Crítica de “Nido de víboras”: la avaricia rompe el saco ★★★
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Dirección y guion: Kim Yong-hoon, según la novela de Keisuke Sone. Intérpretes: Jeon Do-yeon, Jung Woo-sung, Sing-woo Bae. Corea del Sur, 2020. Duración: 108 minutos. Thriller.
Alrededor de una maleta rebosante de dinero, “Nido de víboras”, de explícito título en español, demuestra que la avaricia siempre rompe el saco. Con un hatajo de personajes mayormente miserables -que lo son de mala fe o por mala suerte- este thriller coreano revisita los códigos del ‘neonoir’, especialmente del cine de los Coen en su variante más desbocada, proponiendo una alambicada historia que, en forma capitular y como un puzzle desordenado, viaja atrás y adelante en el tiempo para hilar un misantrópico retrato de la naturaleza humana. Nada se abandona al azar en una película en la que, curiosamente, el azar controla cada uno de los actos (equivocados) que hace avanzar a los personajes hacia el abismo.
La consciente acumulación de ‘deus ex machina’ es casi tan numerosa como la cantidad de cadáveres que se apiñan en los rincones del encuadre. No hay justicia poética ni siquiera para los que se la merecen, como si el universo que presenta la película, exagerado hasta la caricatura, no conociera qué significa la palabra ‘moral’. Así las cosas, la trama se sigue por su enloquecido ritmo, no porque facilite la identificación con los personajes: aunque podríamos decir que hay uno que despierta sentimientos positivos -el empleado de la sauna y descubridor de la maleta de Louis Vuitton-, queda eclipsado por una abrumadora estructura coral, de la que no tarda en emerger la auténtica protagonista, una ‘femme fatale’ con un tiburón toro tatuado en la pierna, capaz de darle bofetadas al guion para que cambie de cara a cada corte de montaje.
Así las cosas, “Nido de víboras” despliega sus estrategias de seducción desde esa estructura de rompecabezas narrativo que tan de moda estuvo en los noventa y a principios de siglo XXI, con adeptos tan ilustres como Tarantino o Nolan. La diferencia reside en que la complejidad del guion camufla la funcionalidad de la puesta en escena, que, en manos de un Bong Joon-ho o un Na Hong-jin, habría adquirido una profundidad de la que esta carece. Con todo lo derivativa que resulta, no obstante, es una película de la que no puedes apartar la mirada: entre cruel e hilarante, la delirante fluidez con que se suceden los acontecimientos, siempre atentos a tensionar nuestra atención, la convierte en una experiencia endiabladamente entretenida.
Lo mejor
La historia es lo suficientemente loca y grotesca para que no mires ni una vez el reloj.
Lo peor
La retorcida estructura del guion esconde una cierta falta de personalidad en la puesta en escena.