Alma Pöysti: “Kaurismäki es quien mejor ha explicado cómo todos, hasta los animales, estamos explotados al máximo por el capitalismo”
La actriz finlandesa protagoniza "Fallen Leaves", última obra maestra de Aki Kaurismäki por la que ha recibido la nominación a los Globos de Oro y suena con fuerza para los Oscar
Madrid Creada:
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Tiene la raíz tan enquistada en el cine mismo que a veces no nos damos cuenta. Lo laboral y lo obrero -si es que les molesta lo proletario- han definido nuestra forma de acercarnos a la realidad cinematográfica desde que a los Lumière les dio por capturar la algarabía de una fábrica como muestra de lo vivos que estamos. Le pese a quien le pese, el séptimo arte se ha convertido en una morbosa celebración de la dignificación que, dicen, nos otorga el trabajo. Por ello mismo, desde los albores del cinematógrafo, hay quien ha intentado desmentir el mantra, revelar la mentira más capciosa de todas y, acaso, darnos esperanzas para con la existencia. ¿Habrá algo más allá del arcoíris de la cotización? Eso se preguntaba al principio de la colina Chaplin, fabricando risa de engranajes; y así se ha transmitido hasta la cima del fenómeno, a través de manifestaciones de fuego amigo como la serie “The Office”.
Pero hay un hombre (¡y qué hombre!) que desde hace una doble decena de películas intenta hacer algo distinto, algo que tenga los mimbres del cine social pero que luego rompa por humanidad pura, no impostada, por empatía derrotada y no por triunfalismos ni victimismos vacíos. El trabajo como condición y contraprestación, no como fin en sí mismo. Ese hombre, el finlandés Aki Kaurismäki, empezó en la década de los ochenta y desde las migas dulces de la socialdemocracia helada a narrar la dignificación del ser que, por circunstancias, además tiene que fichar. Laburo, aquí, como una cuestión de clases de lucha, más que al contrario. Laburo, aquí, como el de un maestro que llevaba un lustro, precisamente, trabajando en lo que se ha terminado convertir en su obra maestra: “Fallen Leaves”.
Protagonizada por Jussi Vatanen como un operario alcohólico sin aparente remedio y por Alma Pöysti como una cajera de supermercado que acaba de quedarse en paro por el motivo más ridículo y desalmado que puedan imaginar, la última película del maestro finlandés es una comedia romántica cruda y realista, una fábula sin hadas y, claro, una sesuda reflexión sobre cómo el capitalismo -incluso en paraísos de hielo para el trabajador como su país- es capaz de exprimirnos y secuestrarnos, hasta el punto de hacernos sentir solos rodeados de iguales. Nominada al Globo de Oro a la Mejor Actriz, y hay quien dice que con opciones de entrar en el quinteto de los Oscar, Pöysti explica a LA RAZÓN el espíritu del filme por videconferencia: “En principio, parece ser una historia simple, pero esconde muchísimas capas. Es difícil etiquetarla, definirla de algún modo, pero me encanta cómo Aki (Kaurismäki) acaba explicando que todos, personas, animales y hasta alimentos estamos explotados al máximo por el capitalismo. Es quien mejor lo hace. Cómo estamos sometidos y. a la vez, cómo nos salvamos los unos a los otros ejerciendo de contrapesos de cuidados. La solidaridad es el alma y la fuerza de la película. Cuando estamos juntas, como las trabajadoras del supermercado, somos más fuertes. Es muy bello que la solidaridad es lo único que no nos pueda quitar nadie, lo que nos hace realmente humanos”, apunta elocuente la actriz.
De nuevo, en ejercicio de gente colorida sobre fondo gris, el director de “Le Havre” (2011) o “El otro lado de la esperanza” (2017) narra en ese inconformismo con las circunstancias, en esa pelea diaria contra sucumbir al pesimismo. “Fallen Leaves”, de hecho, bien podría ser catalogada como un manifiesto contra la soledad, contra la capacidad del sistema para borrarnos en comunidad, malversando los escritos de Baudelaire sobre el individuo que quiere desaparecer en la masa y un quejido de quien ha visto cómo las redes de apoyo se han ido diluyendo en favor de discursos ridículos sobre la superación personal (e individual): “Es como una medicina contra la soledad. Es una película que muestra el amor en distintas fases y formas. Hay una amistad, un compañerismo y un amor romántico. Y eso está, por ejemplo, en la manera en la que la protagonista y el perro se salvan el uno a la otra. El perro va a ser sacrificado y ella tiene el corazón roto, pero de algún modo se encuentran y se acompañan. Se eligen, el uno a la otra, para salvarse. Es precioso. Luego, vale, se suma el otro protagonista, pero son tres los que caminan hacia el atardecer al final de la película, no una suma de dos más uno”, añade risueña Pöysti, tan canina como su director, que llegó a afirmar que solo seguía rodando para darle de comer a sus perros.
Precisamente sobre Kaurismäki y sus manierismos, unos tan añejos como pragmáticos, responde también la actriz: “Fue como un viaje a la vieja escuela de hacer cine. Con su manera de rodar, la cámara de 35 milímetros y por el método que utiliza. No quiere que ensayemos las escenas juntos, y normalmente se queda con la primera toma. Eso puede parecer un cuento de terror, en principio, para un actor, pero luego acabas enamorándote de ese método y entendiéndolo, saboreando lo bello que es que algo ocurra delante de una cámara por única y primera vez. El trabajo se vuelve muy honesto, mucho más valioso”, añade la intérprete, que en uno de los trabajos del año es capaz de emocionar con un gesto tan efímero como el de meter una notita en el bolsillo al protagonista.
Hecha de pequeños gestos como ese, construida hoja a hoja de ese otoño que articula el relato en lo temporal y llena de ternura, “Fallen Leaves” es, también, la primera película esperanzadora que se le recuerda a Kaurismäki en mucho tiempo. Si bien en toda su filmografía hay espacio para lo bonito del porvenir, el cinismo (y una especie de resaca malhumorada permanente) había parecido consumir un corazón que aquí quiere latir con más fuerza que nunca: “El éxito de la película radica en poder identificarse con personajes dañados y golpeados que, aún así, encuentran motivos para sonreír, esperanza. Eso es extremadamente universal, como el humor de la película, ese que nos encontramos en el día a día”, se despide idealista Pöysti, sobre un filme capaz de vibrar en rabia contra el determinismo y, a la vez, navegar sin zozobra el cinismo, trabajando en la dignificación de las contraprestaciones a las que nos sometemos, a veces, para intentar ser felices. Artesano definitivo del cine obrero, Kaurismäki bien podría dedicarse ya exclusivamente a sus perros, una vez su condición de exorcista de la productividad insana queda canonizada en su última y brillante película.