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Estreno

Crítica de “Arthur Rambo”: capitalización del ser ★★★☆☆

Rabah Nait Oufella en "Arthur Rambo", de Laurent Cantet
Rabah Nait Oufella en "Arthur Rambo", de Laurent CantetLa Razón

Dirección: Laurent Cantet. Guion: Fanny Burdino, Laurent Cantet y Samuel Doux. Intérpretes: Rabah Nait Oufella, Bilel Chegrani, Antoine Reinartz. Francia, 2021, 87 min. Drama.

Cuando la ensayista Remedios Zafra afirma que la vida online marca itinerarios que no son construcciones de y desde lo público sino de y desde el capital, está señalando las contradicciones que vertebran el discurso del protagonista de “Arthur Rambo”. En el fondo, lo que hizo Karim D. (Rabah Nait Oufella), joven escritor franco-argelino que surfea sobre la cresta de la ola del éxito de su primera, concienciada y políticamente correcta novela, cuando se inventó un alter ego fascista, homófobo y xenófobo en Twitter llamado Arthur Rambo, era demostrar que un individuo, en redes sociales, se vende como un producto. Esa capitalización del ser puede jugar malas pasadas, sobre todo cuando uno ingresa en un estatus quo del que, por un lado, se aprovecha, y del que, por otro, puede convertirse en víctima. En definitiva, lo que parece decirnos Laurent Cantet es algo tan sencillo como que no se puede estar en misa y repicando. Y la película, que es simplista y compleja a la vez, no hace sino demostrar que seguimos viviendo en comunidades herméticamente cerradas, por las que Karim D. transita dándose cuenta de que siempre encontrará a alguien dispuesto a juzgarle y convertirle en paria. Así las cosas, Cantet consigue transmitir la velocidad con que, ahora mismo, una celebridad es cancelada, con las cataratas de mensajes de ‘haters’ que encarcelan a su antihéroe, pero, en su buscada neutralidad, deja a su personaje a merced de lo que los demás opinan de él. Nunca sabremos si el auténtico capital humano del protagonista está en Karim o en Arthur Rambo, su avatar radicalizado.

Lo mejor: su ritmo narrativo, propio de la velocidad tuitera que hunde la reputación del protagonista.

Lo peor: Cantet decide poner todas las cartas sobre la mesa, de un modo un tanto disperso, sin acabar de mojarse.