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Nuevas palabras

La revolución sexual de la RAE

El «Diccionario de la lengua española» se actualiza con casi 4.000 novedades entre las que destacan palabras como «cisgénero», «obispa», «disfrutón», «poliamor», «webinario», «criptomoneda»...

La revolución sexual de la RAE
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En el ADN, «esencia, naturaleza de alguien o de algo», de la Real Academia Española está eso de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua. Evitar que se monte un «pifostio» y ejercer de «apagafuegos» por el bien del castellano en todo el planeta, que no termine siendo una rareza o extravagancia, «bizarría», y para alejarse de «linchamientos» –artículo cuya etimología acaba de ser revisada: del inglés «lynch», que, a su vez procede del coronel Lynch (1736-1796), figura de la guerra de Independencia de Estados Unidos y juez de paz en Virginia, que encabezó tribunales irregulares que imponían severos castigos a los colonos leales a la Corona británica–.

Es por ello que ayer se presentaban las novedades del Diccionario de la lengua española (DLE) con el apoyo de la Fundación La Caixa. Santiago Muñoz Machado, director de la RAE y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, y Paz Battaner, académica y directora del DLE, se juntaban en uno de los salones de la Docta Casa para hablar de modificaciones como la incursión de, entre otros, «vacunólogo» dentro del corpus, precisamente, en el mismo día en el que se aprobaba la tercera dosis para el grupo de edad de los 40 a los 59.

Porque es inevitable que el DLE mire a la calle. «La Academia atiende a muchas peticiones cuando son razonadas», reconocía Battaner sobre muchas de estas palabras que han terminado «definiendo el año. Si lo miramos con la perspectiva de estos días, podemos encontrar muchas cosas de la sociedad de hoy». Así, las formas complejas «burbuja social» y «nueva normalidad» logran su correspondiente sitio en el «Diccionario», como «cribado», que encuentra una nueva acepción: «Examen médico efectuado a una persona (o a un conjunto de personas) para determinar la frecuencia de una enfermedad». Pero también aparecen otros artículos vinculados a la situación sanitaria («Covid» ya fue aceptado), como «cubrebocas», «hisopado» o «nasobuco»; o la actualización de vocablos relacionados con este mundo: «Triaje» o la citada «vacunología» (y todos sus derivados). También «emergenciólogo» y «urgenciólogo», usados en distintas regiones de Hispanoamérica.

Pero ese afán del DLE por reflejar el mundo en el que vivimos ha llevado a la RAE a su propia revolución sexual: «Cisgénero» –persona que se siente identificada con su sexo anatómico–, «pansexual» –que siente atracción sexual hacia cualquier individuo u objeto–, «poliamor» –relación erótica y estable entre varias personas– y «transgénero» son otras de las incorporaciones o modificaciones que están aceptadas desde ayer. Nada de «niñes» ni «todes», que le gustaría a más de uno, pero, como explicó Muñoz Machado, «tenemos tendencia a no precipitarnos a la hora de incorporar palabras». Primero, porque no son unas expresiones ni mucho menos extendidas y, segundo, porque «muchas veces se ponen de moda y desaparecen tan rápido como aparecen en el mercado de la lengua», puntualizaba el director.

Las casi 4.000 novedades (entre nuevas entradas y diferentes modificaciones) del DLE son para todos los gustos. Algunas que abren el apetito: «Ñanguñao», puré de plátano verde que bien conocen en Costa Rica; o el guiso típico de Argentina y Uruguay, «buseca»; o las «crudités» y la «quinoa». Aunque, puestos a elegir, por aquí le damos más al «cachopo», al «paparajote», al «sanjacobo» o al «rebujito» y al tinto, que gana el apellido «de verano». Incluso a «los chuches» que Rajoy popularizó en su día. Y es que, todavía con la resaca de las estrellas Michelin, hay que reconocerlo: en España somos de comer bien, somos «disfrutones». No nos «rayamos» –que presenta nueva acepción, «enfadar, fastidiar, hartar»– por costumbre.

Otra cosa es si hablamos de fútbol..., que, igualmente, encuentra más de una puerta de entrada a este «Diccionario». Muchos culés recordarán tiempos mejores en esta actualización, aquellos de los dos «tripletes» –con acepciones balompédicas revisitadas– que hoy suenan a ficción, como si el deporte rey les hubiera hecho una «cobra» –«gesto de retirar la cara para evitar un beso no deseado»– y ya no quiera nada con ellos. Solo sumirles en un «sindiós». Mucho más que el trabajo de un buen «driblador» y «chuteador» van a necesitar los blaugranas para retomar el vuelo, quizá alguna ayuda del «trencilla» –que ha revisado su etimología– en un momento puntual, o acudir a una «obispa» para que rece por ellos.

Y las Academias tampoco podían pasar por alto la Era Digital, por lo que la digitalización y tecnificación se refleja en la creciente incorporación al «Diccionario de la lengua española» de términos nacidos directamente del lenguaje de internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías. Aparecen términos tan de moda como «bitcóin», «bot», «ciberacoso», «ciberdelincuencia», «criptomoneda», «geolocalizar» y «webinario» –seminario web–. Otros con una entrada ya existente en el DLE se reinventan e incluyen nuevas acepciones. Así sucede con «audio», como «mensaje sonoro que se envía digitalmente»; «compartir», para referirse a «poner a disposición de un usuario un archivo, un enlace u otro contenido digital», o las nuevas acepciones de la jerga informática para los verbos «cortar» y «pegar», a los que también se añade la forma coloquial «cortapega».

Términos que, aunque muchos de ellos nos dejen «ojipláticos», demuestran que la RAE evoluciona de la mano de la gente. Aquí no hay necesidad de construir más «relatos», ampliado también a «reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología». La Academia solo busca la unidad, el amor. Tanto, que hasta el beso tiene una nueva onomatopeya: «Muac», que se suma al antiguo «mua».