Zapata Tenor: “No hace falta ser un erudito pijo para abrazar a Chopin”
En “Música para la vida” explica por qué la vida entre canciones es mucho mejor que sin ellas
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No hay un día sin música para José Manuel Zapata. Bueno, “un día tuve la gripe”, bromea. Porque para este tenor tan particular el buen rollo es una obligación. Si llevamos un año que es “un infierno que te cagas”, dice, él le da la vuelta y se pone en modo positivo: “Siempre veo el vaso medio lleno”. Y así lo demuestra en “Música para la vida” (Planeta), el libro con el que ha roto el “vértigo de los folios en blanco” y con el que explica lo imprescindible que son las melodías en el día a día.
–¿Qué es la música?
–La única de las artes que está con nosotros toda la vida. Lo primero que escuchamos en el vientre materno, según la ciencia m es el corazón de nuestras madres.
–¿De no ser músico, qué hubiera sido?
–Piloto.
–¿De aviones?
–Sí, de combate. Pero con el peso que tenía no entraba en el caza.
–Bueno, ya está fino, todavía puede probar suerte en la Patrulla Águila.
–Por lo menos ahora no tienen que hacer más grande el hueco.
–En el libro se habla del “Joselito cantor”, ¿cuándo empieza a cantar?
–No recuerdo el momento exacto. Sí que mi abuela Concha me sacaba al patio para que las vecinas me vieran. Con tres años ya cantaba por Gardel en la noche de Reyes.
–¿Qué podemos encontrar en su Spotify?
–Eso es el mayor invento de la historia. Antes viajaba con todo un cargamento de CDs y el avance humano me ha mejorado la vida. Soy muy ecléctico. Ahora escucho mucho Bach, jazz, canciones españolas, Pasión Vega, Miguel Poveda, José Mercé... Pero siempre recomiendo “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi, compuestas por Max Richter.
–¿Trap, reguetón...?
–Toda música tiene su momento porque a las dos de la mañana, en la discoteca, un Beethoven no tiene sentido. Un poco de trap y un poco de reguetón es fenomenal, pero todos los días... Es como comer hamburguesa siempre. No. Y luego está el tema de las letras: no se puede luchar contra cosas injustas como la cosificación de la mujer y luego decir esas cosas. Se quedan como troyanos en la cabeza de los críos. “La Jeepeta” no puede ser más machista: “Alao’ mío tengo una rubia que tiene grandes las tetas. Quiere que yo se lo meta”. Y con “Cuatro babys”, de Maluma, también se te ponen los pelos de punta...
–¿Y la ópera también tiene sus prejuicios?
No debería porque no deja de ser musical, pero con más calidad. Pero hay prejuicios en las dos direcciones, de dentro a fuera y de fuera a dentro. Los prejuicios solo sirven para matar al ser humano porque nos perdemos una gran cantidad de cosas. ¿Es elitista? No. Y si lo es, también lo es ir al Bernabéu, que está considerado popular cuando los precios son los mismos. “La traviata” no es más que una historia. No hace falta tener tres carreras y un mayordomo para que te guste la ópera. Cuando me preguntas " qué me pongo para ir a una función” yo digo que lo mismo que para ir guapo a cenar, solo hay que cumplir unos códigos propios.
–¿Qué le provoca el término “música culta”?
–Es horrible. ¿Hay que tener formación para apreciar “Turandot”? No. Yo me enamoré de Haendel cuando repetí COU, que me gustó mucho y lo hice dos veces. No hace falta ser un erudito pijo para abrazar con fe verdadera a Chopin.
–Cuenta que la música le salvó de ser acosado.
–Era un “gordazo” y lo tenía todo para que vinieran a por mí, pero usaba la guitarra como parapeto. Era un escudo de un superhéroe. Les hipnotizaba, se sentaban a mi lado y atendían. Me reía mucho. Por eso a los niños les digo que estudien música, que canten, que toquen el ukelele...
–Su peso le marcó (ha perdido más de 50 kilos), también habla en el libro de la “gordofobia” de los directores de escena.
–Muchos lo son porque no encaja con el personaje. Con la cultura visual que tenemos en el cine y la moda es normal que busquen el “prototipo”. Pero yo he vivido situaciones en teatros en el que el personaje obeso se siente despreciado. Los gordos también nos apareamos e intentamos seducir.
–También escribe que el de la clásica es un mundo muy “machista”.
–Está cambiando a marcha forzadas, pero hay muy pocas directoras de orquesta. En toda mi carrera solo he trabajado con una. Y en las filarmónicas históricas todavía ha costado más la paridad.
–En ese universo está el “episodio Plácido”...
–Para mí está el artista. Si no diferenciamos al artista de la persona nos perdemos grandes genios en todas las artes. Nadie se pondría delante de un cuadro de Picasso si se lee su biografía, ni nadie escucharía a Wagner. Para mí Plácido Domingo es el artista y no quiero que no haga cosas chungas.
- “Música para la vida” (Planeta), de Zapata Tenor Planeta, 304 páginas, 18,90 euros.