La última lección de Dante Aligheri: la “Divina comedia” contra la corrupción
Juan Barja publica una edición bilingüe de la obra, ilustrada con treinta dibujos que el pintor Sandro Botticelli realizó expresamente para este texto y resalta su mensaje de modernidad contra las corrupciones humanas y políticas
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La figura de Dante, «el padre del italiano», está marcada por una obra, la «Divina Comedia», y un amor, Beatriz, que ha trascendido los siglos, dejó una fuerte huella en el amor cortés y, además, inspiró un libro, un clásico, la «Vita Nuova», escrito en lo que después se ha venido a denominar el «Dolce Stil Novo», que tanto influyó en los poetas. Dante, de imprecisa fecha de nacimiento, responde perfectamente a la idea de lo que hoy conocemos como un intelectual: un hombre comprometido con su tiempo, involucrado en las luchas políticas, que conoció el sabor de la traición y, también, el amargo trago del exilio, donde precisamente la muerte lo sorprendió de manera imprevista (aunque tenga tumba en Florencia, muy visitada por los turistas, sus restos todavía descansan en Rávena).
«En su obra existen referencias irónicas sobre sí mismo. Insinúa que su pecado es el de la soberbia, y se considera ya un enorme poeta. En la “Divina Comedia” se describe con los grandes poetas, que lo acogen como si fuera un igual y, cuando pasa por el circulo de los soberbios, en el purgatorio, llega a decir que “aquí lo voy a pasar mal por un tiempo”», comenta Juan Barja, que, para celebrar el 700 aniversario de su muerte, el 14 de septiembre de 1321, publica en la editorial Adaba una edición bilingüe de la «Divina Comedia» ilustrada con treinta dibujos de los que realizó el pintor Sandro Botticelli expresamente para este texto.
Juan Barja ha dedicado a este trabajo que ahora ve la luz veinte años y en él han colaborado de manera extraordinaria Patxi Lanceros, profesor de Filosofía Política de la Universidad de Deusto, que se ha encargado de un adecuado y minucioso aparato de notas, un total de 337 que ayudan a conocer detalles de la época, introducir nombres y contextualizar personajes; y Juan Calatrava, que participa con un ensayo iconográfico muy esclarecedor. «Dante era un gran moralista, una persona ideológicamente avanzada, que acababa de leer la ética de Aristóteles, que se había recuperado unos años antes a través de las traducciones árabes, y que le hacen un hombre muy aristotélico», comenta Barja sobre el carácter del escritor.
De espíritu sagaz, enorme inteligencia, gran formación humanística, vida asendereada y espabilada por experiencias, Dante murió cuando soñaba con regresar por fin a su ciudad natal y hoy, como tantos otros que han sido atacados en su tiempo, es alabado por todos de manera unánime, aunque acabara sus días fuera de su tierra (como le sucedió también a Erasmo, otro ilustre vagabundo). «Él hace en la “Divina Comedia” una calificación moral y política de su tiempo, que también fue bastante convulso, como lo es actualmente el nuestro y como se puede decir de casi todas las épocas del pasado». Para Barja, la obra es «una lección espectacular contra todo tipo de simonías, corrupciones y acontecimientos similares en la administración de las ciudades.
Unidad italiana
Curiosamente, esos casos estaban bastante extendidos entonces y todavía los reconocemos en nuestras urbes. Menciona todas estas corruptelas, que también afectan a la iglesia. Pero podemos reconocerlo en otros aspectos que vemos bastante comunes. Él es partidario de una cierta unidad italiana, y eso de la unidad nos resulta muy conocido a los europeos. Él habla de la pobre Italia; de hecho, es el primer canto que se le dedica a la nación entera, que en ese instante era un campo de luchas europeo con franceses, españoles y austriacos. Reconocemos esa imagen, cómo otras naciones dirimen sus disputas en otros países. Eso es lo que sucedía en Italia». Pero en Dante existen también otros aspectos que son ilustrativos: «Hoy el mundo está repleto de conflictos y de guerras. Él combate la desunión de Italia, las influencias internacionales y las decisiones y ambiciones personales en la política sin necesidad de ir a la política, pero, y esto es importante, también menciona la pequeña política de cada uno en sus ciudades, Estados, y denuncia la violencia y la crueldad, cuestiones actuales».
Han transcurrido periodos y centurias, pero el hombre parece que permanece inmóvil en algunos comportamientos y costumbres que podemos detectar cuando se enfrenta a la lectura de esta obra. «Es evidente que existen diferencias con nuestro momento, pero también hay semejanzas con la situación actual», asegura Barja, que se detiene un instante a puntualizar: «Desde el punto de vista moral, la situación de la falta y la culpa, que se toma desde preámbulos religiosos, ha cambiado y esto también se debe subrayar. Hay que tener en cuenta que los pecados capitales son una de las bases de la estructura del infierno y del purgatorio».
Su libro nos ha llegado barnizado con una imagen de clásico que impide ver, sin embargo, las modernas contribuciones que realizó. Juan Barja, que leyó sus obras durante la juventud y que desde entonces ha estado familiarizado con ellas, recuerda algunos hechos que pueden resultar chocantes para aquellos que se acerquen a conocer a este escritor por primera vez. Cuenta, así, que para «la sociedad de la época eran menores los pecados de lujuria, aunque no nos lo parezca, y resulta curioso, pero es de lo menos señalados, aunque, en cambio, la pereza se considera de una enorme gravedad. Y esto se explica por dicho defecto, que consiste en no hacer lo que se tiene que hacer, entonces el espíritu languidece y se penetran en él otros pecados». Barja especifica un rasgo interesante de este libro que su autor solo llamó «Comedia», porque está dividido en tres partes y porque acaba bien, y al que Petrarca añadió posteriormente lo de «Divina». «Él cree en una gran parte de la iglesia, pero también hace una crítica feroz sobre ella como institución. Habla de las ambiciones desmedidas tanto en lo moral como en lo político», unos asuntos que se traslucen precisamente en el infierno y en el purgatorio. «El libro es una enciclopedia del saber que recoge la tradición clásica y la cristiana –aclara Juan Barja–. En este sentido, la religión de Dante es una mezcla de la reivindicación del mundo clásico, por eso él es guiado por Virgilio en las dos primeras partes y en la tercera, por Beatriz, la teología. Es una división entre el mundo clásico y el cristiano. Nosotros somos deudores de ellos porque todavía siguen vigentes, aunque las costumbres no sean adecuadas, pero es una tradición que continúa viva. El dios cristiano puede ser calificado de Zeus y al revés. Es una mezcla extraña entre religión y mito que lo sitúa entre los grandes que reivindican el mundo clásico».
Un rebelde de su época
Pero en Dante anida un rebelde para su época. Aunque la idea del purgatorio había florecido en ambientes eclesiásticos con anterioridad, él es el primero en describir el purgatorio y el que lo formula desde un punto de vista estético. «Es quien lo imagina, aunque ya se había mencionado su existencia. Pero, claro, había que pensarlo. Antes únicamente existían las almas que eran condenadas y las que eran salvadas. Dante introduce una descripción y tiene su importancia, porque da referencias de que hay culpas relativas, y esto implica que algo no tiene que condenarte siempre de manera necesaria».
Aunque la parte más difundida de la «Divina Comedia» es el Infierno, que aparece mencionado incluso en los libros de Dan Brown, sin embargo, Juan Barja discrepa de este lugar común y reconoce que hay una parte que él prefiere por encima de esta: «La mía favorita es la del Paraíso. Quizá porque es en este lugar donde se fijan muchas de las esperanzas de la historia de la humanidad. Es la que la gente menos aprecia, quizá porque se entienden mejor los delitos y penas del Infierno y las ensoñaciones del Paraíso. Pero se trata de la parte más lírica. Las anteriores son magníficas, aunque contiene un acento crítico que hace que la poesía no pueda elevarse demasiado. El realce del tono lírico arranca en el Purgatorio y desde ahí se va elevando la poesía».
«LA DIVINA COMEDIA», Dante Aligheri y Sandro Botticelli. ABADA EDITORES. 1.068 páginas, 70 euros