismo ha hecho un trabajo extraordinario que no se ha entendido en el resto de España, por ejemplo con el lenguaje. Cuando se cree que los independentistas son cuatro locos con barretina, se equivocan. La prueba fue 2017 cuando luchaban unos del siglo XXI contra otros del XIX. La primera conquistafue el lenguaje. Todas las palabras hermosas se las han llevado, como democracia, justicia... Hay que reconquistar el lenguaje, pero eso tardará mucho en suceder. Tardaremos mucho tiempo en verlo.