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Festival de San Sebastián: mujeres, hombres y viceversa

La edición de este año no distinguirá entre mujeres y hombres en sus premios de actuación
Gorka EstradaEFE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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El Festival Internacional de Cine de San Sebastián, o Donosti Zinemaldia si son puristas, interrumpía en la mañana de ayer la ceremoniosa presentación de sus carteles oficiales, siempre bien currados desde lo gráfico, para poner patas arriba el cine patrio y, de paso, abrir a machetazo limpio uno de esos debates durmientes que ahora se ha convertido en elefante rosa, y probablemente «woke» o despierto, si permiten el juego de palabras: desde su edición número 69, la que se celebrará entre el 17 y el 25 de septiembre, el certamen prescindirá de la distinción de género a la hora de premiar a actores y actrices, creando la categoría de «Mejor interpretación» y «Mejor interpretación de reparto». Parecía una mera cuestión de tiempo que una medida de tal calibre insuflara aires de esa modernidad con aroma «yankee» a las instituciones cinematográficas europeas –véase la extraña programación del próximo Festival de Cannes–, presas de su propia pulsión de relevancia en un mundo en el que el «streaming» ha estrechado plazos y los contenidos editorializados cada vez tienen mayor peso, sirviendo estas líneas como comprobación de la misma hipótesis, pero sorprende la decisión del director del Festival, José Luis Rebordinos, para adelantar a quienes se dan golpes de progresía en el pecho y, sin embargo, poco hacen por ello: «La Concha de Plata a la Mejor interpretación forma parte de un proceso de aprendizaje y, si vemos que nos estamos equivocando, volveremos al formato anterior», explicó el director del certamen en la rueda de Prensa de presentación.
Así el planteamiento, que no se duda procede de la buena fe y las ansias de renovación y atracción cultural a nuevos públicos y audiencias, lo cierto es que la decisión ya ha encontrado dos tipos de reacción muy polarizadas. Por una parte, el nuevo premio permitirá competir a actores y actrices en igualdad de condiciones, siendo su trabajo en pantalla el único baremo que el jurado deba tener en cuenta. Por otro, la desigualdad estructural del tejido cinematográfico mundial, en el que España es ejemplo pero queda mucho aún por mejorar, no permitirá que esas condiciones sean las óptimas, forzando quizá a los electores a establecer un sistema de cuotas o similar que acabe dando al traste con la intención inicial de igualdad. Quizá sea pronto para opinar y haya que esperar al desarrollo del palmarés, pero la polémica queda ya generosamente servida.

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