Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Sorolla también tuvo su lado oscuro

Carlos Reyero levanta una exposición en Madrid que se aleja de la luz y el color tan característicos del pintor valenciano. Lo apuesta todo al negro y a las sombras
Luis MillánEFE

Creada:

Última actualización:

Recuerda Carlos Reyero, comisario de la exposición, algunas de las palabras que le dedicó la intelectualidad a Sorolla: «Color y solamente color», apuntaba Juan Ramón Jiménez; «luminosas imágenes», decía Manuel Bartolomé Cossío de los cuadros del pintor; o Amalio Gimeno, que apuntaba que «la más señalada característica del arte de Sorolla fue el dominio de la luz». «El tiempo del artista es el del color, intensificado y diversificado como consecuencia de la visión luminosa del natural», justifica también un Reyero que, sin embargo, le da la vuelta a la norma en Sorolla en negro (hasta el 27 de noviembre en el Museo Sorolla de Madrid), donde, en detrimento de la luz, son la oscuridad y las sombras las protagonistas del recorrido. Todo lo contrario a lo que uno espera ver del pintor.
«En la medida en que la obra de Sorolla sugiere –continúa el comisario–, antes que nada, color y luminosidad, dirigir la atención hacia el negro implica, de algún modo, formular un oxímoron: el negro suele percibirse como la antítesis del color, como oscuridad. Al igual que toda combinación de palabras de significados opuestos, la expresión plantea la compleja equivocidad de las sensaciones. En este caso, también sirve para sacarnos de nuestro lugar de confort comprensivo. Ahí radica la principal razón para utilizarlo», amplía el catedrático de Historia del Arte y exdirector del Museo de Bellas Artes de Valencia.
El negro como color «intenso, brillante y elegante», explicaba ayer Reyero en las salas del museo, y como parte de la tradición pictórica española heredada de Velázquez, Goya y El Greco. Es, precisamente, a este último al que se hace un guiño con el primer cuadro de la exposición, Retrato de Bartolomé Cossío (1908), donde aparece el historiador reinterpretado por Sorolla a través del Greco y en el que, al fondo, se puede observar un boceto de «El caballero de la mano en el pecho». Prestado al museo por una colección privada, es la primera vez en 80 años que se puede ver expuesto. Es este uno de los platos fuertes de una muestra que se divide en cuatro partes y que comienza centrada en el uso de gamas negras y grises, particularmente en los retratos, que viene de esa tradición y donde estas tonalidades son consideradas «cosmopolitas» y «propias del buen gusto». «Es como si no necesitase color para dar luz», sostiene el comisario.
Una sección que invita a reflexionar sobre aspectos ligados al género: la elegancia del traje negro de las mujeres su sensualidad, como puede verse en Elena con sombrero negro (1910); o la seriedad, responsabilidad y discreción que sugiere la indumentaria oscura en los retratos masculinos. Pero también habla de la relación entre la edad y la puesta en escena; o sobre el misterio de la figura que emerge de un fondo oscuro. Es esta sala, para Reyero, «un espacio de sosiego para que el espectador perciba que sus protagonistas no tienen prisa, no parece que posen».
La segunda parte es la del Negro simbólico –que se ha titulado–, donde Sorolla se acerca a la estética de la España negra para caracterizar la dureza de la vida de las clases populares o tipos que subliman, en el caso de los nazarenos en Semana Santa, el dolor más profundo. El siglo XIX fue proclive a considerar el color como fuente de sensaciones y, ahí, el negro cogió significados negativos como la melancolía, el mal, el pesimismo, la tristeza y la decadencia. Así lo muestra Trata de blancas (1894), donde, junto a unas prostitutas, la celestina viste de este color; o El segoviano (1907) y Estudio para ¡Otra Margarita! (1982), «cuadros que hablan del peso de la amargura».
No será hasta la tercera parte del recorrido cuando el visitante vea al pintor más reconocible en piezas como La sombra de la barca (1903-04). Las superficies negras y oscuras sirven de contraste y aportan cualidades a la luz general de la obra, «potencia los otros colores». Una fascinación por los espacios negros con carácter decorativo que se dio en la época y que procedía también de la cultura japonesa. Algo que no es casual en la obra del pintor valenciano, pues de su colección también se conservan tres álbumes de estampas japonesas en los que el negro define y equilibra las figuras, convirtiéndolos en el centro de atención.
Y la exposición termina con un apartado dedicado a la monocromía que, lejos de ser un recurso simplista, en la obra de Sorolla es una demostración de «virtuosismo técnico», destaca Reyero. Entre las razones para renunciar al color, ya sean tanto de corte funcional como estético o filosófico, en el caso de este artista se emplea este recurso para realzar las formas y motivos, acentuar los contrastes de luz y oscuridad y proporcionar una dimensión emocional a la imagen.
  • Dónde: Museo Sorolla, Madrid. Cuándo: hasta el 27 de noviembre. Cuánto: desde 3 euros.