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Crítica de “Capone”: adiós al gánster ★★☆☆☆

Un fotograma de "Capone"
Un fotograma de "Capone"FilminFilmin

Dirección y guion: Josh Trank. Intérpretes: Tom Hardy, Linda Cardellini, Matt Dillon, Kyle MacLachlan. USA-Canadá, 2020. Duración: 103 minutos. Drama. En Filmin

Seguro que nunca han visto cómo se comporta una película enferma de neurosífilis. Se le agrieta la piel, como a un zombi de Romero. Camina tambaleándose, con las piernas abiertas, mientras murmura y balbucea palabras de otro planeta. Confundida, tiene alucinaciones violentas, se hace encima sus necesidades, huele mal y pinta peor, es una película con la que no tomarías un café. Así era Al Capone en el último año de su vida, y así lo ha retratado Josh Trank, joven talento que Hollywood aupó y castigó al alimón cuando su versión de “Los cuatro fantásticos” encendió el odio de las redes. No puede decirse que Trank no haya trabajado bien la subjetividad en este antipático antibiopic. El director de “Chronicle”, que dice sentirse fascinado por la desmitificación de las grandes leyendas, ha dirigido, con “Capone”, su filme más personal: aquel que refleja cómo se sintió con el éxito de “Chronicle”, su ópera prima, y con la lapidación pública de “Los cuatro fantásticos”.

Es decir, Trank puede decir aquello tan flaubertiano de “Capone, c’est moi”, aunque el compromiso con su personaje no justifique el poco interés que suscita su decadencia. Así las cosas, la película arrastra los pies como lo hace Tom Hardy, parodia del peor Marlon Brando a través del cual asistimos a la pesadilla que hierve en la cabeza del sanguinario gangster, que, neurosifilítico, recién salido de la cárcel y con zanahorias en lugar de puros colgando de sus labios, babea sus últimos suspiros en un palacio de cristal que ya no se puede permitir, y ni siquiera recuerda -o quiere llevarse el secreto a la tumba- dónde escondió diez millones de dólares que todo el mundo busca desesperadamente a su alrededor. Si no fuera porque Trank parece mostrar una insólita empatía por Capone, la película, extraña y torpe, acabaría durmiéndose entre su propio vómito.

Lo mejor

Es una película antipática, hecha a contracorriente de modas y exigencias comerciales.

Lo peor

El pobre Tom Hardy, condenado a arrastrarse como un zombi adicto al Método durante todo el metraje.