Jesús Á. Rojo Pinilla: “El imperio español era civilizador, el británico, depredador”
El escritor recupera las hazañas españolas en América y el Pacífico en el libro «Cuando éramos invencibles 2»
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Jesús Á. Rojo Pinilla publica un libro de enorme oportunismo y muy bien alicatado de argumentos. «Cuando éramos invencibles. Dueños del mundo» (editorial El Gran Capitán) ahonda en esos personajes y episodios de la historia que han quedado marginados, apartados o arrinconados del conocimiento general por desidia o intereses políticos o ideológicos. El autor los ha rescatado en un volumen de enorme factura, bien complementado por mapas y gráficos, que pretende devolver a la actualidad, coincidiendo con el 12 de octubre, Día de la Hispanidad. «Un país que reniega de su historia es un país huérfano -comenta-, que va a la aniquilación. Esa es la verdad. Si no sabes tu historia no tienes ni presente ni futuro y esto es lo que la gente debe entender. Tenemos que dar gracias a lo que somos, porque es un homenaje a nuestros antepasados y también porque fuimos un gran país y acometimos las mayores gestas».
En este libro saca a relucir nombres axiales del pasado, pero también otros que han quedado eclipsados o han caído en un imperdonable olvido. Aquí están Álvaro de Bazán o Alejandro Farnesio, pero también Sánchez de Tovar, que navegó por el Támesis y llegó hasta Londres; el marino Juan Fernández, que descubrió las costas de Nueva Zelanda, o Pedro Fernández de Quirós, que avistó Australia por primera vez. «Es importante saber lo que hicimos por ciertos aspectos cruciales: tener constancia de la auténtica historia de España, porque desgraciadamente ha sido deformada y pisoteada y nos han mostrado una que es falsaria y que no tiene nada que ver con la realidad. Nos han hecho creer que hemos sido un país de fracasado cuando ha sido uno de los que más ha hecho por Occidente en los últimos quinientos años».
Historia segregada
Jesús Á. Rojo Pinilla pretende subsanar los errores de una educación que está apartando a la historia del centro curricular de los alumnos en los institutos y colegios. Y lo hace aportando una visión más global de un imperio que llegó a navegar por el Océano Pacífico como si se tratara de un lago propio. «Tenemos una educación cainita, incapacidad de enseñarnos, por ejemplo, que fuimos el primer imperio global. Hoy se enseña la historia de cada terruño y algunos, incluso, el odio a España. En esta historia segregada en ningún momento se nombra lo que era España, que fue algo único. No solo creamos un imperio, es que España puso luz donde había sombras».
En estas páginas afloran también jalones relevantes que se obvian o se obvian, como las derrotas que infringimos a los ingleses. «Hay dos grandes imperios en los últimos quinientos años: el español y el británico. La diferencia es que el español era civilizador y el británico, depredador. Además, el británico iba por detrás. España descubrió América, la Antártida, Australia y Nueva Zelanda, y controló las cartas marítimas durante 200 años. Lo malo es que nos han usurpado una parte de nuestra propia historia, donde se destaca que Inglaterra era nuestra bestia negra y que siempre nos derrotaba. En el libro muestro cómo los británicos tuvieron grandes derrotas a nuestra costa en Buenos Aires, Puerto Rico y en la batalla de Ferrol, que Napoleón recordaba para instigar a sus hombres a comportarse como lo hicieron los españoles en aquella ocasión. La reina de Inglaterra, en 1986, en el Congreso de los Diputados, enumeró las grandes derrotas británicas frente a España. Los ingleses no las han olvidado, lo patético es que nosotros no las conozcamos».