Crítica de “Aftersun”: en la frontera de la noche ★★★★★
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Dirección y guion: Charlotte Wells. Intérpretes: Paul Mescal, Frankie Corio, Celia Rowson-Hall. Gran Bretaña-USA, 2022, 102 min. Género: Drama.
Un vídeo casero nos devuelve la imagen de un padre que no quiere hablar de sí mismo. Los padres están acostumbrados a responder preguntas banales, pero nada que tenga que ver con la infancia es banal. Su hija, que tiene once años, aún no lo sabe. Su interrogatorio es una gota de sangre coagulada en la imagen, que se abisma, entonces, en una sesión espiritista que pone a bailar varios pasados, un futuro y un presente estroboscópico; acaso un presente mental, imaginario, donde, como canta Bowie, “el amor pide que cuides de las personas en la frontera de la noche”. En esta hermosísima “Aftersun”, sin duda una de las mejores películas del año, el tiempo negocia a través de las imágenes para invocar un espíritu, el de un padre joven, al que le gusta fumar en el balcón y bailar cerrando un poco los ojos, en unas vacaciones que parecen durar una eternidad o un día, qué raro es el tiempo de la memoria. Es Sophie, ya adulta, la que recuerda, pero Charlotte Wells no está interesada en la estructura del flashback: lo que vemos son cosas que pasan al borde de una piscina o en la terraza de un hotel de todo incluido, aunque la progresión dramática tiene mucho más que ver con una atmósfera, con una gestualidad, con cuatro diálogos pillados al vuelo, que con la linealidad convencional de una construcción de personaje. Y, sin embargo, la opacidad que rodea a ese padre cordial y enigmático (Paul Mescal está estratosférico), sobre el que pesa una colmena de tristeza, es lo que carga de significado a todo el filme, un precioso poema dedicado a todos aquellos que se bañan de noche, y bailan hasta el amanecer, y piden perdón a sus hijos, y esconden sus lágrimas. A la imagen-vídeo que se arruga le corresponde la imagen jadeante, entrecortada, de un abrazo que late, intermitente, en el limbo de las almas perdidas. Y entonces, el cine triunfa, y cómo.
Lo mejor: demostrar que aún es posible un cine que investigue en la hibridez de formas poéticas que sea profunda, instintivamente emocional.
Lo peor: que una de las mejores películas del año, una ópera prima deslumbrante, no reciba la atención que se merece.