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«Ya no es inverosímil trasladar la identidad a una máquina»

Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga regresan con «La muerte contada por un sapiens a un neandertal»

Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás conversando
Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás conversandoGonzalo Pérez MataLa Razón

Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga prosiguen con la conversación que habían iniciado en «La vida contada por un sapiens a un neandertal». Ahora prolongan su diálogo en «La muerte contada por un sapiens a un neandertal» (Alfaguara), unas páginas donde abordan la longevidad, la enfermedad y el envejecimiento. La pregunta que queda en suspenso es si el hombre ha creado resortes para sortear la mortalidad como la mortalidad. «Existe un anhelo de inmortalidad en el ser humano. Se satisface integrándose o asociándose a una empresa eterna, que trascienda la vida humana, como la patria, la religión o una organización colectiva. Necesitamos alguna forma de supervivencia porque de lo contrario solo te queda el carpe diem», reconoce el paleontólogo. El novelista saca a relucir que la muerte de Leónidas en las Termópilas «tenía un sentido. Estaba pensada para la posteridad, pero hoy vivimos en una época en que esa posteridad ha desaparecido. Muchos escritores se han acogido a esta idea con anterioridad. Es muy del siglo XIX. Piensan que su obra quedará. Pero hoy existen pocos autores que crean en eso. Era una idea, como el arte, que daba consuelo».

El escritor prosigue su reflexión sobre la sociedad actual. «No hay horizonte ni en el mundo laboral. Antes te indicaban: acabarás una carrera, te casarás, tendrás hijos... ese esquema se ha perdido. No hay proyecto de vida. Es una de las cuestiones más perturbadoras de la actualidad». El libro cuenta que los animales no sufren envejecimiento, que la naturaleza los elimina antes de que la padezcan y que las especies tienen una edad. El hombre lo que ha hecho es alargar su tiempo, los setenta años, con cuidados y medicina. «Los animales son inmortales y los niños, también, porque no saben que van a morir. Al descubrirlo es cuando siente esa preocupación, y uno se pregunta por un sentido. Es el mismo problemas de la antigüedad clásica, que antes se resolvían a través de mitos o la religión. Los hombres poseen dos características: tiene razón, por tanto, deduce que se va a morir; y es capaz de planificar y de imaginar su futuro. Son mecanismos de adaptación que nos han permitido sobrevivir».

Capitalismo y vejez

Millás critica el lugar que se ha reservado a los ancianos hoy y asegura que «la vejez está satanizada porque es un periodo poco productivo de la vida y vivimos una sociedad capitalista. Algunos verbalizan este pensamiento y otros, no. Ahí tenemos a una ministra nipona que se quejó porque los ancianos no se morían. En un mundo donde se tiene que estar produciendo beneficios, estas personas no tienen valor». Arsuaga subraya un matiz: «El problema de los jubilados es que no son dueños de ninguna compañía. Si lo fueran, lo serían hasta el día de su muerte. Respecto a los mayores, existe este factor económico. Millás diferencia entre longevidad y esperanza de vida. Arsuaga recalca que «cada vez vivimos más» y resalta los beneficios del ejercicio físico, aunque se hayan superado los setenta años. «Parte de nuestros problemas derivan del estilo sedentario y a que todo está dispuesto para no hacer esfuerzos».

Él mismo revela un problema. «La humanidad nunca se ha alimentado peor y ahora se investiga si esto afectará a la longevidad de las próximas generaciones. Y puntualiza: «Tenemos medicinas para evitar el daño que nos producimos con nuestros hábitos de vida. La farmacología suprime los síntomas, no las enfermedades. Al no sentir efectos, consideras que no la padeces». Millás conserva una mirada más optimista sobre lo que nos depara. Habla de la criogenización y, también, del transhumanismo, y declara: «La transferencia de identidad a la máquina me parece bastante posible. Se ha avanzado bastante en la manera de conectar un ordenador con el cerebro. Existen progresos. Sé que suena a ciencia ficción, pero ya no me parece irreal que nuestra conciencia pueda trasladarse a una inteligencia artificial. No es inverosímil y es una cosa deseable».