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Las «Reinas negras» de Chirino, orígenes de madera y hierro

La Fundación del artista dedica una exposición de más de cien piezas en las que muestra las esculturas que todavía quedan del ciclo de las «Reinas negras», las obras que marcarían sus inicios como creador y su evolución posterior
Martín chirino

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Todo artista tiene un principio. Un origen del que nace su estética y su pensamiento artístico. A principios de los años cincuenta, Martín Chirino emprendió un trabajo escultórico bajo la égida y la influencia de artistas como Picasso, Paul Klee, Julio González, uno de sus grandes maestros, por cierto, y la proyección que ejercía por entonces el arte africano entre los pintores y los escultores. El resultado fue un ciclo de piezas que hoy son conocidas popularmente como «Reinas negras». «No es una exposición, sino casi un centro de energía, porque, si lo piensas bien, este es un conjunto reducido de obras, pero que, según declaró él mismo, suponen su comienzo como artista», declara Alfonso de la Torre, comisario de la muestra dedicada a este creador que ahora acoge la Fundación del artista en Las Palmas de Gran Canarias.
Esta muestra recoge ocho de estos trabajos (las demás han sido destruidas o están perdidas) y, para arroparlas con un contexto, se han reunido un centenar de objetos entre esculturas, dibujos, pinturas y fotografías que brindan la atmósfera intelectual adecuada para entender mejor esta serie. Este fondo documental ayuda a contextualizar al artista en estos años iniciales y, también, valorar la importancia que tuvo este periodo en la formación y la posterior evolución de Chirino. «Tratamos de reconstruir ese mundo, de recordar las vanguardias en Canarias, la influencia de la “Gaceta del arte”, sus lecturas y la repercusión que tuvo en él tanto Ortega y Gasset como Nietzsche», prosigue De la Torre quien, aprovechando la apertura de exposición, presenta también la primera monografía de la «Enciclopedia Martín Chirino», que abarca todas las fases de su trayectoria, y que firma él mismo.
Las «Reinas negras» fue un trabajo que sumaba una dimensión intelectual y otro de forja y talla. Una incursión valiente que despejaría dudas y que despejaría el sendero posterior que recorrería el artista. Las obras fueron realizadas en su taller de Las Palmas y dejan traslucir algunas características que después delinearían el ADN de su producción, como el imaginario tradicional de su tierra, ese poso telúrico y mágico que contienen, y el nomadismo, lo que resulta crucial para él, que enseguida marchó de las islas para conocer las corrientes, hitos y movimientos que sacudían la escena artística mundial.
La mera observación de las «Reinas» ofrecen la posibilidad de apreciar un salto evolutivo rápido, como si el mismo artista tuviera prisa por atravesar fronteras estéticas distintas para alcanzar una modernidad palpitante. Es como si tuviera miedo por perder algún tren de la contemporaneidad. Principian, como tantas veces, con el bosquejo que ofrece el dibujo, pero enseguida emprenden vuelo y ese toque primitivo que encarnan van empapándose de abstracción. «Existen dos modelos que sigue. El de Eduardo Westerdahl, que ha visitado la Bauhaus, y el de Ángel Ferrant, que es un gran escultor, y de quien aprende el uso de las materias poco nobles y que Chirino, en sus comienzos, también usa. Pero también hay que tener en cuenta que su padre trabaja en los astilleros y que aquí tiene la oportunidad de conocer el hierro, los metales pesados», declara Alfonso de la Torre. Es como si Chirino naciera de una encrucijada. De la suma que supone el hierro golpeado por el martillo y las artes ancestrales. «No se puede olvidar que en el museo canario se guardaban las huellas aborígenes de los pueblos antiguos de las islas. Ahí se conservan tejidos, momias, vasijas, ídolos. Ese contacto también formará parte de su mundo moderno», declara el comisario. El propio Alfonso de la Torre escribe en su «Enciclopedia Martín Chirino» que estas obras fueron «concebidas con piedra volcánica tallada o hierro forjado. Son tempranas esculturas abstractas en el nuevo arte español que llega». Para él, según explica a este diario, «estas obras serían el polvorín que luego se prendió y del surgiría su evolución». Es a través de estas piezas, donde Chirino «encontró el camino a través del hierro». Empieza «con maderas, piedras, y pasa al hierro, descubre la forja». ¿Y después? Después vino el artista que ya todos conoceríamos.

El tam-tam africano

Al escultor de los vientos no le gustaba catalogar como figurativa esta singular ejecución de las “Reinas Negras”. Preguntado por el origen de cada etapa y sus nombres, en una de las últimas entrevistas que mantuvimos, en 2018, meses antes de su muerte, Chirino señaló que, en materia de volúmenes escultóricos, la distinción de la abstracción es sólo cuestión de fuelle en la mirada; y de menor o mayor cantidad de “naturaleza trascendida”. Y que el nombre de “Reinas Negras” lo ideó Manuel Padorno, quien también lo utilizó en su primer poemario “Oí crecer a las palomas” (1955), con portada de Manolo Millares. Los tres amigos, que, a finales de ese mismo año, se embarcarían juntos para radicarse en Madrid, solían frecuentar el Mercado del Puerto, en Las Palmas, para adquirir figuras de arte africano, que bautizaron como “chimilicocos”.
Sólo Chirino había vivido ya en Madrid, mientras cursó Bellas Artes, y en el par de años que duraría el retorno a su ciudad natal, se emplearía a fondo en esta elocuente serie, germen de los futuros “Afrocanes”, de los años 70. Dos viajes fueron decisivos para el tam-tam africano del escultor. Una larga estancia, de estudiante, en Villacisneros, la antigua colonia española, a donde llegaría en uno de los barcos pesqueros de la flota de su padre, jefe de Talleres, además, en los Astilleros del Puerto de la Luz (los cascos de los barcos alzados serían determinantes para el futuro forjador del hierro), y, sobre todo, un reciente y deslumbrador viaje a París. “Me fascinó el primitivismo y el culto a las máscaras y objetos africanos que practicaban allí los más importantes artistas de vanguardia”, explicaba. “Yo me decía: ‘Pero si nosotros tenemos África a un tiro de piedra’, y nada más pisar de nuevo las Islas, me puse manos a la obra, a rendirle pleitesía a sus Reinas…”.
ANTONIO PUENTE

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