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Arte

¿El 15-M debe estar en un Museo Nacional?

El Reina Sofía inaugura sus nuevas salas con 2.000 piezas y un 70 por ciento de obras inéditas y pone un especial acento en los movimientos políticos y sociales

Carteles del 15-M en el Reina Sofía
Carteles del 15-M en el Reina SofíaEUROPA PRESSEUROPA PRESS

El indigenismo, el 15-M, el feminismo, el movimiento zapatista, el desastre ecológico del Prestige, las reivindicaciones sociales... El Museo Reina Sofía reordena y abre las salas dedicadas a su nueva colección otorgando una preeminencia especial a los movimientos sociales. Su director, Manuel Borja-Villel, ya expresó la idea de que un museo no es un conjunto de hombres y mujeres ilustres. Quizá por eso mismo, ha abierto espacio a estas corrientes ideológicas colectivas que vertebran el discurso y la acción social desde las últimas décadas hasta la actualidad. La opción es legítima, pero presupone un salto completamente distinto en los planteamientos y concepciones que suelen dirigir un discurso expositivo. Una articulación que explica el mismo Borja-Villel: «Hay muchas novedades epistemológicas y de museografía, un cambio metodológico de entender las colecciones. Cada época tiene su manera de narrar. Durante el siglo XIX era a través de la novela. Hoy la forma que tenemos está vinculada con la idea de la serie, que es otra forma de narrar».

Uno de los debates que puede abrir esta exposición es si deben tener espacio como obra artística los carteles del 15-M. Ahora hay creadores, como Jaume Plensa, que no están, pero el visitante sí puede ver en las salas cartones, cartulinas y folios rotulados con lemas como «No hay pan para tanto chorizo», «Mandan los mercados y no los he votado» o «Devuelve odio a quien gestiona odio» que están presentes. Algo que no deja de estar exento de ironía. Un movimiento que en sus raíces estaba contra el sistema, de repente, se encuentra elevado a pieza museística. El destino, que siempre tiene un gran sentido de la ironía, nos ha brindado, además, la estampa de poder contemplar a un ministro de Cultura, Miquel Iceta, arrobado de emoción delante estas pancartas que se plantearon y escribieron contra la «casta política». Pero quizá este es otro tema.

Como vemos, la reordenación ha respetado gran parte de los movimientos y los autores, pero, en ciertos puntos, ha tenido que sacrificar grandes nombres, algo que puede chocar cuando se disponen de más de 15.000 metros cuadrados nuevos y se han distribuido más de 2.000 obras. Es innegable que están presentes Carmen Laffon, Esteban Vicente, Juan Muñoz, Saura, Barceló, Tàpies o Guerrero. Pero también que se dedica una sala entera al crecimiento urbanístico de la ciudad de Valencia, con su «boom» inmobiliario y las reacciones que produjo y que no está presente Antonio López. ¿Por qué? Borja-Villel aclara el motivo: «No es un museo estático. Las series tienen elementos secundarios, personajes que afloran en un momento dado. Cuando presenté la colección lo hice programáticamente. Cada presentación es parcial. Siempre habrá alguien que tenga protagonismo y otro que no, porque la serie no implica un canon. Por eso, cuando se dice que faltan artistas españoles es cierto, pero también existen otros muy apegados a mí que no están». Luego insiste: «La idea es ir creando relatos distintos y en estos relatos aparecen unos personajes y otros, en cambio, quedan en reserva hasta que reaparecen. Es una manera de narrar nuestra época. La estructura es parecida a la de una serie televisiva, que ahora marca nuestra manera de pensar y donde también hay cambios y episodios nuevos».

Para Borja-Villel lo que se ha producido es una apertura de diálogos y una serie de cuestionamientos, que es lo que trata de retratar en este recorrido. Para él, el arte actual prende de tres ramales esenciales: la ciudad, los espacios expositivos y las revistas como soportes fundamentales del pensamiento crítico y centros desde los cuales irradian ideas y se investiga todo lo que ocurre a nuestro alrededor (esto se puede apreciar muy bien en una sala dedicada a la fotografía y que tiene como principal referente a «PhotoVision»). Por ello, aduce el director del Reina Sofía, «esto hace que nos replanteemos el mundo y las posiciones políticas que tenemos. El artista ha tomado la plaza pública». Y aclara: «Antes los artistas trabajaban alrededor de las catedrales, los palacios y las grandes avenidas. Pero en el mundo moderno no es así. El centro es la ciudad. Este es el lugar público, antagonista de ideas y lugar de conflicto».

Berlín y la Expo de Sevilla

Esta es la dirección que se ha tomado. Más que un planteamiento sujeto a líneas estrictamente escultóricas y pictóricas, lo que ha hecho ha sido incorporar los relatos, esa palabra tan de moda, que han ordenado la actividad política y social reciente. Por eso está presente, por ejemplo, el conservadurismo que nació en la década de los ochenta, con la cabeza visible de Ronald Reagan, que gobernó desde 1981 hasta 1989, y que aquí está retratado en un vídeo donde comparte protagonismo, nunca mejor dicho, con otro actor: Errol Flynn. O, por ejemplo, la caída del muro de Berlín, un acontecimiento crucial para Europa. O la Expo 92 de Sevilla, un instante que desembocó en una reflexión sobre el colonialismo y la descolonización intelectual. Este concepto museístico, el de ahondar en los planteamientos, ha hecho que entren temas como la inmigración, la represión policial o los desahucios de las casas por parte de la policía cuando eclosionó la crisis de 2008.

Otro de los aspectos que intenta plasmar la actual reordenación es cómo era concebida la historia y cómo se observa ahora. Ha habido una nueva revisión del pasado y, por tanto, de los acontecimientos. Esto se ve en la presencia que tiene el arte indígena y los conflictos políticos procedentes de Hispanoamérica. Aquí está muy presente esta revisión, que no revisionismo, de nuestro ayer. Es evidente, y esto se aprecia a través de las salas que ha pensado Manuel Borja-Villel, que nada es estático, ni siquiera los siglos pasados y que las miradas de los artistas pueden influenciar a la hora de interpretarlo o de verlo bajo un nuevo prisma. Ya ni siquiera lo que ha ocurrido es suelo firme desde esta perspectiva. Claro está que nada de esto es nuevo ni nada de esto se lo ha inventado Manuel Borja-Villel. Él solo recoge lo que existe. Y lo que existe es lo que expone.

El planteamiento actual de la colección ha distribuido las piezas de los grandes nombres en distintas salas. Debido a que artistas tan reconocidos como Picasso han influido en distintas épocas y en diferentes artistas, parte de sus obras ahora están distribuidas a lo largo de distintas plantas. En esta tesitura se encuentran Dalí, Miró y Maruja Mallo. Quien desee ahondar en ellos debe saberlo. No está mal. Solo hay que saber que es distinto. En lugar de admirar a un creador en un sitio limitado, ahora podrá hacerlo a través de los distintos momentos en que sus trabajos dejaron huella en otros creadores.

“ESTOY COMPLETAMENTE TRANQUILO CON EL GUERNICA”
Manuel Borja-Villel no eludió el debate de estas últimas semanas. El federalismo cultural que traído consigo el ministro de Cultura, Miquel Iceta. Una tormenta que se desató cuando se hizo público la hipotética pretensión de retirar la Dama de Elche de la colección del Museo Arqueológico Nacional para cederla de manera definitiva a Elche. Algo que ha levantado una ola de quejas y protestas. “Yo creo que estamos ahora trabajando ya en red. Es algo en lo que estamos. El Reina Sofía presta obras al IVAM, al MACBA, el Centro Andaluz Contemporáneo... lo estamos haciendo continuamente”. En cuanto a la posibilidad de que se saquen obras de una institución y, de manera especial sobre la Dama de Elche, adujo: “Yo creo que eso es un rumor más que nada. Además, hay cosas que no se pueden hacer. Y existen ya depósitos y todo eso... Me da la impresión de que eso ha sido sobre todo ruido”. Respecto a la posibilidad de que esta nueva política pudiera afectarlo a él y al museo Reina Sofía, de manera especial al “Guernica”, comentó: “Estoy completamente tranquilo respecto al Guernica. Ahí no hay caso”. Borja-Villel incluso dio su interpretación de lo que para él es el federalismo, que no coincide con la que defiende el ministro de Cultura: “No creo que eso sea el federalismo. Estamos hablando de trabajar juntos. Los museos tienen que ser lugares de encuentro. Puedes prestar obras, y se hace, y ya existen depósitos. Es un trabajo de colaboración. Es fundamental para que se puedan ver las colecciones en todas partes. Nosotros, como museo del Estado, en ese sentido, es lo que hemos estado haciendo siempre”.