El cosmos explicado por El Prado
La pinacoteca propone un nuevo itinerario que observa los cuadros de siempre con los ojos de la astrofísica
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Nuevo paseo por el Museo del Prado: un viaje por el cosmos y «por el tiempo», dice la cicerone de la propuesta, Montserrat Villar, doctora en Astrofísica en el Centro de Astrobiología (CSIC/INTA) y creadora del itinerario que acaba de estrenar la pinacoteca, Reflejos del cosmos. Es el proyecto que marca el inicio de las «nuevas formas» de ver el arte, en boca de Miguel Falomir –director del centro–, que contiene El Prado. Recorridos por la colección permanente que estarán protagonizados por profesionales de «otras ramas del saber» y que ayudarán a ver los cuadros con «otros ojos», defendía.
En esta ocasión, será a través de las «gafas de una astrofísica», explica la protagonista. Villar reconoce que sale de su zona de confort para enseñar al visitante veinte obras que demuestran cómo «siempre nos ha fascinado el cosmos»: «Hemos creído en un poder irracional y en que nuestro destino estaba escrito. Incluso hemos desarrollado el horóscopo para descifrar los mensajes que nos venían del cielo –apunta la doctora–. Hemos observado fenómenos extraordinarios como eclipses o cometas que no entendíamos y que pensábamos que eran sinónimo de destrucción y muerte». Dudas que se han intentado responder durante siglos y que la experta reconoce que son cuestiones que todavía hoy nos hacemos, como «si el universo es infinito, si tiene fin, o cuál es el lugar del ser humano en el cosmos», añade.
En todo ese trayecto «el arte ha sido fundamental en preservar el conocimiento» que se ha ido acumulando desde los primeros filósofos. Muchos de ellos quisieron responder con la razón a los mitos hasta que «la ciencia entró como un tsunami para aportar la explicación más realista posible».
Es precisamente con los pensadores griegos más influyentes con los que empieza el recorrido. A través de la geografía y la astronomía elaboraron sus teorías sobre el cosmos y la Tierra, «adoptando la esfericidad de ambos como concepto fundamental», por lo que Villar quiere desmentir el mito de que hasta la Edad Media se pensó que nuestro planeta era plano. Muestra de ello son El paso de la laguna Estigia (1520-24), de Patinir; el exterior del tríptico del Jardín de las delicias del Bosco, El tercer día de la Creación (1490-1500); y Cristo bendiciendo (1494-96), de Gallego.
Luego vendrá el paso por «las constelaciones, donde hemos plasmado nuestros mitos», dice Villar. La bóveda estrellada como proyección de las leyendas de diferentes lugares y épocas. «Es como si leyéramos los temores de los humanos», dice de piezas entre las que aparecen Diana y Calisto (1635) y Perseo liberando a Andrómeda (1639-41), de Rubens, aunque en esta última en colaboración con Jacques Jordaens; y la escultura de mármol de Ariadna (siglo XVIII), de autor anónimo.
Para el tercer paso del itinerario, la astrofísica se ha detenido en la Luna, concretamente, a «cuando el satélite perdió la pureza». Fue perfecta hasta el siglo XVII, hasta la aparición de Galileo Galilei (y su telescopio) y de Kepler: «Se demostró que era un cuerpo impuro, con montañas y valles, lo que tuvo implicaciones en política, religión y ciencia». Hasta cuatro cuadros de La Inmaculada Concepción servirán de apoyo en este punto: de Tiepolo, Zurbarán, Murillo y Rubens, aunque solo Rubens, «al tanto de los avances», la mostraría «imperfecta».
Y, por último, la revolución que supuso ese telescopio, donde los cuadros escogidos (entre otros, Saturno devorando a un hijo, 1636-38, y El nacimiento de la Vía Láctea, 1636-38, ambos de Rubens; y La Vista, 1617, también firmado por pintor flamenco, junto a Brueghel el Viejo) dan muestra de cómo cambia la visión del cosmos y cómo se desplaza a la Tierra y al ser humano del centro del universo para girar alrededor del sol.
- Dónde: Museo del Prado, Madrid. Cuándo: hasta el 16 de octubre. Cuánto: 15 euros (entrada general).