Fernando Aramburu: “Las novelas viven de las conductas inmorales”
El autor de “Patria” regresa a la novela con una historia sobre la crisis existencia de un varón de mediana edad en la era “post patriarcal” que fija la fecha de su suicidio
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No estamos destripando nada: en la primera página de «Los Vencejos», Toni, el narrador de la nueva novela de Fernando Aramburu, anuncia sus planes. Se va a quitar la vida. Será precisamente un año después del momento en que inicia el diario en el que trata de poner en orden sus ideas y calmar sus sentimientos, casi todos, negativos. Insatisfacción, rencor y resentimiento marcan la madurez del protagonista, un hombre divorciado e inadaptado a la era «post patriarcal», que se relaciona apenas con su único amigo, Patachula, su muñeca hinchable y las prostitutas que frecuenta. Pero no le cojan manía tan pronto. El viaje de Toni hacia la muerte tiene sorpresas.
–¿En la génesis de la novela está su protagonista?
–No exactamente. Hay una reflexión sobre dos cuestiones que me preocupaban, no para resolverlas en forma teórica sino para aplicarles una historia. Una de ellas es la situación en la que queda un varón maduro en esta época de «post-patriarcado», y la otra no era tanto el suicidio, como la circunstancia en que una persona sabe de antemano el día y la hora exacta de su muerte. Lo que presupone que, tomada la decisión de quitarse la vida, tiene que haber unos cambios en su consideración de las cosas.
–¿Y es posible que la segunda circunstancia en parte resuelva la primera?
–La segunda, según la cual una persona sabe el tiempo que va a vivir, es quizá más importante que la primera. Y además está llevada desde el principio hasta el final. Desde la primera página se sabe que se va a quitar la vida, lo cual pone al lector en situación especial, le hace cómplice de esa decisión, por cuanto, si sigue leyendo, está obligando al personaje a cumplir ese destino.
–Casi lo está empujando.
–Eso es, está colaborando con su ejecución.
–Me preguntaba si, en el caso del personaje, tras decidir acabar con su vida es posible que trate de enmendarse y resolver su inadaptación.
–Lo que pasa es que el hombre no lo tiene todo claro. Por eso se concede un margen de un año para comprender cosas –a pesar de que es un hombre muy leído, y muy instruido–, como su papel en el mundo. No termina de sentirse pleno, está incompleto, insatisfecho. Para aclararse, recurre a una confesión repartida en esos diarios que dan forma a la novela. Es una larga confesión, y el lector tiene la posibilidad de asomarse a lo más íntimo de alguien, algo que nos está vetado en la realidad. Llegamos a saber bastante de las personas con las que convivimos, pero saberlo todo es difícil.
–Conocer las miserias del narrador ¿le acerca o le aleja?
–Bueno, hay trampa, porque el personaje sufre una evolución en la novela. Al principio no aparece en facetas atractivas, pero luego logra despertar cierta compasión o ternura. Hago un esfuerzo para que los personajes no sean comprensibles con un solo adjetivo.
–¿Alguna vez juzga a los personajes?
–No, nunca. No me siento como un juez ni cometo la indelicadeza de que ellos postulen ideas mías. No son sacos de opiniones mías, ni mucho menos. Esta novela no tiene nada de autobiográfico, no me identifico en absoluto o muy poco con lo que hacen y dicen.
–He leído críticas y comentarios indignados con el comportamiento de Toni en relación con la prostitución.
–La gente está en su derecho de indignarse. Yo todo lo que puedo hacer es llamar por teléfono al personaje y decirle que se explique. Esto ni siquiera lo considero un reproche literario, la verdad. Pongo en duda que se puedan escribir buenas novelas con personajes bondadosos que viven en situación de equilibrio, que son felices. Las novelas viven de los conflictos de las personas y de las conductas inmorales, eso es lo que mueve a la acción. Ahora bien, cada vez que escucho algo así me acuerdo de Don Quijote pegándole palazos al teatro de títeres porque considera que lo que se está representando allí es la realidad y no puede soportarlo y arremete contra los muñequitos. Yo veo a estas personas que dicen esto en la misma situación.
–¿Se puede hacer un juicio moral a una ficción?
–Se puede, no importa. Pero es que la indignación tiene un ingrediente de placer. Echarle la bronca a un escritor es una gozada. Lo que no hay en la novela es una apología de la prostitución. Es muy ñoño pretender que cosas que ocurren en la vida no se reflejen en las novelas. Nadie puede pensar que un escritor de novela negra esté induciendo al asesinato.
–Hay una especie de ansiedad moralizante en la sociedad.
–Bueno, en la sociedad hay gente de todo tipo. Lo que es obvio es que un libro no va a gustar a todo el mundo, pero esto a mí no me despeina las cejas.
–¿Se autocensura?
–Tengo unos frenos que yo acciono de manera voluntaria porque no renuncio a mis principios morales en la literatura. Los mismos que tengo cuando me relaciono con los demás, que son, por ejemplo, que no trato de hacer humor fomentando la crueldad y no me mofaría de las víctimas del terrorismo. Son criterios morales para mi vida. Pero, más allá, me permito el humor, la parodia, el esperpento... y si alguien se molesta, ya se le pasará.
–¿Hay parodia en el personaje de Toni en cuanto a su inadaptación?
–No lo creo, aunque si el lector lo percibe así, está en su perfecto derecho. Yo soy el responsable del texto pero no de la interpretación y eso depende de la posición del que lee. Si no se está acostumbrado a convivir con personas como Toni, puede que lo encuentre excesivo.
–¿Cuál es la mayor corrección pendiente para el varón de hoy?
–No puedo generalizar sobre esto. Yo soy un varón adulto y mi mujer, con la que vivo hace 37 años, no ha tenido que hacer la revolución feminista en casa. Hay una fórmula con la que se allanarían muchos problemas de convivencia, que es el respeto. Allá donde existe, las relaciones humanas funcionan. Pero creo que el feminismo es una reclamación necesaria en la democracia y lo apoyo. Que haya salidas de tono, un poco de histeria... eso está dentro del paquete y se irá calmando. España ha dado unos pasos impresionantes en lo que respecta a la convivencia social, que causan admiración, como el matrimonio homosexual, la ley de eutanasia.. quién me iba a decir eso en la España en que nací.
–No hay intención en retratar un varón fuera de juego.
–No, porque es una persona con la que nos podríamos encontrar cualquiera por la calle. Y creo que su insatisfacción está precisamente en eso, en que a él le gustaría vivir algo grande, con peso dramático y no le sucede nada. Tiene salud y un sueldo fijo y por eso elige una tragedia personal, para poder decir que le ocurre algo digno de ser recordado.
–Vivimos en un mundo en el que queremos atención.
–Sí, y en el que ocultamos de continuo la tragedia. Nos gusta en forma de noticia, de imágenes, pero siempre que le ocurra a otros. Nos asomamos a las noticias deseosos de ver cómo viven otros accidentes, guerras y demás. Hemos creado una sociedad de bienestar que crea un panorama poco favorecedor de la literatura, que vive de guerras, epidemias, que dan temas y en torno a las que se plantean las grandes preguntas. Si no, hay que escribir novelas como a mía, de vecinos que arrastran su historia.
–Esta novela tiene un tono y una temperatura muy diferente de la inevitable «Patria».
–Estamos en otro ambiente social. «Patria» no fue una sombra. Cuando se entrega un libro, el escritorio se vacía. No pretendo repetir el éxito que tuvo. Yo sigo jugando la carta de la literatura, es lo que me anima a escribir. Hacer arte con las palabras es el proyecto que asumí de joven y que mantengo. El éxito es algo que cran otros. Yo no estaba acostumbrado a esto. Lo de «Patria» no se explica solo desde la literatura. Tocó un nervio de la época que sirvió para bien o para mal como base para el debate social y lo podría haber suscitado otra creación, pero parece que mi novela salió en el momento oportuno.
–Toni se redime desprendiéndose de los libros y en el trato con su perra. ¿Qué relación tiene con los animales?
–Es capaz de desprenderse de sus queridos libros, pero de la perra, no. Dice que no se quitará la vida si no tiene con quién dejarla. Yo tengo perra y es lo único en común que tengo con Toni. Me apena enormemente lo que estamos haciendo con el planeta.