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Patrimonio histórico: el otro gran damnificado de los incendios

El fuego ha afectado a muchos castillos y castros enriscados, deteriorando este legado cultural y hurtando una posibilidad de desarrollo económico a los pueblos que los conservaban
CIPRIANO PASTRANOLa Razón
La Razón

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Las llamas no sólo devoran bosques sino también el patrimonio arqueológico y etnográfico de diferentes áreas afectadas por el fuego. Los incendios han sido especialmente virulentos en diversas Comunidades Autónomas con especial incidencia en Castilla y León. Desde Málaga a Orense, sin olvidar Navarra, Teruel, Zaragoza, Ávila, Burgos, Alicante, Lérida, Tarragona y Zamora, se han quemado 271.000 hectáreas según los cálculos del sistema europeo Copernicus. Si el incendio de Navalacruz (Ávila) en el 2021, afectó a una veintena de elementos patrimoniales entre los que destacan, el castro de Ulaca, el castillo de Malqueospese y el emplazamiento rupestre de las Chorreras, los daños patrimoniales provocados por los incendios en este verano no han sido aún cuantificados.
En el caso de la Sierra de la Culebra (Zamora) ardieron alrededor de 68.000 hectáreas, el fuego no sólo acabó con la flora y gran parte de la fauna modificándose un ecosistema considerado como Reserva de la Biosfera desde el 2015. Pero los daños van más allá, afectando al patrimonio arqueológico y etnográfico de la zona, los grandes olvidados de las noticias. Posiblemente la ausencia de monumentalidad, tal y como se entiende en los folletos turísticos provoca el desconocimiento de las estructuras castreñas de la Edad de Hierro inventariadas por el Servicio Territorial de Cultura de la Junta de Castilla y Léon, siendo la Sierra de la Culebra una de las de mayor concentración arqueológica. Muchos de estos castros se encuentran en estudio gracias a las iniciativas de algunos Ayuntamientos y el trabajo de algunos arqueólogos como los de Zamora Protohistórica. Los castros de la Edad de Hierro en esta zona son de gran importancia ya que conectan las zonas montañosas de Sanabria con la penillanura al sur de Tábara, siendo una unidad de paisaje uniforme.
Poblados fortificados
Estos castros estuvieron en funcionamiento desde el siglo VIII a.C hasta la llegada de Roma en el siglo I a.C. teniendo algunos de ellos usos posteriores. Se trata de poblados fortificados situados en las cumbres de la sierra siendo lo mas conocidos los de Riomanzanas, Ferreras de Arriba, Ferreras de Abajo y Villadeciervos, entre otros. La principal actividad de estas comunidades giraba en torno la ganadería junto a la fundición y explotación del hierro y la obtención de carbón de leña. Una de las zonas más afectadas por el incendio es el término de Ferreras de Arriba, donde se encuentran diferentes poblados fortificados: «El Castro», «La Lleira», «El Castillán» y el «Castro del Valdemera», conocidos como «los ferrachos». Entre todos ellos destaca «El Castillán» desde el que se tiene conexión visual con los tres recintos amurallados. Este castro tiene una disposición atípica de cerca y terrazas amuralladas con ocupación humana. Así mismo el castro de Valdemera es de gran importancia por su fuerte muralla defensiva de aparejo y su control visual sobre el territorio. A veces estos yacimientos estuvieron ocupados en diferentes etapas históricas, siendo reutilizados y modificados en ocasiones en la Alta Edad Media.
No solo el patrimonio arqueológico se ve alterado, también el etnográfico. Cientos de corralas y chozos que servían para proteger al ganado, fundamentalmente ovejas de los ataques de lobos, han sido destruidas por el fuego. Estas construcciones también conocidas como corralas de parición o pariciones, están documentadas desde el siglo XVIII y en uso hasta la segunda mitad del siglo XX siendo abandonadas por la emigración hacia zonas urbanas. Durante el día el ganado pastaba en los términos comunes y durante la noche se recogía en las corralas, que también servían como parideras y para amamantar a las crías. La mayoría son circulares u ovaladas, básicamente cercos de piedra cubiertos con techos de brezo que debían ser cambiados cada diez años para su optima conservación.
El Castillo de Alba, contruido por Fernando II de León, ha estado a punto de que se quemara
El incendio se ha llevado la memoria de usos y costumbres en una zona afectada por la despoblación, el olvido y la desidia de diversas autoridades. La provincia de Zamora se ha visto doblemente castigada por otro incendio en el área de Losacino donde peligró el castillo de Alba al arder los pinares cercanos. El castillo de Alba había sido construido por Fernando II de León, y reforzado por Alfonso IX quien lo donó definitivamente a la Orden del Temple en 1220, así mismo la fortaleza ocupó un lugar destacado en la Guerra entre León y Portugal siendo una referencia en el territorio. Aunque los incendios de Zamora han sido especialmente virulentos y depredadores no ha sido la única zona afectada en este verano. También en Castilla León, un incendio en Quintanilla del Coco (Burgos) obliga a evacuar el Monasterio de Silos, la comunidad que vivía en el mismo no salía desde 1835.
Un tesoro en peligro
El Monasterio de Silos, cuyo origen está datado en el siglo IX y que es una de las abadías más relevantes de España, no es únicamente un símbolo religioso, también es una de nuestras mayores joyas patrimoniales, un tesoro que este verano estuvo en riesgo de arder y quemarse, y que tuvo que desalojarse con premuras (aunque muchos monjes se negaron a abandonarlo) porque las autoridades creían que podía convertirse en pasto de las llamas. El Monasterio de Silos no es solo uno de los grandes exponentes del arte románico de España, sino uno de los pocos claustros de dos alturas que existen en el mundo que están tallados. Una excepción única. Pero es que, además, en su interior conserva algunas piezas arqueológicas datas en la Edad Media de un extraordinaio valor histórico y documental. Pero, a parte, esta clausura custodia una de las bibliotecas monásticas más formidables que hay en España. En su interior tienen libros y documentos que se retrotraen al origen del castellano. Pero todo esto estuvo a punto de perderse. Algo que merece una reflexión.
En la Comunidad Valenciana las llamas han alcanzado dos fortalezas islámicas del siglo XII, Banirrama y Benissili, en el Val de la Gallinera (Alicante). Se trata de los castillos al –Azraq, el caudillo que hizo frente a Jaime I el Conquistador controlando varias fortalezas en el Valle de Pego y Gallinera, llegando a ocupar Denia y Alicante. Las llamas arrasaron la vegetación que mantenía las escarpadas laderas donde se encuentran las fortificaciones favoreciendo el desgaste de cimentaciones. En el caso del incendio de Ateca (Zaragoza), afectó a la comarca de Calatayud y arrasó parte del pueblo de Moros, especialmente el barrio de San Babil, dejando al descubierto parte de la muralla islámica que cercó la ciudad antes de la Batalla de Cutanda (1120) cuando estas tierras pasan a la Corona de Aragón. En el caso de Orense, el incendio de Oimbra en la parroquia de As Chas arrasaba la capilla de Santa Ana, con posible origen altomedieval sin haber realizado una intervención arqueológica.
Mala gestión política
La lista de emplazamientos afectados es innumerable. Múltiples castillos y castros enriscados que han perdido su vegetación quedan expuestos a la erosión y la escorrentía lo que puede provocar el deterioro de estructuras. El fuego destruye todos los materiales en superficie y ha dejado al descubierto gran parte de la morfología de yacimientos que se encontraban protegidos por vegetación quedando expuestos los restos de murallas, muros de habitaciones y cimentaciones, lo que hace peligrar la conservación de los sitios arqueológicos. El exceso de calor produce la ruptura de piedras y el desplazamiento de las mismas provocando alteraciones. En el caso de que estos emplazamientos sean objeto de estudio arqueológico futuro la información aparecerá alterada en los primeros metros de excavación.
En la Comunidad Valenciana, las llamas han alcanzado a dos fortalezas árabes del siglo XII
La cerámica que se obtenga sólo podrá ser clasificada por sus aspectos formales comparándola con los materiales de otros yacimientos similares, al igual que los carbones cuya taxonomía puede conocerse incluso después de quemados, sin embargo en ningún caso se podrán datar. Así mismo, en las inmediaciones de los yacimientos y a veces en los mismos se producen alteraciones antrópicas debido a la necesaria e imprescindible actuación de los bomberos forestales. Estas transformaciones se traducen en la creación de nuevos cortafuegos en entornos ya afectados por las repoblaciones forestales que se llevan realizando en nuestro país desde los años 40 del siglo pasado. Todo ello dificulta el estudio de los paisajes antiguos y la formas de vida de los habitantes de los castros, de los castillos, las prácticas en torno a las ermitas, conocimientos imprescindibles para entender usos y costumbres de larga duración.
La mala gestión del monte en diversas Comunidades Autónomas, con especial importancia en Castilla y León, a la cabeza del ranking de los incendios más grandes de la historia de España, sumado al olvido institucional del gobierno central tiene consecuencias en zonas que no solo estaban despobladas sino también ahora quemadas y cuyo patrimonio, que podría haber sido un factor de impulso de sus economías. se ha visto afectado. ¿Cómo se van a proteger los yacimientos que guardan la memoria de las comunidades antes de la romanización y de los castillos testigos de nuestra historia? El método es el mismo que para la protección de los montes, mejorando la gestión con una mayor dotación económica y estrategias de anticipación. Salvaguardando los montes se protege el patrimonio, sin embargo lo que el fuego se llevó, ya nadie lo recuperará.
Marisa Bueno es investigadora en el área Medieval de la UCM.